La Isla en reversa. Francisco Almagro Domínguez sobre Cuba y lo ocurrido con el Premio Oswaldo Payá Libertad y Vida
La Isla en reversa
Por Francisco Almagro Domínguez
Miami
27 de Febrero de 2017
En los años que tuve la dicha de vivir y trabajar en el barrio de El Cerro pasaba frecuentemente frente al hogar de los Payá. La imagen de la fachada, pintada con letras negras y donde se podía leer "Payaso Sardiñas" y otras barbaridades, es algo que pocos comentan, y en el exterior casi nadie sabe. No me aventuraría a asegurar que alguna vez lanzaron excrementos contra la puerta. Pero era y parece que sigue siendo lo usual.
A cada rato corría un rumor que como una ola llegaba a todas las casas: acto de repudio en casa de Oswaldo Payá. Decenas de personas se paraban frente al hogar católico donde había mujeres y niños para gritar obscenidades; me contaban que algunos vecinos de toda la vida se prestaron para cosas tan infames, hasta que la vergüenza de esos vecinos hizo que el régimen tuviera que movilizar piquetes de repudiadores de los hospitales y las fábricas cercanas.
En el Hospital Salvador Allende, antigua Quinta Covadonga, trabajaba un hermano de Oswaldo, brillante médico internista, como todos ellos. Muchos colegas alguna vez quisieron acercarse y decirle que aquello estaba mal, que lo que hacían con la familia era un abuso. Pero el miedo que cada cubano lleva adentro por medio siglo, y generación tras generación, ha impedido ser solidarios, incluso con el mismo Oswaldo, un ingeniero de Electromedicina a quien le daban las rutas y los más complicados trabajos sin que nadie protestara o tomara su relevo.
Por eso la casa de la familia de Payá, en el corazón del modesto barrio de El Cerro, es todo un símbolo. Esa pequeña salita tiene un inmenso significado, y nunca mejor lugar para dar cita a un evento como la entrega del Premio Oswaldo Payá Libertad y Vida. Rosa María, su hija, ha hecho según profetizó el Apóstol: lleva en si el decoro que a muchos falta.
Cuando se anunció que el premio sería entregado en esa casa, quienes conocemos bien a la Cuba de hoy sabíamos que el régimen lo impediría de cualquier manera. Y cuando se escribe "de cualquier manera", es necesario leer exactamente de cualquier manera. Los que parecen que aún no sabían con quienes estaban lidiando eran Luis Almagro, secretario general de la OEA, Mariana Aylwin y el expresidente Felipe Calderón.
El señor Almagro, quien por cierto ha tenido una actitud digna y responsable en la OEA, ha preguntado con una mueca de contrariedad que por qué le hacen esto a él, quien tiene un cuadro de Ernesto "Che" Guevara en su oficina. El "Che" fue, sin casualidades, el mismo personaje que en Punta del Este se sintió orgulloso de ser expulsado de la organización que ahora Almagro preside. Al mismo tiempo, la vieja militancia de izquierda de Luis Almagro es harto conocida, y de lo cual presume con modestia. Pero esto, Luis, es otra cosa…
Para la prensa oficialista lo único que sucedía por entonces en La Habana era la visita de los legisladores Patrick Leahy por Vermont, Tom Udall (Nuevo México), Michael Bennet (Colorado) y otros. El senador Leahy ha sido uno de los más activos en desmontar el andamiaje del embargo y otras medidas restrictivas al comercio con Cuba. Estos y otros políticos norteamericanos siguen creyendo que la vía para lograr cambios políticos y económicos en Cuba es bajar el nivel de confrontación. Apelan al paradigma sistémico de que a mayor presión sobre un sistema, este se reorganiza y se hace más fuerte al interior. El humanismo y la sabiduría de Patrick Leahy en el Senado norteamericano son bien conocidos. Pero míster Patrick, esto es otra cosa…
Esta "otra cosa" es un sistema atrapado en el tiempo cuya estabilidad depende de la inestabilidad, o cuya existencia depende de vivir en la subsistencia. Es un motor de dos palancas, la primera y el retroceso. Cuando parece que va a arrancar, ahí se queda, ronroneando. Y cuando parece que va cambiar a la segunda, ¡sorpresa!, marcha atrás. Parafraseando al dictador bolchevique, un paso para adelante y dos para atrás. Ni el señor Almagro ni míster Leahy deben tomarlo personalmente. No lo entienden. Es posible que no lo entiendan jamás. Tendrían que preguntarles a los carretilleros, a los vendedores de baratijas en Varadero, a los vianderos de los agromercados, a los boteros de todas las horas…
¿Cuánto tiempo podrá el régimen manejar mirando por el espejo hacia detrás sin chocar con la Historia? Nadie lo sabe. Lo que sí se puede saber es de los caprichos de la naturaleza; a la noche le sigue el día, y no la noche otra vez. Lo que ha sucedido en La Habana la semana pasada debe alertar a quienes creyeron de buena fe que echándole combustible a la Isla, esta iba a ir hacia adelante. Hoy lo sabemos con certeza: van reversa y no hay marcha adelante. Al menos no en la dirección que avanza el tráfico mundial. A quienes conducen la Isla-guagua eso no les quita el sueño.
Desde la otra orilla, expertos conductores parecen dejarles hacer: esta no es la guagua jacarandosa, merenguera de Juan Luis Guerra: la Isla no va a poder manejarse toda la vida contra del tráfico, mirando por el retrovisor, y en marcha atrás.
A partir del minuto 18:36 la ceremonia del premio Oswaldo Paya
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