Alberto Roteta Dorado sobre el fenómeno venezolano después de la Constituyente . impuesta de manera antiConstitucional por el dictador Nicolás Maduro y cómplices
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Por Dr. Alberto Roteta Dorado.
Naples. Estados Unidos.- Una de las mayores pruebas que demuestran que el régimen chavista-madurista atraviesa por el peor momento de su oscura y tenebrosa historia es el contundente rechazo de la comunidad internacional, de manera particular, la decisión de diecisiete países de América Latina y el Caribe, cuyos cancilleres reunidos en Lima, Perú, reafirmaron que en Venezuela no hay una democracia, y por lo tanto, desconocen todos los actos jurídicos que realice la Asamblea Nacional Constituyente, entre ellos, aquellos contratos de Venezuela no aprobados por la Asamblea Nacional.
Hace solo unos días al tratar algunos temas en torno al complejo contexto de América Latina, y especialmente de Venezuela, me anticipaba en tres aspectos. Primero, al comentar acerca del aislamiento – al que decidí llamar ostracismo ante el posible grado superlativo que alcanzaría - en que quedaría sumida Venezuela a partir de la implantación por la fuerza de la Constituyente –en lo que creo no haberme equivocado–, el gobierno de Nicolás Maduro recibiría la desaprobación de todos sus actos.
El hecho de que los gobiernos democráticos de estos diecisiete países de Latinoamérica y el Caribe se nieguen a aceptar aquello que han interpretado – y con mucha razón y conocimiento de causa- como ilegítimo, nos da la medida de esta condición a la que ya hice referencia en mi escrito, La Constituyente y el ostracismo venezolano en el contexto latinoamericano, en el que me referí a “un estado de ostracismo que la hace desaparecer del contexto de la región junto a sus pocos aliados”.
Segundo, también he dicho que Maduro tiene sus días contados – solo que no pronostiqué la exactitud de los días-, y esto pudiera parecer una superficialidad amarillista; pero no es así. La difícil situación política que prevalece en su país nos permite asegurar que la posibilidad de que aparezca alguien con valentía y ansias de hacerlo desaparecer no está descartada, y esto sería, sin duda, una excelente manera que contribuiría, aunque no radicalmente, a la restitución del orden constitucional y de la democracia.
Tercero, además afirmé que ciertos sectores del propio ejército asumirían su rol de verdaderos defensores del pueblo venezolano y se rebelarían contra Nicolás Maduro, algo que está ocurriendo lentamente, pero está ocurriendo, desde varios puntos del país. De modo que estamos en el preámbulo del estallido de una verdadera guerra. Una guerra, que llamarla necesaria en pleno siglo XXI, resulta una paradoja; pero no queda otra opción.
“Una opción sería que las cosas terminaran en un verdadero mar de sangre originado por un enfrentamiento de una sección del propio ejército contra el gobierno y sus fuerzas represivas, en este caso el ilegítimo presidente resultaría eliminado de la forma en que las multitudes quisieran”, afirmé hace unos días en un escrito titulado: Convulsos y decisivos días para “Nuestra América”, publicado en varios medios, lo que aun no se ha logrado consumar como acto en su totalidad; aunque los levantamientos que por estos días han tenido lugar en varios lugares del país demuestran la posibilidad de que esta hipótesis se haga realidad, lo que sería la vía de mayor posibilidad para exterminar definitivamente al régimen comunista que encabeza Nicolás Maduro.
Ya las formas de lucha no violenta y de resistencia pacífica han sido agotadas, y por otra parte, dichas variantes de lucha empiezan a perder su valor desde el momento en que se instauró la Constituyente, por cuanto, esto presupone un mayor grado de totalitarismo y la pérdida de los espacios mínimos para el accionar de los movimientos opositores – control absoluto de los medios de difusión, eliminación de la posibilidad de marchar pacíficamente, prohibiciones de actos y reuniones, etc.-, lo que frenaría el desarrollo de las variantes no violentas, las que hasta el presente han ocupado el protagonismo en la lucha contra la dictadura venezolana.
El régimen se ha burlado de los pocos diálogos y rondas de conversaciones que en torno al tema venezolano se han realizado. Luis Almagro, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, OEA, se ha desgastado en los últimos tiempos – desde mucho antes de la agudización de la crisis ha estado intentando aplicar la llamada Carta Democrática y ahora se declaró como no reconocedor de la Constituyente- durante su encomiable lucha en pos del pueblo venezolano, pero sin resultados concretos.
De la Santa Sede, sería preferible asumir la misma actitud del Sumo Pontífice, es decir, guardar silencio. El mutismo sepulcral del Papa Francisco lo hace cómplice del régimen. Jamás pensé que una figura que representa a una institución con una tradición de fe y de servicio humanitario de tantos siglos fuera capaz de estar indiferente ante la barbarie de la dictadura venezolana. Recordemos que sus escasos pronunciamientos tienen un matiz que los hace susceptibles de ser interpretados en varias direcciones, dando la impresión de querer dar una apariencia a la comunidad católica que en el fondo no es.
En esencia, no ha habido un verdadero pronunciamiento del Vaticano que pueda estremecer al dictador, algo que el mundo ha estado esperando; pero ya va siendo tarde. Al menos, ante las más de cien muertes ocurridas en estos últimos tres meses como consecuencia de las protestas populares contra el chavismo, la comunidad internacional ha esperado una sabia y contundente intervención de quien, se supone, se sitúe siempre al lado de la justicia – si es que realmente representa la justicia divina, y el orden y la armonía del universo-.
Las sanciones por parte del gobierno de Estados Unidos no funcionarán, y lejos de traer algún beneficio, perjudican directamente al pueblo venezolano que cada vez más perece en la miseria, y esto no solo lo digo yo, sino que el relator especial de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, sobre derechos humanos y sanciones internacionales, Idriss Jazairy, recomendó este viernes no imponer medidas restrictivas a Venezuela por la crisis democrática que vive el país pues – según cree – estas medidas solo empeorarían el sufrimiento de los ciudadanos venezolanos. “Las sanciones son perturbadoras para cualquier estado y pueden tener un impacto particularmente devastador en los ciudadanos de países en desarrollo cuando perjudican la economía” (…) “Insto a todos los países a evitar la aplicación de sanciones salvo que sean aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, tal como requiere la Carta” (del organismo) precisó el relator.
Por otro lado Donald Trump y su administración están ahora, justo ahora que Venezuela está más necesitada que nunca, inmersos en el conflicto de Corea del Norte y las graves consecuencias que como resultado de una intervención inminente se desatarían. Las presuntas participaciones de China, Japón y Corea del Sur, prácticamente vaticinan el inicio de una tercera guerra mundial; aunque Trump acaba de expresar la noche de este viernes, 11 de agosto:
“Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo, posiblemente, una opción militar si es necesario", algo que me impresiona muy distante a pesar de que el polémico presidente hizo referencia a la “cercanía” de Venezuela.
De modo que, aunque resulte controversial, la guerra sería un paso necesario. El enfrentamiento entre un segmento sublevado del ejército venezolano y las fuerzas defensoras del madurismo – adiestradas y dirigidas por el sistema comunista cubano- es ya un hecho inminente, tal vez lo único que pudiera sacar definitivamente el remanente comunista de la perdida nación suramericana.
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