El Dr. Santiago Cárdenas narra cuando el joven veinteañero Fidel Castro Ruz se negó a ingresar al sanatorio sanatorio San Juan de Dios en las afueras de La Habana para atender sus problemas psiquiátricos
“BIDEL CASTRO Y RAMIRO, “EL LOCO NO QUISO INGRESAR”
Por Dr. Santiago Cárdenas
Especial para Nuevo Acción
Mayo 5 de 2016
Me contaba el Hno. Ramiro, quepd., que siendo un “galleguito ” de Navarra, España, recién asignado y llegado a Cuba, la orden lo asignó al Sanatorio San Juan de Dios en la finca Lilliam de Gómez Mena, en las afueras de la Habana, en la calle 100 Aldabó, donde los hermanos tenían y tienen sus facilidades para terapéutica mental.
Como principiante Ramirito tenía a su cargo los trabajos más serviles: la limpieza, etc. que realizaba con alegría de novicio con profunda vocación religiosa. Luego de veinte años y ya aplatanado en Cuba fue nombrado Director, dado sus méritos, su dedicación y perseverancia. Era un hombre de oración y temeroso de Dios. Así lo conocí. Yo era el médico clínico de la institución.
Abro un párrafo para recordarles que los hermanos de San Juan de Dios llegaron a las Américas casi de incógnitos en el segundo viaje de Colón, y desde entonces se esparcieron por todo el nuevo mundo, llenando los virreinatos de hospitales—que eran su fuerte—y cientos de instituciones dedicadas a la salud. Existe una memoria histórica colectiva latinoamericana del fundador que es el santo patrono de los enfermos, las enfermeras, los bomberos, los desposeídos, los médicos y del personal sanitario en general.
En Cuba actualmente administran desinteresadamente un hospicio en Camagüey; un asilo de ancianos en Marianao (San Rafael fue en sus inicios el hospital nacional de niños inválidos) y además los custodios de la increíble belleza del Sanatorio en Altahabana donde radicó hasta los cuarentas la finca de recreo de Gómez Mena, a unos diez kms del Capitolio Nacional, en línea recta, pero en el campo. El cuidado y el colorido de esta finca es un oasis en medio de la destrucción socialista.
Aquella tarde el superior llamó a Ramiro para darle, como era la norma, una lista con los quehaceres para el día siguiente. Esta incluía la limpieza y el arreglo de las habitaciones—las cabañitas—para los ingresos. Los médicos ingresaban pacientes casi siempre de buena posición económica pero muy sicóticos, muy enfermos, con esquizofrenia descompensada, bipolarismo agresivo, paranoia, depresión extrema o intentos de suicidio. Eran los años finales de los cuarenta.
Ramiro cumplió su cometido. Durante la mañana siguiente estuvo al tanto del ingreso de un tal Fidel Castro que había sido llevado a la consulta externa el día antes por su familia. Ramiro no conocía en aquél entonces quién era el enfermo; tampoco recordaba el diagnóstico.
La administración acostumbraba guardar con celo, como acostumbran los monjes, todo el papeleo de los casos, especialmente el de aquellos pacientes, que por un motivo u otro se negaban a ingresar. Esto lo hacían para evitar reclamaciones y pugilatos en personas con trastornos mentales de importancia.
Cúal no sería la sorpresa del hermano Ramiro al constatar que aquel enfermo mental era noticia en los periódicos del mundo cuando atacó el Cuartel Moncada en 1953. Ramiro todavía lo está esperando…………… (continuará )
Estas crónicas—más bien testimonios—son totalmente ciertas, ya que las conocí siendo el médico clínico de la institución, cuando el hermano Ramiro, un hombre de Dios, que en paz descanse, era el Director. Esto ocurrió cerca de veinte años después que Ramiro viviera en la ex finca de recreo Lilliam, en las afueras de la capital, que los hermanos compraron a precio muy razonable al millonario Gómez Mena para convertirlo en un sanatorio.
Cuando la persecución religiosa era al duro, los hermanos, una media docena de frailes españoles, no sabían si irse de Cuba o quedarse en su país de adopción. En aquellos tiempos y en aquellas mentes el recuerdo de la guerra civil española y la matanza de sacerdotes y religiosos se hacía memoria. En la saga de Girón, ya algunos habían decidido y preparaban su maletica de pobre para retornar a la Madre Patria. Pero, no se había tomado una decisión colectiva. Había que contar con los monjes de San Rafael, el otro asilo de la orden que quedaba (queda) en Marianao.
Aquella mañana de corre-corre, con agenda apretada, el hermano Ramiro atendió una llamada telefónica al pasar por la oficina. Lo inusual era lo temprano, al filo de las 6 am.
— Buenos días; quiero hablar con el Director.
* Buenos días. Le habla el hermano Ramiro. Yo soy el director del sanatorio san Juan de Dios
—Soy Celia.
** ??
__ Si hermano; Celia Sánchez, la secretaria del comandante Fidel Castro.
** Por favor, no me tome el pelo, que estoy trabajando duro………
Una pausa.
— Mire hermano; no le estoy tomando el pelo; es que no tenemos tiempo de ir hasta allá y tampoco le voy a enviar un documento por escrito. ¿Entiende?
……Anote cuidadosamente lo que le voy a decir …… (pausa). Es una petición de Fidel que les transmita a los hermanos que ni el sanatorio, ni el asilo San Rafael serán nacionalizados, ni intervenidos. Los hermanos tienen todas las garantías de la revolución y les pide, por favor, que no se vayan y permanezcan tranquilos en el país atendiendo a los enfermos.
* Bueno señorita ……no sé que decirle ….. (silencio) Dele las gracias al presidente Castro.
— Gracias a Ud. por su atención. Personalmente, le aconsejo que se reúnan y haga conocer esta decisión. Fidel tiene en gran estima a los hermanos y conoce de su obra. Adiós.
Aquella tarde se reunió la congregación. Los hermanos se quedaron en Cuba hasta el día de hoy……… y sin “problemas “.
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