martes, julio 26, 2016

Arnaldo M. Fernández: Historia mínima y errónea del Moncada. El análisis del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, como fuente de una polémica permanente


Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

 Excelente artículo de Arnaldo M. Fernández.

Desde hace años le he enmendado la plana a Rafael Rojas  por errores garrafales desde el punto de vista histórico e inconcebibles  en un graduado de historia y doctorado en esa disciplina.

En este blog, que ya cumplió los 11 años, he publicado la relación exacta sobre LOS DOS  juicios sobre el ataque al Cuartel Moncada y sobre la muy temprana y extraña desaparición de las actas de ambos juicios guardados en la Audiencia de Santiago de Cuba, pérdida muy conveniente para que Fidel Castro, y otros auxiliares, escribieran el SUPUESTO ALEGATO  de Fidel Castro titulado La historia me absolverá donde uno de los  indicios más relevante de su  autoría colectiva está en el Capítulo XII donde ¨Fidel Castro¨ usa el galicismo: ¨Os voy ¨. Algunas personas piensan que ¨Bilito¨Castellanos (sus hijas viven hace décadas en Francia)  ¨el yunta¨  de Fidel Castro durante años y juergas fue el que las hurtó de la Audiencia de Santiago de Cuba.

Un refrán dice: ¨A cualquier escribano se le va un borrón¨, pero los errores  sobre historia de Cuba de Rafael Rojas son demasiado grandes y  frecuentes en asuntos históricos no difíciles de investigar.

ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Muy sencillo: Rojas tiene antecedentes claramente y altamente contaminados, por así decirlo. Ni remotamente se me ocurre comprar a nadie semejante como se vende, y los que lo hacen no son precisamente confiables tampoco
Nausea
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Historia mínima y errónea del Moncada

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El análisis del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, como fuente de una polémica permanente
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Por Arnaldo M. Fernández
Broward
26/07/2016

Necesitamos la historia de otra manera a como la necesita
el holgazán mimado en los jardines del saber
Federico Nietzsche, 1874

Por encargo del Colegio de México, el Dr. Rafael Rojas pergeñó su libro Historia mínima de la revolución cubana (2015), al cual atribuyó “la suerte de generar polémica” sin advertir el infortunio de sus errores garrafales. Al filo de la efeméride se examinarán tan solo algunos relacionados con el Moncada.

Trasiego ilícito de Urrutia
La historia mínima del Dr. Rojas recicla el máximo desliz de Emeterio Santovenia y Raúl Shelton en Cuba y su historia (1965): que el juez Manuel Urrutia Lleó (1908-81) “emitió un voto particular” en el juicio del Moncada.
  •     Urrutia no actuó en ese juicio [Causa 37/1953], que tuvo como jueces a Juan Francisco Mejías, Ricardo Díaz y Adolfo Nieto[1].
  •     Urrutia actuó solo en la fase preparatoria del juicio, luego de que el juez de instrucción Leoncio Despaigne pasara el caso al Tribunal de Urgencia en virtud de la connotación política de los hechos[2].
  •     Urrutia y los demás jueces de la Sala Segunda de Vacaciones se limitaron a los trámites del expediente de instrucción, como el examen forense de los cadáveres y el aseguramiento de los acusados[3].
  •     Urrutia sí emitió un voto particular en otro juicio [Causa 67/1956] para oponerse a la condena de acusados por la expedición del Granma y los alzamientos armados de noviembre de 1956 en Oriente[4].

El Dr. Rojas remacha su espléndida confusión con que Urrutia “se opuso a procesar a los jóvenes capturados durante los sucesos de noviembre de 1956 con el mismo razonamiento que sostuvo en el juicio del Moncada”.

(Rafael Rojas)

Revisión esclava del oficialismo

Aunque su historia mínima se trompeteó por CNN en Español como “una revisión más crítica y alejada de los mitos ideológicos”, el Dr. Rojas arrastra sin talante crítico la carga mitológica de La historia me absolverá (1954) sobre la tortura de los prisioneros y las conductas del sargento Eulalio “El Tigre” (sic) González y del general Batista. No presta mínima atención a la desmitificación rigurosa del Dr. Antonio Rafael de la Cova en The Moncada Attack (2007).
  •     El Dr. Rojas refiere “un operativo de detención, tortura y ejecución” a pesar de que ningún signo de tortura fue detectado entre los muertos ni por los médicos forenses ni por el funerario Manuel Bartolomé, que se encargó de enterrarlos a todos. Ningún sobreviviente planteó tampoco a su abogado defensor haber sido torturado. La tortura se tornó superflua tras confesar de inmediato algunos detenidos y el jefe del cuartel, Coronel Alberto del Río Chaviano, ordenó ejecutar a quien diera positivo en la prueba de parafina por haber disparado arma de fuego[5].
  •     El Dr. Rojas incluye al “temible sargento Eulalio González” entre los militares más conspicuos del operativo, pero “El Mulo” (sic) no tomó parte en detenciones y ejecuciones. Su misión pos-ataque fue recoger al jefe del Cuerpo de Ingenieros, mayor Florentino Rosell, en el motel Rancho Club al efecto de traerlo al cuartel para mejor seguridad[6].
  •     El Dr. Rojas afirma que “las declaraciones del dictador [Batista] alentaron la masacre” de prisioneros, pero aquellas fueron transmitidas en vivo por radio y televisión pasadas las 4:30 de la tarde. Antes del mediodía habían sido ametrallados ya unos 30 detenidos dentro del Moncada y el jefe de operaciones, mayor Andrés Pérez-Chaumont, andaba ya en detenciones y ejecuciones fuera del cuartel[7].
Además de atenerse a leyendas negras elaboradas por Castro, el Dr. Rojas cuela en su operativo al gobernador de Oriente, Waldo Pérez Almaguer, quien por el contrario renunció al cargo por desacuerdo con la masacre de prisioneros y denunciaría a Del Río Chaviano como máximo responsable[8].

Incompleta lectura del pasado


El Dr. Rojas pasa por alto hasta el plan de ataque al Moncada, pues asevera que Fidel Castro ordenó a su lugarteniente, Abel Santamaría, tomar el Hospital Civil Saturnino Lora “para controlar la atención de los heridos durante el asalto”, así como “a su hermano, Raúl Castro, que se apoderara del Palacio de Justicia”.
  •     La toma del hospital civil obedeció ante todo a su estratégica ubicación detrás del Moncada. Desde allí se abrió fuego contra la Posta 4 y los soldados que salían al patio trasero del cuartel[9].
  •     Por igual razón estratégica se ocupó el Palacio de Justicia. Desde su azotea se dominaba el lado sur del cuartel. Y Fidel no dio la orden pertinente a Raúl, sino a Léster Rodríguez[10].
El Dr. Rojas narra también que se reclutaron “cerca de 150 hombres”, aunque los asaltantes sumaron exactamente 160 y fueron escogidos entre más de mil reclutados[11]. La muestra de errores rafagales podría ampliarse, pero bastan los señalados para concluir que, al minimizarse la historia del asalto al Moncada con la pereza historiográfica de un escolar sencillo, se maximiza la negrura del ojo crítico, al extremo de que ni siquiera los hechos se ven tal como fueron.

[1] “El juicio por el asalto al Moncada”, Bohemia, 27 de septiembre de 1953.
[2] Al amparo del Decreto-Ley 292 (1934), las salas penales se constituían como tribunales de urgencia para procesar delitos contra los poderes del Estado.
[3] La Audiencia de Santiago de Cuba tenía cuatro salas penales. En julio y agosto recesaban dos y las otras dos continuaban en funciones como primera y segunda sala de vacaciones. El lunes 27 de julio de 1953, Urrutia entró por la mañana al cuartel Moncada con los jueces Mario Vázquez y Evelio Morales, el secretario del tribunal y cuatro médicos forenses que examinaron los cadáveres. Pasó por el calabozo y listó a 21 presos; tomó declaraciones a testigos y recibió el informe del jefe del cuartel. Al cabo se noticiaría que los jueces de instrucción “Ratifican la prisión y excluyen de fianza a sediciosos detenidos” (Prensa Universal [Santiago de Cuba], 31 de julio de 1953).
[4] Los otros dos jueces, Eduardo Cutié y Alberto Segrera, fallaron condenar a unos cuantos acusados con penas mínimas.
[5] “Los ojos de Abel: mito e historia”, Cubaencuentro, 25 de julio de 2014.
[6] De la Cova, Antonio R.: The Moncada Attack, The University of South Caroline Press, 2007, 143, 165. Castro cambió subrepticiamente el apodo de Mulo a Tigre.
[7] Ibídem, 144, 154, 157.
[8] “Yo vi fusilar a más de 30 revolucionarios”, La Calle, 3 de junio de 1955. Pérez Almaguer subrayó que Del Río Chaviano había ordenado ejecutar a los detenidos y Batista no tenía responsabilidad alguna.
[9] De la Cova, Antonio R.: Ob. cit., 97 s, 109, 115 s.
[10] El Dr. Rojas se pliega a la guataquería historiográfica que —desde el periodista Jules Dubois hasta el historiador Hugh Thomas— adjudica la jefatura del grupo a Raúl Castro. Cf.: Rodríguez, Lester: “La acción del Palacio de Justicia”, Verde Olivo, 26 de julio de 1964.
[11] No vamos a creerle a Castro, que dice haber reclutado personalmente a 1.200 hombres, sino al moncadista exiliado Héctor de Armas, quien estimó que “más de 2.000 gentes” se presentaron a las preparaciones previas dirigidas —a instancia de Castro— por el veterano del ejército estadounidense Isaac Santos, alias Harriman.

© cubaencuentro.com
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ENTREVISTA al profesor Antonio de la Cova, PhD en Historia, autor del nuevo libro “The Moncada Attack” sobre "El Asalto al Cuartel Moncada"
realizada por www.cubalibredigital.com

Pregunta: ¿Qué lo llevó a Ud., siendo un opositor al régimen de Fidel Castro, a ahondar en la historia del primer hecho de guerra promovido por el actual dictador cubano?

Respuesta: En 1974, cuando comenzaba mis estudios de historiador en Florida Atlantic University, un profesor marxista me asignó hacer una reseña sobre “La Historia Me Absolverá,” la obra basada en la autodefensa de Fidel Castro al ser juzgado después del asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba el 26 de julio de 1953. En dicho relato, Castro acusa al sargento Eulalio “El Tigre” González, de haber asesinado a Abel Santamaría, un héroe revolucionario. Curiosidad histórica me motivó buscar a González en la guía telefónica de Miami. González me dijo, entre otras cosas, que su apodo era “El Mulo” porque había trabajado con la compañía de transporte de mulos en La Cabaña durante veinte años y que Fidel Castro inventó el apodo de “El Tigre” para presentarlo como feroz. Posteriormente confirmé a través de otros militares que conocieron a González, que su apodo siempre fue “El Mulo,” y que Castro estaba mintiendo. Mi entrenamiento como historiador me decía que donde hay una mentira, siempre hay otras. Posteriormente encontré en la revista oposicionista “Bohemia,” de diciembre 27, 1953, página 70, en un breve recuento sobre el juicio de Fidel Castro, que había terminado su alegato de defensa diciendo: “La historia, definitivamente, lo dirá todo.” Esto indica que Castro falsificó el lema “La historia me absolverá.” Estos descubrimientos fueron los que me motivaron a rescatar la verdad histórica, para que esta y futuras generaciones comprendan cuales fueron los verdaderos sucesos del 26 de julio. La mayoría de los 115 protagonistas que entrevisté ya fallecieron. Si yo no hubiera tomado sus testimonios, se hubieran perdido para la historia, ya que ningún otro historiador los había entrevistado. Entre estos testimonios rescatados está el del magistrado Aldolfo Nieto, que presidió el juicio de la Causa 37, donde fueron juzgados Fidel Castro y los implicados en los sucesos del 26 de julio.

P: ¿Qué diferencia tiene este libro suyo sobre el Asalto al Cuartel Moncada, de otros libros similares que tratan un tema sobre el cual se han escrito muchos libros antes, tanto por autores comprometidos con Fidel Castro, como por autores independientes?

R: En el prefacio de mi libro hago un análisis de todas las obras que han tratado el tema del asalto a los cuarteles de Bayamo y del Moncada el 26 de julio de 1953. Señalo como los errores históricos se han perpetuado como mitos revolucionarios, sin que ningún historiador haya realizado un estudio académico o crítica de la “versión oficial” del gobierno cubano. Por ejemplo, en 1961 el periodista Robert Taber publicó “M-26: The Biography of a Revolution,” donde dice que Castro era “presidente de la FEU” y que “apareció brevemente dentro del cuartel” Moncada durante el ataque. Ni el propio Fidel Castro jamás ha dicho que entró en el cuartel en aquel momento. Taber se acoge a la “Leyenda Negra” creada por Castro en “La Historia Me Absolverá,” diciendo que los prisioneros rebeldes fueron torturados, les extirparon los ojos, los castraron, los mutilaron, y que a Haydée Santamaría le quemaron los brazos con hierros calientes, una mentira tan absurda que ni ella la repitió en sus memorias sobre el Moncada. Ningún historiador jamás ha cuestionado la veracidad de esos alegatos. En 1965, el novelista francés Robert Merle fue contratado por el gobierno cubano para escribir “Moncada: Premier Combate de Fidel Castro.” Merle entrevistó a sesenta rebeldes participantes, a seis civiles, y a un solo militar, el teniente que arrestó a Castro. Dicho libro carece de un relato balanceado, ya que solo presenta la “versión oficial” de los sucesos. Igual ocurre con las numerosas obras publicadas en Cuba por Marta Rojas, Mario Mencia, y otros autores, que se acogen a la advertencia que Fidel Castro dio en una reunión de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos en agosto de 1961: “Con la revolución, todo; contra la revolución, nada.” Hasta el momento, no se había publicado una obra sobre los sucesos del 26 de julio por un académico con un doctorado en historia. Mucho de lo que se ha escrito es por escritores comprometidos con el régimen castrista o por neófitos que no tienen el entrenamiento universitario adecuado necesario para ser historiador.

P: ¿Cuáles son sus credenciales como historiador?

R: Yo recibí el doctorado en Historia de la Universidad de West Virginia en 1994, y este es el segundo libro que publico con una prensa universitaria, que es el más alto reconocimiento intelectual que se le puede dar a una obra.

P: ¿Cuáles fueron sus fuentes principales de información, dado que Ud. no vive en Cuba y no ha viajado a ella para escuchar la versión de los principales líderes de la acción que relata?

R: Mi libro está basado principalmente en entrevistas grabadas y transcritas que realicé durante treinta y un años con 115 personas que participaron directamente en los hechos, además de publicaciones contemporáneas de aquella época, y cientos de artículos y obras que se han publicado en Cuba desde 1959. Todo está citado en la bibliografía del libro. Además, puse mis entrevistas en la red en http://www.latinamericanstudies.org/entrevistas.htm para que los lectores puedan formular sus propias opiniones. Los dirigentes revolucionarios que participaron en los sucesos del 26 de julio, ya han dado sus versiones a la prensa cubana, acogiéndose a los parámetros dictados por el régimen. Yo los cito cuando concuerdan con la verdad, o señalo donde hay discrepancias. Por ejemplo, Robert Merle escribe en 1965 que cuando Abelardo Crespo cayó herido en combate, Jaime Costa lo metió dentro de un auto en retirada. Sin embargo, después que Costa fue detenido en Cuba, Crespo cambia su versión para omitir a Costa y decir que Fidel Castro fue quien lo asistió. Entrevistar a estos protagonistas en Cuba no rendiría mucho más, ya que no van a contradecir la “versión oficial” o lo que ya dijeron en entrevistas previas. Sí tuve la oportunidad de entrevistar telefónicamente a dos personas en Cuba, Gustavo Arcos Bergnes, quien iba en el mismo carro que manejaba Fidel Castro al ataque, y el ex teniente Jesús Yanez Pelletier, supervisor militar de la prisión de Boniato donde estuvieron encarcelados los acusados en la Causa 37. Como los dos eran disidentes, no tenían miedo a decir la verdad y contradecir la versión entronizada. Además, en Estados Unidos logré entrevistar a catorce rebeldes exiliados que tuvieron una participación decisiva en los sucesos. Por ejemplo, los tres dirigentes del simultáneo asalto al cuartel de Bayamo, Raúl Martínez Ararás, Orlando Castro García, y Gerardo Pérez-Puelles Valmaseda, rompieron con Castro en 1955 cuando detectaron sus aspiraciones dictatoriales, lo cual denunciaron en una proclama pública. Los tres han sido borrados de la “historia oficial” del gobierno cubano, quienes le han achacado el liderato de la acción de Bayamo a Ñico López, un analfabeto peón del mercado de La Habana. Ñico entorpeció el ataque al cuartel de Bayamo al no cumplir su misión de llevar un alicates que se le asignó para cortar la cerca de alambre de púas, porque se le olvidó. La “versión oficial” es incapaz de criticar a un mártir de la revolución.

P: ¿Hay otros protagonistas que no aparecen en la versión oficial del gobierno cubano?

R: De los 99 rebeldes sobrevivientes, veintisiete se convirtieron en disidentes, por lo cual han sido omitidos de la “historia oficial.” Fidel Castro no los invitó a participar en los festejos oficiales del cincuentenario del asalto al Moncada. Otras personas cuyo papel no ha sido reconocido o tergiversado son los casos de Raúl Castro, Naty Revuelta y Reinaldo Boris Luis Santa Coloma. Raúl Castro va a Santiago de Cuba por invitación de José Luís Tasende sin saber el plan. Fidel Castro se sorprende al ver a su hermano allí en la granja de Siboney horas antes de ir al ataque, y lo asigna al grupo de menos riesgo, los que toman el edificio del Palacio de Justicia, colindante al cuartel Moncada, que eran dirigidos por Léster Rodríguez. Sin embargo, el muro de contención en el techo de la audiencia era muy alto y no les permitió a los rebeldes disparar hacia el cuartel. Por eso, cuando Raúl Castro es detenido, la prueba de parafina que le hicieron para comprobar si había disparado un arma, resultó negativa. Como Léster Rodríguez era santiaguero y pudo escapar sin problemas, Fidel Castro falsamente le achacó el papel de dirigente del grupo a su hermano Raúl. Natalia “Naty” Revuelta Clews, la amante de Fidel Castro, también ha sido omitida de la versión oficial, a pesar que donó más de cinco mil pesos para comprar las armas que usaron los asaltantes. Reinaldo Boris Luis Santa Coloma aparece en la “versión oficial” como el “novio” de Haydée Santamaría. Sin embargo, el verdadero amor de Boris era Nereida Rodríguez, con quien tuvo un hijo que nació el 13 de julio de 1953. Nereida y su hijo han sido borrados de la historia, hasta ahora.

P: ¿Qué hay de cierto que Boris Luís fue emasculado, que le sacaron los ojos a Abel Santamaría, y que otros rebeldes fueron torturados después de capturados?

R: No hubo tal tortura organizada ni necesidad para eso. La tortura generalmente se aplica cuando algún reo no quiere revelar algo. Allí todos los capturados rápidamente admitieron quienes eran, que Fidel Castro era el líder, y que estaban motivados por patriotismo para redimir la patria. Según el teniente Jesús Yanez Pelletier, el prisionero Osvaldo Socarrás Martínez, lo condujo hasta la granja Siboney, donde se habían acuartelado los rebeldes antes del ataque. Unos treinta rebeldes capturados fueron inmediatamente ejecutados en el campo de tiro de armas cortas dentro del Moncada, bajo la autorización del coronel Alberto del Río Chaviano, quien ordenó que regaran los cadáveres por el cuartel para hacer lucir que murieron en combate. El Servicio de Inteligencia Militar (SIM) le tomó una foto a cada muerto, a quien le pusieron un papel con un número de identificación en el pecho. El régimen castrista ha publicado algunas de esas fotos, pero jamás han mostrado la foto del cadáver de Abel Santamaría. Yo reto al gobierno cubano que publique dicha foto y que reproduzca todos los certificados de defunción que redactaron los médicos forenses. Marta Rojas publicó algunos, pero no todos, y demuestran que los rebeldes fueron ejecutados, pero no mencionan señales de tortura o desmembramiento. Yo entrevisté para mi libro a Manuel Bartolomé, director de la funeraria Bartolomé en Santiago de Cuba, quien recogió todos los cadáveres de los rebeldes muertos. Él dijo que no vio señales de tortura y que los médicos forenses de Santiago de Cuba que reconocieron los cadáveres hubieran levantado la alarma si hubieran visto tal cosa. Uno de los médicos forenses, el doctor Manuel Prieto Aragón, fue entrevistado en la revista “Bohemia” en 1968, pero no confirmó el alegato de tortura de los presos, cuando lo pudo haber dicho a la prensa castrista sin problemas. Haydée Santamaría, quien más propagó la versión de la tortura de los presos y que su novio fue emasculado, sin embargo, cuando testificó en el juicio, sin ser coaccionada, no hizo dicha denuncia. El testimonio de ella en corte aparece en la prensa de aquella época.

P: ¿Qué hay de cierto que los soldados en la posta del cuartel y en el hospital militar fueron pasados a cuchillo por los rebeldes?

R: Ese es el otro gran mito que ha perdurado sobre los sucesos del 26 de julio. Eso surge porque el coronel del Río Chaviano llegó al cuartel después del ataque, según me dijeron varios militares. Cuando el general Batista lo llama por teléfono indagando cómo los rebeldes habían pasado la posta, el coronel le dijo que los pasaron a cuchillo y añadió que los dos muertos en el hospital militar, el sanitario José Vázquez y el policía Roberto Ferrándiz, también fueron apuñaleados. Ambos recibieron tiros en la cabeza al asomarse a diferentes ventanas al inicio del ataque. Yo entrevisté a los tenientes médicos Erik Juan Pita y Rolando Pérez Sainz de la Peña, quienes estaban de turno en el hospital militar durante el ataque, y ambos confirmaron que no hubo ningún militar herido o muerto con cuchillo. El soldado José Ferrá Mulet me dijo que vio cuando los rebeldes desarmaron a los dos guardias en la posta 3, Orlando Molina Amores y Walfrido Monzón, y los acostaron en el suelo boca abajo sin lesionarlos. La controversia surge porque una vez que Batista da su discurso al día siguiente, diciendo que la posta y los enfermos fueron pasados a cuchillo, eso se convierte en la versión oficial del gobierno. Sin embargo, la prensa contemporánea, que reportó los eventos del juicio, señala que los testigos médicos militares confirmaron que no murió ningún soldado por arma blanca. Otro dato interesante es que cuando Batista escribe sus memorias, dice que los enfermos fueron asesinados, pero no pasados a cuchillo.

P: ¿Cuál fue la participación directa de Fidel Castro en los sucesos?

R: Fidel Castro, notorio por su memoria y su verborrea, jamás ha descrito en detalle su participación en el combate del Moncada. Nunca ha revelado si disparó un arma, cuantas veces, cuando, o contra quien, como han dicho otros rebeldes. Su actuación la he podido descifrar por rebeldes que estuvieron a su lado, como Gustavo Arcos, que lo acompañó al Moncada, y Héctor de Armas, Carlos Bustillo, y Gerardo Granados, que estuvieron con Castro en la balacera frente a la posta tres, pero no lo vieron disparar su pistola Luger. Castro se pasó los veinte minutos que duró el combate tratando de reagrupar a los rebeldes que se habían dispersado en los patios de las casas del reparto militar y erróneamente penetraron en el hospital militar fuera del cuartel. Un dato interesante es que después que Castro es detenido y llevado a la prisión de Boniato, el médico forense José Ramón Cabrales va a hacerle la prueba de la parafina, para ver si había disparado un arma, y Castro se niega que lo haga. Según el libro de Georgina Cuervo y Ofelia Llenín, “Moncada: Epopeya Heroica,” publicado en La Habana en 1973, página 116, Castro dice: “¿A mí? A mi no me la hacen; ponga que da positivo porque yo sí tiré. A mí no hay que hacerme la parafina. Búsquenme un arma y verán como sigo tirando. – Y fue al único combatiente que no se le hizo la prueba de la parafina.” Parece que Castro sabía que su prueba de la parafina iba a dar negativa, y no quiso desprestigiarse de esa manera, que siendo el líder, no disparó ni un solo tiro.

P: ¿Cuáles eran los antecedentes de los rebeldes del 26 de julio?

R: Castro escogió selectivamente a los 160 rebeldes dentro de la juventud del Partido Ortodoxo, donde él militaba. El libro “Mártires del Moncada” de Marta Rojas, publica biografías de los rebeldes que indica que la gran mayoría no tenían instrucción más allá del sexto grado escolar. Cuatro rebeldes eran graduados de la universidad y había solamente dos negros y doce mulatos, incluyendo a Melba Hernández. Muchos tenían empleos humildes, como peón de albañil, parqueador de autos, dependiente de tienda, mozo de limpieza, campesinos, y desempleados. El hoy en día general Calixto García Martínez era mensajero de bicicleta de la Farmacia Johnson; el general Juan Almeida Bosque era asistente de albañil; el ministro Ramiro Valdés Menéndez era ayudante de camionero; y Agustín Díaz Cartaya, autor del himno del 26 de julio, era un huérfano que tocaba guitarra por las calles de Marianao. Algunos asaltantes eran delincuentes con antecedentes penales. Jacinto García Espinosa era un marihuanero convicto por traficar narcóticos; Carmelo Noa Gil estuvo preso por intento de asesinato; y Flores Betancourt Rodríguez había cumplido un año en el reformatorio juvenil Torrens. Otros cuatro rebeldes habían sido arrestados por fajarse con la policía. Por lo menos veinticinco rebeldes eran huérfanos de padre. Era fácil para el abogado Castro, con su verborrea de persuasión, apelar a los sentimientos patrióticos de dichos jóvenes y manipularlos.

P: Después de tantos años recopilando la información relevante para escribir su libro sobre el Moncada, ¿Qué conclusiones Ud. extrae sobre el carácter de esa acción de guerra, sus lecciones y sus motivaciones?

R: Las acciones del 26 de julio de 1953 comenzaron a prepararse escasamente tres meses antes de realizarse. Raúl Martínez Ararás, jefe del ataque al cuartel de Bayamo, señaló que el plan de ataque era superficial, improvisado, y descabellado. Su segundo al mando, Orlando Castro dijo que más fácil hubiera sido tomar el cuartel de Bayamo sin disparar un tiro si hubieran detenido en su hogar al comandante del cuartel y lo hubieran llevado allí para franquear la entrada. En aquel momento solamente había cinco soldados dentro del cuartel de Bayamo. La prensa había anunciado con anticipación que Batista estaría en las regatas de Varadero el 26 de julio para presentar el trofeo al ganador. Hubiera sido más fácil si se le hubiera hecho allí un atentado en vez de intentar tomar el Moncada. Fidel Castro trató de adelantarse a un plan insurreccional que preparaba la oposición con el Plan de Montreal en abril de 1953. Castro pensó que si él se alzaba primero, el resto de la oposición tendría que secundarlo, como pasó con el prematuro alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes durante la Guerra de los Diez Años. El problema fue que los rebeldes iban vestidos de militares, y la oposición no actuó porque pensó que aquello era una bronca entre militares. Otro dato que no menciona la “versión oficial” es que Gustavo Arcos, Pepe Ponce, Abelardo Crespo, Reinaldo Benítez, y algunos otros rebeldes fueron heridos equivocadamente por otros asaltantes porque iban vestidos de militares. Arcos estaba mirando hacia el cuartel, cuando el balazo le entró por la espalda, con trayectoria de abajo hacia arriba. Ponce y Crespo tuvieron heridas de calibre 22 y Benítez fue herido con perdigones, calibres de armas que usaban exclusivamente los rebeldes. En mi libro yo detallo todos los fallos del plan de ataque, cuyo mayor error estratégico fue no tomar la azotea del edificio de tres pisos frente al Moncada, desde donde un grupo de francotiradores hubieran dominado el polígono, las salidas de todos los dormitorios, y hubieran neutralizado la ametralladora que les prohibió la entrada por la posta lateral. Los rebeldes iban mal armados, con rifles 22, revólveres, y escopetas, y con solo un puñado de balas, para enfrentarse a soldados armados con rifles de alto calibre, ametralladoras, y granadas de mano. Por cierto, los huecos de los balazos en la fachada del Moncada inicialmente fueron hechos por una ametralladora calibre 30 que disparó el sargento José Virués Moraga contra cinco rebeldes que se atrincheraron en el ala izquierda del cuartel. Después del ataque, aquellos daños se repellaron y se pintó la pared. Sin embargo, en los 1970s, el gobierno abrió nuevos huecos en la pared, como aparecen ahora, pretendiendo que son los disparos originales. Es evidente que Fidel Castro llevó a esos muchachos a morir allí, para treparse sobre sus cadáveres, y lograr su fama por primera vez a través de la prensa internacional. El ministro de Información de Batista, Ernesto de la Fe, declaró que el coronel del Río Chaviano debió haber sido llevado ante una corte marcial por no cumplir las reglas de guerra y ejecutar a los prisioneros. Eso fue lo que permitió a Fidel Castro convertir una derrota militar en una victoria política.

P: ¿Según su punto de vista, el Asalto al Cuartel Moncada deja alguna lección importante que pudiera extenderse fuera del territorio nacional cubano?

R: Lo más llamativo de esta obra es la manipulación maquiavélica de Fidel Castro sobre sus seguidores para lograr su ambición personal. En la granja Siboney, cuando Castro reveló su plan de ataque, una docena de rebeldes se negaron a participar en lo que denunciaron como un plan suicida. En Bayamo, Hugo Camejo, jefe de la célula de Marianao, desertó a último momento, al igual que Ernesto Tizol, que había rentado la granja Siboney. Tizol, mientras manejaba su auto rumbo al Moncada, se acobardó y desvió una parte de la caravana motorizada de los asaltantes, muchos de los cuales no participaron en el ataque, que solo duró veinte minutos. El “Manifiesto a la Nación” que redactó Raúl Gómez García, que postulaba las metas democráticas de los rebeldes, y por lo cual sesenta y uno de ellos dieron sus vidas, nunca se llevó a cabo por Fidel Castro.

P: Donde se puede adquirir el libro suyo y que recomendaciones daría para una mejor lectura.


R: El libro se acaba de poner a la venta en Miami el Sentir Cubano, en el 2900 S.W. 8 Street. Se puede pedir en la red a http://www.cubanfoodmarket.com/

También está a la venta el la red en www.amazon.com

http://www.amazon.com/Moncada-Attack-Birth-Cuban-Revolution

Le sugiero a los lectores que lean las entrevistas que puse en la red, en las cuales está basada la obra, http://www.latinamericanstudies.org/entrevistas.htm para que lleguen a su propia conclusión respecto a la objetividad y la veracidad de este libro, que tomó más de treinta años en completar.

Fonte: cubalibredigital.com
http://www.cubalibredigital.com
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VIDEOS DEL AÑO 2007 DONDE SE DESMONTAN ALGUNOS DE LOS MITOS Y FALSEDADES SOBRE EL ATAQUE AL CUARTEL MONCADA

A Mano Limpia con el Dr. Antonio ¨Tony¨de la Cova : The Moncada Attack, 7-25-2007,

 Part 1

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1 Comments:

At 4:00 p. m., Anonymous Nausea said...

Muy sencillo: Rojas tiene antecedentes claramente y altamente contaminados, por así decirlo. Ni remotamente se me ocurre comprar a nadie semejante como se vende, y los que lo hacen no son precisamente confiables tampoco.

 

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