“Catequesis en un restaurant de Miami”
Por Maria Victoria Olavarrieta
Profesora de Español y Literatura.
13 de mayo de 2017
Me detuve en el restaurant con la intención de entregarle un regalito a una camarera muy amiga que estaba de cumpleaños.
_ Si no se sienta y pide algo para comer, no va a poder verla – me dijeron al entrar. Accedí y mientras saboreaba un rico batido de guanábana, recordando el árbol de esta fruta que había en el patio de mi casa en Cuba, presencié esta escena familiar.
Mi amiga acababa de traerle la comida a una familia sentada en la mesa contigua a la mía. Una pareja con dos hijos pequeños y una adolescente.
_Vamos a bendecir la mesa – dijo el padre, haciendo un gesto para tomar de la mano a la esposa y al hijo que estaba a su lado.
_ Aquí no papá, “please”, ¿ no puedes dejar un día de bendencir la comida?
_ Yo como todos los días – le contestó conciliador.
_ Papá, nadie en Miami bendice la mesa en los restaurantes, ahora todos nos van a mirar y van a pensar que somos unos fanáticos.
_ Nosotros somos una familia católica, mijita - dijo la madre en tono tan bajo que tuve que aguzar bien el oído para poder escuchar. En los restaurantes seguimos siendo católicos.
_ Dale, vamos a bendecir ya, qué tengo un hambre! - dijo el más pequeño.
_ Y no podemos rezar cada cual en silencio y que no se note – insistió la jovencita.
_ Nosotros vamos a hacer una Oración como siempre hacemos en casa, si tú no quieres participar, te vamos a respetar, ok?
_ Es igual, todo el mundo nos va a ver – Esto dicho enarbolando la servilleta y con evidente mal humor.
_ Vamos a rezar dijo la madre sin perder la calma. Mientras la familia se tomaba de la mano, la muchacha clavó los codos en la mesa y entrelazó sus manos a la altura de la frente, como cubriéndose los ojos.
_ Gracias Señor porque tenemos comida y salud para disfrutarla. Que siempre seamos una familia unida en el amor. No te olvides de los menos afortunados que no tienen qué comer hoy _ concluyó la señora.
_ Esa Oración está mal, chilló el más grandecito de los dos hermanos varones.
Cuando yo pensaba que ya había pasado lo peor y que iban a comer en paz, miren que nota ha dado este niño.
- Mi maestra de catecismo nos decía que no rezáramos así. Papá Dios no se olvida de los pobres, los que nos olvidamos somos nosotros. Hay que decir: _ Papá Dios, que no nos olvidemos de los que no tienen comida.
A partir de ese día empecé a bendecir lo que como esté donde esté y por supuesto hago la oración como me enseñó este niño.
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