MUERTO EL PERRO: SE ACABÓ LA RABIA
Por Rafael Azcuy González.
Noviembre 30 de 2016
¡Se murió Fidel! ¡Se murió Fidel! ¡Cuántos años esperando ese anuncio! ¡Qué gran privilegio ser testigos de este hecho!.
Mi padre nos decía a mis hermanos y a mí que él ya no vería este suceso pero que nosotros sí y al fin llegó el día soñado por tantos y tantos de los que nos quitaron hasta nuestras esperanzas como afirmaba Jorge Más Canosa. Muchos ya pensaban que ese anciano balbuceante y valetudinario era inmortal, pero al fin llegó el lobo de verdad cuando ya muchos no lo esperábamos, pues tantas veces se había anunciado su fin.
Murió como todos los mortales tenemos que hacerlo y de la peor manera que debe morir un revolucionario: en la cama, sin las botas puestas –aunque estas hacía años que las cambió por zapatillas deportivas- sin volver jamás a un campo de batalla, como fingió hacerlo en los días de la Sierra Maestra, del Escambray y Playa Girón, siempre bien guarecido, alejado de los tiroteos, lo que le posibilitó no ser herido nunca en combate como si lo fueron Camilo Cienfuegos y Che Guevara en varias ocasiones.
Sentimos la alegría que experimentamos aquel Primero de Enero de 1959 cuando todo el pueblo eufórico se lanzó a las calles a festejar el descabezamiento de la tiranía batistiana, cuando todos pensábamos que Cuba cambiaría para siempre al tomar el camino de la democracia y la libertad, pero que el dictador megalómano torció tomando de rehén a su propio pueblo al que siempre despreció y humilló y lo entregó como nunca a los dictados de una potencia extranjera, dividiendo y destruyendo la familia e hipotecando su futuro, dispersando por todo el mundo a millones de cubanos en un éxodo de casi 60 años que nunca termina.
Ha muerto el ser humano que no conoció nunca la compasión, ni el perdón, ni la tolerancia, palabras que no aparecen en ninguno de sus reiterativos y monótonos discursos demagógicos, el hombre ateo que persiguió con saña a los creyentes de cualquier denominación y a muchos los llevó ante los paredones de fusilamiento, donde cayeron con valentía al grito de : ¡Viva Cristo Rey!, que fusiló a los perdedores del antiguo régimen batistiano en juicios sumarísimos sin misericordia ni defensa alguna...
Al fin abandonó el mundo de los vivos aquel que era súper solidario con los pueblos extranjeros, mientras el suyo sufría tiranía y las más grandes carencias, sumido en la miseria, producto a sus trasnochados ensayos económicos que llevaron a la destrucción total del país. . El que enfrentó en luchas fratricidas a nuestros compatriotas en el Moncada, la expedición del Granma, la lucha armada contra Batista, el Escambray y en Playa Girón, con su enorme secuela de víctimas y mártires.
Se ha ido el genio del mal, como alguien tan bien lo calificara un día, el asesino de Camilo Cienfuegos, de Boitel, de Payá, el causante de la muerte de miles y miles de balseros en el Estrecho de la Florida devorados por el mar y los tiburones al escapar de su régimen atroz sin futuro. Se fue para siempre aquel que ya asesinaba desde sus años de estudiante universitario, cuando llevaba pistola al cinto, aquel que luego firmaba las penas de muerte como presidente del Consejo de Estado, que ordenó la muertes horrendas con mangueras de agua a presión contra mujeres y niños a bordo del remolcador 13 de Marzo, la Masacre del Canímar, la de los Hermanos al Rescate. El causante de miles y miles de víctimas y de combatientes que trajeron como consecuencias sus métodos violentos al entrenar, financiar y armar el movimiento guerrillero y terrorista por todo el mundo. Sin tampoco olvidar su papel en el narcotráfico internacional, en especial con el caso de la guerrilla colombiana y más recientemente su protagonismo en el movimiento bolivariano de Hugo Chávez que llevo a Venezuela al caos total.
Se fue para no volver el Máximo Asesino, el Máximo Líder, dejando montones de cadáveres amados que un día, fueron ensueños de la Patria mía. De los grandes criminales que lo acompañaron en sus asesinatos quedan dos: Raúl, su hermano y Ramiro Valdés, pues el Che Guevara ya pagó sus deudas con el pueblo de Cuba en tierras bolivianas. Tocará a los historiadores, periodistas, arqueólogos, antropólogos, informáticos y estadísticos, establecer y registrar todas las victimas del castrismo, con la documentación requerida, determinando sus siniestros métodos de tortura y humillación en las cientos de cárceles que abrió por todo el país. En pañales quedarán los dictadores Machado y Batista y el mundo quedará asombrado de que tantos muertos y desaparecidos estuvieran en el anonimato, como sucedió con los campos de reconcentración de Hitler. Esa es la gran verdad que parte del mundo y algunos cubanos adoctrinados de poca inteligencia desconocen
Esta es una alegría justa y necesaria por todos aquellos que fueron sus víctimas y ya no están, por todos aquellos que lo perdieron todo, hasta la familia y tuvieron que empezar de cero en un país extraño, porque es la tranquilidad de que ya nuestros hijos no tendrán que temer que un infame dictador maneje su futuro. No se puede perdonar a alguien que no es capaz de pedir perdón y arrepentirse, a un ser que chorrea sangre por todas partes y tiene fortunas inmensas saqueadas a nuestra Patria (se manejan cifras de 900 millones de dólares) mientras sus hijos –cómplices del dictador- se pasean por el Mediterráneo en yates de lujo en tanto el pueblo sufre todo tipo de necesidades. No se puede olvidar nunca que este sujeto de puro milagro no involucró al mundo en una guerra nuclear y que escribió que el verdadero sentido de su vida era luchar siempre contra los americanos.
¡Qué paz inmensa, que alivio saber que este hombre siniestro no existe! Que ya su garra criminal no nos puede alcanzar, que ya sus órdenes no proceden ni nadie las volverá a escuchar jamás. ¿Qué más podía nuestro pueblo esperar de un criminal rodeado de delincuentes, vagos y oportunistas? Son muertes necesarias, es justicia divina, como también lo es cuando se penaliza a un asesino en serie por constituir una amenaza a la sociedad.
Su cerebro siempre se mantuvo lúcido al tanto de todo lo que hacía su hermano y demás sicarios. Raúl le temía como todos los que lo rodeaban, pues con solo levantar una ceja el dictador era la sentencia de muerte. La historia no lo absolvió, la historia lo recogió y lo señaló desde hace ya tiempo como el más grande asesino dictador de América y de gran parte del mundo. Será cuestión de tiempo para que todos conozcan esa verdad…
3 Comments:
El perro sigue vive, escribiendo estos bodrios. Viva Fidel.
Señor Anónimo
Me gustaría conocer los argumentos por los que usted califica de bodrio a este artículo. Muchos lectores y el autor se lo agradecerán.
Gracias por leer a Baracutey Cubano
Ni siquiera ponen sus nombres estos babosos comunistas aqui, allá ellos. Se les murió la Hiena En Jefe.... ahora donde se esconderan?
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