martes, agosto 21, 2018

Alberto Roteta Dorado: Xenofobia en América Latina, el ápice de un gran iceberg.

Xenofobia en América Latina, el ápice de un gran iceberg.


Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.
21 de agosto de 2018

Santa Cruz de Tenerife. España.- Hasta hace apenas un par de décadas el término xenofobia era poco utilizado, estando reservado casi de manera exclusiva para referirnos a las atrocidades del fascismo hitleriano del pasado siglo XX, las que tuvieron como base ese marcado sentido discriminatorio promovido por el delirante y fanático alemán Adolfo Hitler, quien en sus fantasías – síntesis de la influencia de las tradiciones míticas germanas mezcladas con sus amplios conocimientos de ocultismo– ideó un modelo racial que serviría de paradigma para la humanidad de su tiempo, lo que suponía la destrucción de aquello que se apartaba de su patrón racial, esto es, se rechazaba no conveniente para su abominable experimento racial. 

Muchos años después con el resurgir de grupúsculos neofascistas en varios países de Europa el término empezó a adquirir una mayor difusión hasta desplazar las concepciones acerca de otras modalidades de discriminación. El término xenofobia proviene del griego xénos, que significa extranjero, y phóbos, que quiere decir miedo o temor. Literalmente significa miedo al extranjero, pero en realidad más que un temor, se trata del rechazo o la repulsión que muchos sienten hacia aquel que es de algún modo diferente por el hecho de ser extranjero; aunque el concepto es aplicable también al rechazo que se experimenta hacia grupos étnicos diferentes o hacia individuos con rasgos corporales y faciales distintos.    
 
La xenofobia actualmente se expande con fuerza arrolladora como maligna plaga, que se propaga por el mundo, y constituye en estos tiempos uno de los más graves flagelos que dañan sobremanera a la humanidad. Solo una actitud libre de los prejuicios y convencionalismos, y más allá de cualquier barrera separatista, podrá poner freno a lo que, lamentablemente, adquiere dimensiones colosales más allá de lo que se logra apreciar y que con frecuencia solo es el simple ápice de un enorme iceberg.  
Más allá de las definiciones conceptuales y divagaciones teóricas – que con frecuencia resultan necesarias ante el desconocimiento de muchos aspectos de los que se comenta y se escribe–  me limitaré a precisar algunos hechos ocurridos en los últimos días en varios países latinoamericanos, así como a hacer un llamado a la reflexión, y mejor aún, a la compasión que se requiere si es que no hemos dejado de sentirnos parte integrante de esa gran masa continental que el más genuino de los cubanos llamó Nuestra América.  

Este sábado en San José, Costa Rica, tuvieron lugar manifestaciones contra  migrantes procedentes de Nicaragua. El presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, llamó a sus conciudadanos a mantener la paz y la calma, luego de las manifestaciones xenófobas realizadas el fin de semana por grupos independientes contra la llegada de inmigrantes nicaragüenses. 

Más de 1.200 venezolanos abandonaron Brasil tras los disturbios antiinmigrantes que también se desataron este sábado en la localidad de Pacaraima, municipio brasileño situado en la frontera con Venezuela. El clima de violencia llevó al ejército brasileño a reforzar la seguridad en el puesto fronterizo de dicha localidad toda vez que sus habitantes prendieron fuego a las tiendas de campaña donde lograban sobrevivir y a sus pocas pertenencias. Con gritos de “fuera venezolanos fuera” cortaron por cinco horas la principal vía de acceso a Pacaraima.  

En Ecuador, un país caracterizado por su racismo extremo y su xenofobia inigualable hacia venezolanos y cubanos, donde cada día pasaban por la zona fronteriza del Puente Internacional de Rumichaca  –frontera entre Ipiales, perteneciente a Colombia, y Tulcán, en territorio ecuatoriano–  alrededor de 4.000 venezolanos, y donde se estima que, al menos, un millón de venezolanos ha cruzado la frontera común, si bien los que permanecen en el país son unos 250.000, también han tenido lugar múltiples acciones de rechazo hacia aquellos que abandonan su patria tratando de sobrevivir. 

En este país el gobierno determinó exigir el pasaporte a todos los aspirantes a ingresar a través de Rumichaca, lo que originó fuertes críticas dada la situación precaria del pueblo venezolano, al extremo que Ernesto Pazmiño, Defensor Público de la nación andina, precisó que los venezolanos huyen de una tragedia humanitaria. En este momento Ecuador tuvo que atenuar las restricciones que impuso para el ingreso de venezolanos al excluir a los menores del requisito de presentar pasaporte. No obstante, ahora ha surgido un conflicto mayor ante la masiva entrada al país de manera irregular.    

Por su parte el gobierno de Perú siguió los pasos de sus vecinos ecuatorianos e igualmente decidieron exigir el pasaporte como documento de identificación a los migrantes venezolanos, los que hasta el momento podían entrar en los países andinos con su carné de identidad, dadas las dificultades de obtener un pasaporte en Venezuela. Perú desde hace dos años les otorga un permiso temporal de trabajo, y según fuentes oficiales de las autoridades de inmigración, se estima que casi 400.000 venezolanos se han establecido en su territorio desde hace un año. 

Otros países han comenzado a exigir el visado a los venezolanos. Chile pide un certificado de antecedentes penales que debe emitir el Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia de Venezuela, además de la obligatoriedad de que el pasaporte no expire en los siguientes 18 meses a la entrada. Además, el consulado venezolano en Chile ha comenzado a solicitar el pago de 50 dólares americanos por la compulsa de certificados de penales a sus ciudadanos, una cantidad imposible de ofrecer para la mayoría de los refugiados. 

Colombia ha dado residencia temporal a más de 800.000. Centenares emprenden cada día una trayectoria terrestre para poder llegar a Perú, Chile, Argentina y Uruguay.
De acuerdo con cifras de Naciones Unidas, al menos dos millones de venezolanos han abandonado su país de forma legal en los últimos diez años, desconociéndose el número de que emigraron de manera irregular.

Pero no es precisamente en las acciones emprendidas por los jefes de gobierno y las autoridades de inmigración donde quiero insistir, sino en las actitudes de los brasileños, ecuatorianos y costarricenses, por solo citar a aquellos que se han manifestado contra los migrantes en los últimos días, los que olvidando su identidad como integrantes de una comunidad que, lejos de distanciarlos debería unificarlos toda vez que existe un sentido de unidad esencial entre todos los pueblos de América Latina, algo que por tradición deberían saber, al menos teóricamente, ya que al parecer no lo sienten en lo más profundo de sus corazones. 

La ignorancia origina manifestaciones de este tipo. La falta de hermandad entre los hombres está determinada por el desconocimiento en que lamentablemente están inmersos la mayoría de los humanos. Demasiado consumismo y excesiva superficialidad no contribuyen a trascender las amplias barreras de las desigualdades. Si el prójimo abandona su tierra es porque no puede continuar en ella, porque ya han llegado al límite; pero al parecer quienes han actuado de una forma tan inhumana no saben de las penurias de los venezolanos, ni de las alarmantes cifras de muertos, heridos y prisioneros en los últimos meses en Nicaragua. Permanecer ensimismados y demasiado  centrados en los problemas individuales y en los conflictos nacionales – si es que realmente son conscientes del acontecer político y social de sus países– es el sello distintivo de muchos en la actualidad. Lejos de haber repulsión se debe ofrecer la mano al migrante. 

Saber que hoy se es receptor de emigrantes debería ser un orgullo, independientemente de las serias implicaciones que esto tiene desde el punto de vista social, por cuanto desencadena enormes crisis humanitarias e inestabilidades en los países receptores. Tal vez mañana podrá ser muy diferente, y pasar de naciones que reciben a naciones cuyos pobladores serían desplazados, lo que  deberá hacernos reflexionar en como reaccionaríamos si se nos rechazara al ser refugiados en un país diferente al nuestro, al que no llegamos por placer como turistas, sino huyendo de desastres, de guerras, de persecuciones políticas, de hambruna, de miseria o de enfermedades, como lamentablemente llegan los venezolanos y nicaragüenses tan rechazados por estos días por sus propios hermanos.  

1 Comments:

At 4:30 a. m., Blogger Julio Cesar tarrago hernandez said...

Los ecuatorianos...maxime en la Sierra, lease Coordillera andina, es racista hasta con sus propios conciudadanos de otras regiones del pais, con cubanos , colombianos y ahora venezolanos ni hablar. Pero lo lindo aqui es que ECUADOR ES EMISOR DE MIGRANTES...PULULAN EN MADRID O NEW YORK!!!!

 

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