“Si yo tuviera poder”.
Por Maria Victoria Olavarrieta
Profesora de Español y Ética.
9 de mayo de 2018
Si yo tuviera poder, en esta semana que se dedica a apreciar el trabajo de los maestros, le subiría el salario a los educadores, no se entiende, como dice el ex presidente uruguayo, José Mujica, que un abogado gane más que un maestro. Los grupos tendrían 12 estudiantes como máximo, el “paper work” sería el imprescindible, de manera que pudiéramos mirar más a los ojos de nuestros alumnos que a la pantalla de la computadora.
Eliminaría los largos temarios de los exámenes estatales FSA (copia fiel del Common Core), algunos hasta con 60 preguntas que a muchos estudiantes les toma hasta 3 días responder (súmele el estrés por las tardanzas en la red, problemas con el programa, etc. ). Me niego a tener a un alumno bajo la tensión que implican 2 o 3 días consecutivos respondiendo el mismo examen. Ni en la universidad tuve yo unos tests tan desgastantes. Cada examen se terminaba en su día ¿Será que las compañías que los preparan usan su extensión para justificar el dineral que cobran por ellos ¿
Si yo tuviera poder, hasta que los niños de este país no supieran interpretar lo que leen, no daría un solo contenido nuevo más, aunque tuviéramos que estar dos años sin hacer otra cosa que leer.
Si yo tuviera poder, los niños de kindergarten y primer grado no llevarían tareas a casa y desde segundo hasta sexto grado, unos 20 minutos; Los maestros no tendrían que dar nota solo por tarea entregada ( que no se entere nadie que no hay tiempo para corregirlas todas), al tener más tiempo para enseñar podrían revisarla como Dios manda. El exceso de tareas roba el tiempo de juego y descanso que a estas edades es imprescindible para que los niños crezcan sanos y felices. Muy importante ha de ser, cuando la constitución de los derechos del niño recoge este derecho en uno de sus artículos.
Si yo tuviera poder, el recreo de 20 o 25 minutos sería obligatorio. Hace mucho tiempo que la comunidad médica recomienda 6 comidas al día, 3 fuertes y dos meriendas. Todas las clases serían de 45 minutos como máximo con 5 minutos entre clase y clase. Y lo que no de tiempo a hacerse en un día se hace el próximo, que no vale correr cuando se está en la dirección equivocada.
Si yo tuviera poder, en cada escuela habilitaría un buzón para que se puedan dejar las quejas de forma anónima, al menos, mientras los maestros y padres no pierdan el miedo a decir lo que piensan donde se tiene que decir. Los directores estarían obligados a leer las quejas frente al profesorado e informar al superintendente.
Si yo tuviera poder crearía un grupo, incluiría a maestros retirados que estoy segura trabajarían con gusto como voluntarios, para que visitaran las escuelas del condado sin previo aviso. Tendrían la misión de conversar con alumnos, profesores y personal de la escuela para saber sus opiniones de cómo mejorar cualquier detalle. Sería obligatorio escuchar al personal de la cocina, la limpieza y a los porteros.
Si yo tuviera poder nombraría a una persona por plantel con autoridad para disolver las reuniones en cuanto se empiece a hablar tonterías, mítines que vayan al grano. Con la urgencia que tenemos de educar en nuestro condado no se puede perder un minuto. Al estilo de Picasso “Que la inspiración nos sorprenda trabajando”.
Sin disciplina no se puede dar clases. Si yo tuviera poder, cada centro escolar tendría su CSI, siglas en inglés con la que se nombra al aula donde los maestros pueden enviar diariamente a lo estudiantes indisciplinados. Los padres estarían obligados a asistir a las conferencias que los maestros programen para analizar el progreso académico y la disciplina del niño. Muchos educadores se lamentan porque los padres no respetan su criterio profesional y en vez de apoyarlos, los culpan por todo.
Si yo tuviera poder volverían a los escuelas los trust counselors, ( consejeros de la verdad) y habría psicólogos en proporción a la cantidad de estudiantes de cada centro. Como me ha comentado la periodista canaria, Catalina Espino, las escuelas estadounidenses se han convertido en centros asistenciales. El maestro de hoy está desbordado. Niños que nos llegan sin las normas más elementales de educación, grandes carencias afectivas, ansiedad, conductas agresivas, historias de abusos que los hacen abusadores…¡cuántos suicidios por un bullying del que nadie quiso ocuparse!
Es un secreto a voces que en muchas de nuestras escuelas hay droga. Me lo dicen con toda naturalidad los jóvenes que abordo en la calle. Ellos saben quien la vende y quien la regala. Yo me asombro de sus historias y ellos se asombran de que yo me asombre. _ En mi escuela sorprendieron a unas niñas tomando tequila - me contó un jovencito en el parque de mi barrio. _ Las niñas pidieron permiso para ir al baño a la hora acordada y allí se encontraron para beber juntas. Padres más atentos a sus hijos, detectarían antes que la escuela, los comportamientos extraños que denotan consumo de alcohol y drogas.
Ser maestro es Estados Unidos es ya una profesión de alto riesgo, no solo porque puede llegar una persona desiquilibrada y bañar en sangre a la escuela, sino sobre todo porque podríamos tener sentados en nuestras aulas a los futuros criminales y no tendríamos perdón si no aprovecháramos cada clase para enseñar educación formal, valores morales, ética y hacerles sentirse amados.
A los expertos en presupuesto que me digan que no hay dinero los remito a este criterio compartido por muchos educadores:"si la educación les parece cara, intenten la ignorancia".
El único poder al que me aferro en estos momentos es al de la Oración. Que Dios nos ayude a recuperar la dignidad del educador. Buena parte de la batalla contra la violencia está en la aulas. Nos pagen bien o mal, nos reconozcan nuestro trabajo o no, las clases de cada día son una gran oportunidad para salvar a esta generación del tiempo que le ha tocado vivir.
¿Estamos impartiendo hoy las mejores clases que nosotros podemos dar?
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