martes, agosto 28, 2018

Arnaldo M. Fernández: Desespero y embullo anti-Trump. Lo que le importa al común de los americanos es que Trump procedió con sentido común


Desespero y embullo anti-Trump

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Lo que le importa al común de los americanos es que Trump procedió con sentido común
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Por Arnaldo M. Fernández
Broward
27/08/2018

Tal y como la Asamblea de la Resistencia Cubana se embulla, en su desespero porque no acaba de venirse abajo el castrismo, con los crímenes de lesa humanidad   de Raúl Castro, la resistencia anti-Trump —esto es: quienes se resisten a creer que Trump solito desbancó al cartel Clinton— se embulla ahora con los crímenes que Trump habría cometido según su exabogado Michael Cohen, quien cayó en trance patriótico de librar a Estados Unidos de la maldita circunstancia presidencial, luego de que el Procurador Especial Mueller refiriera su caso, que empezó por sospecha de colusión con Rusia, a la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York.

Aquí Cohen fue acusado de cinco delitos de evasión de impuestos, otro de falsear información de crédito y dos más que implicarían a Trump: sendas contribuciones ilegales a su campaña por pagos a las pelandrujas Stormy Daniels y Karen McDougal, quienes aprovecharon que Trump se postuló para presidente en 2015 para apearse con que habían tenido sexo con él en 2006. Cohen se declaró culpable y declaró que hizo las contribuciones por orden de Trump.

Ni Cohen ni Trump


Vamos a cortar la naranja legal al medio. Cohen actuó por orden de Trump y este fue quien terminó pagando de su bolsillo $130.000 a Daniels y $150.000 al tabloide National Enquirer por no sacar la historieta de McDougal. La ley no impone al candidato presidencial límites de contribución a su propia campaña. Tampoco tacha de criminal pagar en secreto a quienes pudieran afectar la campaña con declaraciones.

(Traducción de la caricatura: Cohen: Para reducir mi sentencia  le diré a usted lo que sea   que usted  qyuiera oir  sobre Trump)

Bajo la dirección de Lanny Davis, abogado especial (1996-98) del presidente Bill Clinton y destinatario de algunos de los tantos correos electrónicos que la secretaria de Estado Hilaria enviaba usando un servidor instalado en el retrete de su casa, Cohen se declaró culpable de dos delitos que no lo son, ya que las contribuciones no fueron suyas, sino de Trump.

El único dardo que la resistencia puede clavar a Trump es no haberlas reportado, pero eso no es delito, sino mera infracción. Y se reprime con multa administrativa de la Comisión Electoral Federal, tal y como aquella de $375.000 que encajó Obama en su campaña de 2008  por no reportar quiénes habían donado $2 millones y quedarse con $874.000 de contribuciones ilegales por exceso.

Ahí termina la historia, pero la resistencia tiene que armar otro alboroto para seguir la rima politiquera de la colusión. A sabiendas de que el impeachment de un presidente no puede darse por cositas que hizo como candidato, Davis adelantó ya la cozota. En rapto de decir la verdad y nada más que la verdad, su cliente mentiroso y fraudulento se transfiguró de Al Capone en Nathan Hale. Ahora is more than happy to tell the special counsel all that he knows.

¿Un dossier Cohen?

Este embullo con Cohen Más-Que-Contento es el canto de cisne de la colusión con Rusia. Después de vigilar por un año a Carter Page como si fuera un espía, exprimir a Paul Manafort como si fuera El Chapo, coaccionar a Rick Gates para usarlo como testigo de cargo contra Manafort, así como perseguir a Michael Flynn y George Papadopoulos por decir que dónde dije digo digo Diego, ¿con qué más puede dar la resistencia en su desespero por trabar a Trump con Rusia, si Cohen pasó ya por el tamiz del Congreso y del propio Mueller el Muelero?

Hacia enero de 2017 Cohen se reunió con opositores ucranianos en Nueva York para discutir un plan de levantamiento de sanciones contra Rusia. El dossier Steele lo había reunido ya con funcionarios rusos en Praga hacia el verano de 2016. McClatchy reportó que el Muelero tenía pruebas del viaje secreto de Cohen desde Alemania, pero este juró por su madre que nunca había estado en Praga. Ahora puede recurvar con cualquier cosa, pero… ¿quién se lo va a creer?

Máxime si Davis se embulló tanto que hasta explicó por qué su cliente se había revirado contra Trump. Tras la Cumbre de Helsinki, Cohen “se sintió preocupado por el futuro de USA con su presidente alineado con alguien que toda la comunidad de inteligencia afirma que interfirió en las elecciones y buscó que Trump resultara electo”. ¡Ajá!

Estado Acordeónico de Derecho


Desde el primer día el americano común sabe que Trump tocó con limón a las dos gatitas para que no maullaran en su campaña e impedir berrinche de Melania [1]. Al americano de a pie no le importó que Cohen jurara por su madre que el pago no tenía que ver con la campaña: “What I did defensively for my personal client, and my friend, is what attorneys do for their high-profile clients”. Tampoco le importa que haya jurado ahora, otra vez por su madre y en corte, que Trump ordenó el pago “for the purpose of influencing the election”.

Lo que le importa al común de los americanos es que Trump procedió con sentido común y Cohen se partió con los federicos para salir mejor de malos pasos que nada tienen que ver con Trump. No le importa que Trump tenga la moral conyugal de un gato callejero, sino que el Muellero tenga tanto desespero por atraparlo que Manafort acabó siendo condenado por marañas que datan de muchos años atrás —y muchísimos otros hacen hoy en día— sin tener nada que ver con Trump, pero cayó en el jamo por haber sido rey por un mes en la campaña de Trump. Lo que viene a importarle al común de los americanos es que así su Estado de Derecho se estira para cazar o a unos y se encoge para dejar escapar a otros.
  •     Trump embarajó pagos de su bolsillo a través de Cohen para evitar influencias negativas en su campaña. Hilaria y el Comité Nacional Demócrata (DNC) embarajaron pagos con fondos de campaña como si fueran por “legal services” del bufete Perkins Coie para encargar a Fusion GPS que el exseguroso británico Christopher Steele buscara info negativa sobre Trump en Rusia y malear así su campaña. Mueller sirvió a Cohen en bandeja a los federicos, pero a nadie de Perkins Coie.
  •     Mueller apretó a Manafort y Gates con una ley mohosa por no haberse registrado como cabilderos de entidades foráneas, pero no tocó a Glenn Simpson, fundador de Fusion GPS, ni a Rinat Akhmetshin por no haberse registrado para cabildear en nombre del oligarca ruso-israelí Denis Katsyv, único accionista de la empresa chipriota Prevezon, con el propósito de que Estados Unidos levantara sanciones contra Rusia.
  •     Mucho menos apretó Mueller a Steele por no haberse registrado como cabildero del oligarca ruso Oleg Deripaska, tal como pudiera inferirse de los correos electrónicos de Bruce Ohr, alto funcionario del Departamento de Justicia.
Ni qué decir de trabar a Flynn y Papadopoulos por mentiras inocuas sin hacerlo con Hilaria por declarar al FBI que interpretó la letra C en ciertos documentos como cosa de orden alfabético, en vez de como indicación de “Confidencial”, tal como lo sabe hasta el Bobo de la Yuca.

Visto que la justicia del muelero es ciega de un solo ojo y la prensa dizque liberal no hace ya periodismo, sino agitación y propaganda para caer sobre Trump, el americano común va dándose cuenta de que la política deja de ser la tradicional puja entre los demócratas y los republicanos para convertirse en pleito entre quienes hasta ahora han sido untouchables (establishment) y quienes desde hace poco fueron calificados como despicables (por estar hartos de aquellos).

Y como Trump es el más despicable de quienes han alquilado la Casa Blanca, pero no cree en untouchables —despojó al CIAero Brennan de su taparrabos marca Security Clearance™ y despidió al FBIoso Comey—, ese es el hombre. Y lo será en 2020 si las cosas siguen entre el desespero por tumbarlo y el embullo con sonseras.

Coda


Nota
[1] El desespero es tal que los demócratas olvidan el precedente judicial que forjaron en 2004 con su vice nominado. John Edwards dejó de reportar y se apropió de ciertas contribuciones a su campaña, ilegales por exceso, para desviarlas hacia su querida Rielle Hunter, con quien tenía una hija. Por la dualidad de motivos —así impedía que su familia se enterara del affaire, a la vez que evitaba el escándalo político— Edwards salió absuelto.

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