En hombres como Martí no es verdad la muerte. Alberto Roteta Dorado: Hoy se cumple un aniversario más de su caída en el combate de Dos Ríos
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Hoy se cumple un aniversario más de su caída en el combate de Dos Ríos
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Por Alberto Roteta Dorado
mayo 19, 2016
José Martí (CC)
FORT PIERCE, Estados Unidos.- Cuando el investigador cubano Luis Toledo Sande, en su estudio biográfico sobre José Martí, afirmó que en hombres como él no era verdad la muerte, hacía una reafirmación categórica en torno al final de aquel que se inmortalizó no solo por su ejemplar vida y extraordinaria obra; sino a través de este infausto momento de su historia, devenido en símbolo de carácter sacramental.
No hay otra figura de la historia cubana que resulte más estudiado, citado, querido y hasta venerado, que el hombre de Dos Ríos. Su muerte, un día como hoy, puso fin a una ejemplar trayectoria en lo terrenal, a la vez que ofrecía inmensidades inigualables para la especulación filosófica, para la investigación histórica y para la inspiración literaria.
Aún en nuestros convulsos y fugaces días, nos resulta inadmisible la idea de la pérdida carnal del hombre que vislumbró como ninguno la necesidad de una unificación desde sus raíces, de aquellas naciones de “Nuestra América”, de prever con su profética visión de futuro los peligros de un sistema social en el que el hombre volvería a ser esclavizado –cuando se refirió al socialismo–, o de tener aquella capacidad envidiable para aglutinar las fuerzas en pos de la necesaria gesta del noventa y cinco.
Con inteligencia que alcanzaba la erudición, redactó –siendo adolescente– ejemplares ensayos con un sentido crítico, no limitados a descripciones de hechos y valientes denuncias; sino a ahondar en las causas de los males desencadenantes. Se destacan en este sentido “El presidio político en Cuba” y “La república española ante la revolución cubana”.
Se hizo licenciado en Derecho Civil y Canónico y en Filosofía y Letras en solo cuatro años, durante su primera deportación a España. Estudió con profundidad la obra del filósofo español Jaime Balmes y del alemán Karl Christian Friedrich Krause, los que ejercieron notable influencia en la gestación de su pensamiento filosófico; así como la enseñanza de Hegel, Fichte y Schelling. Conoció de las grandezas y debilidades del Cristianismo, del Islam y del Budismo. Elogió las ejemplares vidas de los redentores de la humanidad, llegando a asimilar la esencialidad de las enseñanzas de Cristo y del Buda; aunque criticó de manera enérgica los mecanismos dogmáticos de las instituciones religiosas y de las asociaciones fraternales.
Con menos de veinte años se presentó como orador en reuniones privadas y logias madrileñas, cautivando a un público que llegaba al éxtasis con su elocuencia y sabiduría.
Dotado con el don de la palabra desarrolló la oratoria con aristocrático estilo, y a la vez con certera precisión y belleza poética. Sus sendos discursos dedicados al 10 de Octubre en la ciudad de Nueva York, así como los trascendentales y conocidos “Con todos y para el bien de todos” y “Pinos nuevos”, pronunciados en Tampa y Cayo Hueso, amén de aquellos que le abrieron las puertas en Guatemala y Caracas, constituyen verdaderos paradigmas.
Aun cuando no podemos hacer referencia a etapas de su creación literaria y su ensayística, pues siempre fue joven, lo que imposibilita hablar de obras de juventud, madurez o última etapa de su vida, sus trabajos literarios lo ubican en la cima de las letras hispanoamericanas. Su “Ismaelillo” y “Versos Libres” serían precursores de la poesía modernista junto a la poesía de Rubén Darío. Sus ensayos dedicados a figuras de la política, la ciencia, la filosofía y la literatura, constituyen modelos de perfección estilística dentro del difícil género. Se destacan sobremanera los que dedicó a Emerson, Darwin y Whitman.
Pero aquel hombre –dejando atrás ensayos, discursos, traducciones y versos– asume el sentido de la acción ante el cumplimiento del sagrado deber. Su labor aglutinadora en pos de la contienda independentista del noventa y cinco fue colosal. A su trabajo se debe igualmente la fundación del Partido Revolucionario Cubano y la formulación de sus estatutos, documentos imprescindibles que demuestran su profundidad política, lo que nos hace recordar al eminente político, jurista y filósofo francés Montesquieu, notable figura del Iluminismo francés.
José Martí fue un teórico extraordinario, aunque con un sentido eminentemente práctico, desde la perspectiva de la aplicación concreta de lo ideado; pero no un hombre práctico en sí, lo que lo limitaba para la necesaria acción del campo de batalla, algo que percibían sus compatriotas de lucha y al parecer le advirtieron. No obstante, aquel 19 de mayo de 1895 en un acto de inmolación, más que cuestionado y del que se ha especulado demasiado, pondría fin a su existencia terrenal, a la vez que se inmortalizaba, cual verdadera resurrección espiritual.
Lamentablemente, aquel país por el que entregó su vida, ha estado dominado por una serie secuencial de gobiernos muy apartados del modelo que idealizó el autor de “Versos Libres”. La toma del poder por el dictador Fidel Castro llevó gradualmente a Cuba a un deterioro total en el orden económico y social.
Las virtudes presentadas en el ideario martiano fueron tergiversadas por monstruosos conceptos de un hombre nuevo en el que la ira, la venganza y el odio reemplazarían al amor al prójimo, la lealtad, la libertad, el decoro, la decencia, y otras tantas cualidades que se perdieron con la imposición de una dictadura comunista.
Una ceremonia militar por cumplido, una pomposa ofrenda floral, algún ridículo concurso convocado o cualquier acto en el que se reiteren algunas de sus frases sacadas de contexto y forzadas por capricho, se desvanecen en pocas horas. La perdurabilidad de su enseñanza solo será una realidad cuando se llegue con profundidad a su obra y se intente desentrañar el misterio de la esencia de su mensaje. Solo se llegará a comprender que en hombres como él no es verdad la muerte.
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