Esteban Fernandez: TODA MI VIDA HE SIDO OPOSICIONISTA, AHORA NO ME DA LA GANA DE PRESTARME A CRUCIFICAR A DONALD TRUMP...
Por Esteban Fernandez
3 de septiembre de 2018
Yo fui hace años uno de los decepcionados ante la victoria electoral de Barack Obama (desde luego, jamás fui como los pendejos llorando tras la derrota de Hillary) y sobre todo estuve muy triste por la derrota de Mitt Romney, a quien consideré una persona decente en toda la extensión de la palabra. Yo he visto a dos pueblos suicidarse: el cubano el primero de enero de 1959, y el norteamericano el 6 de noviembre de 2012.
Pero me consoló extremadamente la idea de que yo me he sentido mejor toda la vida siendo un sincero oposicionista. Imaginar que hubiera tenido que pasarme cuatro años defendiendo a McCain o a Romney de todos sus detractores (aunque fueran unos santos varones) no me agradaba en lo absoluto. Así es que disfruté mucho defecandome en Obama durante ocho años.
Porque, ya desde el desgradable instante en que se decretó oficialmente el éxito electoral de Obama, me sentí listo para "barrer el piso con él" como le he venido haciendo en el pasado. Me sonreí, dentro de mi tristeza, pensando el gusto que me daría criticándolo durante los próximos ocho años que, con seguridad, serían mil veces peores que los pasados. Yo no soy como los americanos que felicitan cuando pierden.
Nací y me crié dentro de un hogar absolutamente Priísta. Es decir, progubernamental. Todo era alegría, y bienestar económico. Admiraba al Presidente Carlos Prío, y sobre todo a un Representante a la Cámara de San Nicolás de Bari que visitaba mi casa llamado Virgilio Pérez López. Nunca olvidaré el tremendo orgullo que le di a este político cuando le dije: “Señor Virgilio, cuando sea grande yo quiero ser como usted”.
Pero les digo un secreto bien guardado: tengo que reconocer la enorme emoción que me causaba escuchar "clandestinamente" a Eddy Chibás por la radio. Y muchos lectores sagaces se sorprenderán que use la palabra "clandestinamente" porque todos saben que en esa época había libertad de expresión total. Pero lo que pasaba era que en mi hogar se consideraba casi una deserción escuchar a quien era el más formidable adversario del P.R.C. (Auténtico). Pero lo cierto fue que escuchar, y a veces estar de acuerdo con Chibás, fue mi primer gesto inocentemente oposicionista. Desde luego que hoy en día estoy seguro que me hubiera opuesto a Chibás si hubiera llegado a ser Presidente.
El 10 de marzo del 52, tenía yo siete años y al despertar estaba mi padre a mi lado diciéndome: “Vístete, que nos vamos de vacaciones una semana a Guanabo, salimos por unos días fuera de Güines, Batista acaba de dar un golpe de estado”... No tenía ni la menor idea de que quería decir “un golpe de estado” y el nombre de Fulgencio Batista no me resultaba familiar, pero inmediatamente me sentí opositor a su golpe de estado. Al mismo tiempo la idea de irnos para la playa me agradó extraordinariamente.
Mi oposición a Batista fue muy leve e inactiva pero internamente existía. Por dos razones, una por mi corta edad y la otra porque desde 1953, cuando Castro atacó al Moncada, ya mi padre comenzó a inculcarme un odio ancestral contra él... Pero como mi primo el ex alcalde Jaime Quintero Gómez era uno de los dirigentes locales de la O.A. (Organización Auténtica) me encantaba cuando tenía el chance de hablar con él de las actividades oposicionistas y apoyarlo en sus ideas.
Los primeros dos días del año 59 pensé que se rompería mi tradición oposicionista, pero “la alegría duró muy poco en la casa del pobre”. ¡Qué alejado estaba de imaginar que sólo era el inicio de la gran oposición de mi vida, ni que esa oposición duraría 60 años y se convertiría en odio y en obsesión eterna!
Y aquí en los Estados Unidos tuve “una pequeña luna de miel” con John F. Kennedy. Aunque ya nos había traicionado en Playa Girón yo estaba confiado en que nos ayudaría. De eso nada y entonces donde quiera que, a través de muchos años, algún norteamericano sale a rendirle pleitesías al finado Presidente, siempre ha encontrado en mí un oposicionista a esa creencia. El medio siglo de antipatía por el clan Kennedy sólo es superado por mis años en contra del clan de los Castro.
Mi apoyo al resto de los presidentes de este país siempre ha durado lo que el clásico merengue en la puerta de un colegio. Para mí el mejor presidente que ha tenido esta nación fue Ronald Reagan. Sin embargo, quiero explicarles que siendo Gobernador de California le entregué personalmente un sobre enorme lleno de hojas que contenían miles de firmas con direcciones solicitando la libertad de Orlando Bosch, me dijo “Thank you, very much” y la respuesta fue que todos los firmantes comenzaron a recibir solicitudes de contribución a su candidatura presidencial. Y el Dr. Bosch, desde luego, se quedó preso un montón de años. Lo mismo me pasó cuando le envié miles de firmas para la defensa de Juan García Cárdenas y también me tiró a mondongo.
Por lo tanto, aquel descalabro electoral de McCain y de Romney para mí sólo era el inicio de una mas de mis oposiciones. Y de paso, permítanme decirles que inmediatamente ya le tenía enfilado los cañones a Hillary Clinton.
Y actualmente por primera vez en mi vida no me siento ser oposicionista porque solo tengo que sintonizar CNN o MSNBC o leer el New York Times o el Washington Post para estar bien seguro de que con esas mierderas fuentes de "fake News" jamás haré causa común.
Increíblemente, fíjense sin son descarados que hicieron leña con John McCain, cuando se postuló contra Obama, lo acusaron de cuanta mierda encontraron, hasta lo llamaron chivato, cobarde, y como últimamente enseñó fuertes discrepancias con Trump, lo han convertido en un Dios al enterrarlo.
No, esta vez no me da la gana de ser opocionista porque no me sale de las entrañas mezclarme con gente que si Donald Trump regala medio millón de sillas de ruedas a todos los invalidos del mundo van a decir que eran viejas y defectuosas. Coño, por favor si lo único que les falta inventar es que Donald Trump era el presidente del Tribunal de Caifás y ayudó muchísimo a clavar a Jesucristo en la cruz. Por lo tanto, yo no me presto para crucificar a Trump.
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