Alberto Roteta Dorado: Venezuela. ¿A dónde te llevan?
Por Dr. Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife. España.- No hay otra nación de América Latina que merezca mayor atención en el momento actual que Venezuela. La tierra de Bolívar y Sucre permanece bajo el dominio de la peor dictadura de la región, lo que ha determinado que la otrora rica nación envidiada por sus riquezas petroleras esté inmersa en la peor situación económica del continente y una de las peores del mundo.
Con la llegada al poder de Hugo Chávez Frías en 1999 se inició el maquiavélico proceso que llevó a Venezuela al abismo. La imposición de manera premeditada, y bajo los auspicios del dictador cubano Fidel Castro, de un sistema de gobierno de carácter socialista fue determinante para que ocurrieran una serie secuencial de acontecimientos que han marcado la historia venezolana en los últimos años.
El Socialismo del siglo XXI como foco primario en Venezuela abriría el camino para que la tendencia se diseminara como un metastásico cáncer, toda vez que naciones como Brasil, Chile, Ecuador, Bolivia y Argentina se vieron envueltas bajo los efectos hipnotizadores de las supuestas ventajas de lo que en teoría un alemán “latinoamericanizado” pensó que pudiera resolver los problemas que en el orden social y económico ocupaban el centro de atención de las multitudes de muchos de los países de la región.
El conocido izquierdista de origen alemán Heinz Dieterich Stefan le enseñó directamente a Hugo Chávez las “delicias” del Socialismo del siglo XXI, las que inmediatamente y muy a su manera – aplatanado a los aires venezolanos, con una fuerte dosis de catolicismo tradicional, con las barbaridades que le aportaban los hermanos Castro de Cuba, y con algunas teorías marxistas aprendidas a la fuerza tomadas de simples manuales y folletos para aprendices y catequistas bolcheviques– trató de poner en práctica en un pueblo que no sabía, ni tenía nada que ver con la tendencia socialista modificada a partir de los preceptos de Dieterich; pero ya muy tergiversados para poderlos aplicar a un país con una historia de propiedades privadas, de grandes progresos económicos, de colosales inversiones de capital, y también de grandes desigualdades, de penurias de muchos y de pobreza de otros – algo muy característico en una gran cantidad de países de América Latina, la región que continua siendo actualmente la más desigual del mundo–.
Pero Chávez, que no fue un hombre letrado ni culto, y tampoco reunía aquel ideal que nos propone Platón como para que un hombre pueda gobernar un país, si tenía un aparente carisma al contar con un histrionismo capaz de atraer a muchos; algo de lo que era consciente y utilizó como recurso para atrapar a las multitudes que inicialmente lo siguieron, y que aún envueltos en un fanatismo sin igual esperan ansiosos su retorno, cual “Mesías” latinoamericano, para que les resuelva sus problemas. (Recordemos que en Venezuela se ha popularizado el mito de San Chávez, a quien se le piden deseos y se cree que hace milagros, venerándosele al estilo de la tradición católica con sus santos, pero con una fuerte dosis de sincretismo)
Así las cosas, y ya con la maldad más pronunciada por la influencia directa del maligno viejo comandante, que desde La Habana fuera su protector, se fue posesionando y emanando su diabólica influencia con la que germinaron nuevos focos en la región. La izquierda se afianzó en Latinoamérica, y si bien, esta tendencia hoy está extremadamente debilitada, no está extinguida, y desde el silencio se están preparando nuevos “Mesías” para intentar repetir la triste historia de la patria de Sucre – me refiero a varios de los candidatos presidenciales de Colombia–.
Invadido por el cáncer se dirigió a sus seguidores para ejercer su influencia, y entre frases comunistas y plegarias e himnos a San Miguel Arcángel lanzó su mensaje promoviendo a su hombre de confianza, Nicolás Maduro, un ser que como Chávez no es letrado, ni culto, pero este carece del carisma y del histrionismo que utilizó aquel para manipular a sus obedientes seguidores, y como diría un amigo político y analista verdadero: “Maduro no es un jefe de Estado, sino un pandillero mediocre”.
Maduro heredó un verdadero caos que se incrementó en su período hasta alcanzar niveles inusitados en todos los sentidos. En su mandato Venezuela pasó a ser el país más pobre del continente y uno de los de mayor índice de pobreza en el mundo. El 82 % de los hogares venezolanos vive en la pobreza, el 52 % en la pobreza extrema, solo un 18 % de hogares se considera no pobres, hay 9,6 millones de venezolanos que comen dos o menos comidas al día, en su mayoría sin proteínas, el 75% de los venezolanos perdió 8 kilos y medio de peso de manera espontánea, y en el caso de los más pobres llegaron a perder más de 9 kilos. Más de 280.000 menores podrían morir por desnutrición y aquellos que sobrevivan tendrán que padecer daños físicos y mentales irreversibles por el resto de su vida. La mortalidad infantil se ha mantenido en niveles elevados durante más de una década, al menos el 70% de los bancos de sangre públicos del país están paralizados. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó medidas cautelares a un grupo de menores trasplantados del principal hospital pediátrico de Venezuela, ubicado en el centro de Caracas, mientras que la tasa de homicidios es de 89 por cada 100.000 personas, lo que hace que Venezuela sea el país más homicida de la región.
Durante su mandato se ha incrementado considerablemente la represión y las violaciones a los derechos humanos. La migración pasó de ser un simple problema aislado a un conflicto y de esta condición a una verdadera crisis humanitaria en la actualidad. Se sabe que 1,2 millones de venezolanos han emigrado en menos de dos años, pasando a través de la frontera de Colombia unos 550.000 en 2017 y ya en lo que va de año sobrepasan los 50.000.
También en su etapa el país entero se lanzó a las calles en son de protestas exigiendo la restauración de un orden democrático que él ha violado al imponer la Constituyente como instancia que se apodera de todos los poderes nacionales y que facilita el dominio absoluto de su poder.
Pero al dictador no le ha importado la muerte de 133 seres en el transcurso de las manifestaciones, de las cuales 101 fueron asesinadas directamente por los efectivos de seguridad del Estado (40%), o por las bandas armadas chavistas que actúan al margen de la ley (52%), y que al menos el 83% de estas muertes fueron por impacto de bala.
Es por todo esto que se han presentado 15 expedientes contra Nicolás Maduro mediante los cuales un total de 42 países piden a la Corte Internacional de la Haya que exija abrir una investigación ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Se destacan en esta propuesta 27 naciones pertenecientes al Parlamento Europeo y 15 del Grupo de Lima, a los que ahora se une la Internacional Demócrata Cristiana.
También por estos días la Organización de Estados Americanos, OEA, acaba de lograr que 19 naciones se pronunciaran en pos de la aprobación de una resolución en la que se hace un llamado a que el régimen dictatorial de Nicolás Maduro “reconsidere la convocatoria de las elecciones presidenciales y presente un nuevo calendario electoral”, cifra que supera con un voto a los 18 requeridos para la aprobación de dicha resolución.
Durante la reunión extraordinaria se abstuvieron ocho naciones, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Saint Kitts y Nevis, Belice, Haití, República Dominicana y Trinidad y Tobago, y cinco se opusieron, Venezuela, Bolivia, Surinam, Dominica y San Vicente y Granadinas.
Estas acciones recientes, además del historial que ya acumulan la Unión Europea y el Grupo de Lima están siendo determinantes para continuar ejerciendo una presión capaz de seguir motivando el interés de otras naciones por el grave conflicto venezolano y se pronuncien con acciones concretas para lograr una inminente solución, además de mantener al madurismo en un total aislamiento que de una u otra forma lo conduzca a su autodestrucción.
¿Qué le falta hacer a Nicolás Maduro para mantenerse en un poder prácticamente perdido? Pues la celebración de unos comicios satélites mas burlescos que los de Cuba en los que los líderes opositores –por una u otras razones que merecen ser abordadas en otro contexto– apenas tendrán participación, y en los que además, los sectores que le hacen la contrapartida a Maduro – quien tuvo la desvergüenza de presentarse como candidato presidencial– apenas tienen representatividad, y para colmo ha surgido un candidato que no solo es pastor y líder del fundamentalismo protestante, sino que tiene antecedentes de acusación por serias implicaciones en el caso Panamá Papers.
Por suerte para Venezuela y para la región, como ya dije en otro escrito: el fin del chavismo-madurismo ya está muy cerca. Ahora sí parece ser una realidad y no una simple utopía que se pudiera dispersar en el tiempo.
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