DESDE EL FONDO DE MI CUEVA No. 6
Por Aldo Rosado-Tuero
16 de agosto de 2018
“Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército.”
José Martí
Desde mi temprana juventud milité en la política, pero entiendiendo esta, como el conjunto de actividades orientadoras a la consecución del bien común, sin perder jamás de vista que todas esas actividades iban encaminadas a la instauración en mi patria de un verdadero gobierno nacionalista.
Pero a través de los años de militancia descubrí la miseria de la clase dirigente, la falsedad y la hipocresía de tantos que decían estar al servicio del pueblo, cuando en realidad, se servían a sí mismos a costa del pueblo, y se aferraban al poder por el poder y por el enriquecimiento ilícito.
La política, o más bien la politiquería suele ser muy sucia y muchas veces he sentido asco, al descubrir que ese camino lleno de inmundicias no era el mio.
La asquerosa traición perpetrada por Fidel Castro a los que buscábamos una revolución nacional, en democracia, con banderas, fronteras y tradiciones propias, sin un amo internacional y sin consignas venidas del extranjero, definió mi vida en el orden político y me abrió los ojos al descubrir el secreto contubernio existente entre el súper capitalismo internacional y el capitalismo de estado, disfrazado de comunismo.
Desde entonces andamos por los caminos sin reposo, porque la Cuba que nos impuso el castrismo, en contubernio con el súper capitalismo, no me gusta nada, porque la que me gusta, es la otra, la Cuba exacta, la dificil, la de la verdadera democracia, la de la primacía de los valores eternos del hombre, la de la justicia social y de la total independencia de las ambiciones hegemónicas de las grandes potencias.
Esa Cuba nacionalista, donde el empresario respete al obrero en su verdadera dimensión humana y el obrero se sepa una pieza importante de la producción encaminada al bienestar del pueblo y la familia, es la Cuba que no existe ahora, pero es la que se merece dar la vida por ella.
Por esos caminos andamos cuesta arriba, muchas veces solos, porque la unión de varios enanos nunca formarán un gigante, pero como ahora en estos días la vida me ha dado nuevamente la oportunidad de conjuntar voluntades, con un puñado de camaradas de lucha e ideales, a pesar de los años que cargo sobre mis entusiasmos juveniles–a caballo de un cuerpo ya resentido por los años y el uso–siento que el entusiasmo me gana y que aún se puede hacer un intento más.
Sé que al esfuerzo que ahora se gesta se opondrán todos los egoismos de los de allá y de acá, pero lo importante es que se forme una falange de voluntades irreductibles, para que la catástrofe de lo material no acabe de arruinar también los valores esenciales del espíritu, porque eso es lo que tenemos que salvar, cueste lo que cueste, aún sacrificando todas las ventajas personales, para lograr construir de las ruinas que dejará el castrismo, la Cuba luminosa de los valores nacionales irrenunciables, para poder instilar en las nuevas generaciones de cubanos, la idea de que el hombre es portador de valores eternos, para lograr el sueño de Martí de tener una patria libre y soberana, con todos y para todos, donde desterremos la politiquería e instauremos una verdadera política nacional, tomando a la patria como ara y no como pedestal.
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