A DONALD TRUMP SE LE ACUMULAN LOS ATENTADOS DE FALSA BANDERA.
Por Armando Robles
Alerta Digital
30 de octubre de 2018
Los montajes y operaciones de falsa bandera son instrumentos muy eficientes que los poderes usan para legitimar sus hostilidades ante la población. Desde el Gran Incendio de Roma para reprimir a los primeros cristianos hasta los ataques químicos en Siria, este tipo de acciones parece acompañar a la humanidad durante toda su historia. A Donald Trump se le acumulan los atentados coincidiendo con su nivel más alto de popularidad y apoyo entre los electores norteamericanos.
Al menos doce artefactos explosivos han sido enviados en los últimos días contra prominentes figuras progresistas deEEUU, entre ellas Barack Obama, el matrimonio Clinton, el exdirector de la CIA John Brennan -entregado en la sede de la CNN en Nueva York-, la senadora demócrata de raza negra Maxine Waters y el ex fiscal general Eric Holder.
Los últimos dos paquetes sospechosos, interceptados este viernes en Florida y en Nueva York, tenían como destinatarios al senador demócrata Cory Booker y al ex director nacional de Inteligencia, James Clapper. Hasta ahora ninguno de los paquetes ha llegado a explotar, aunque sí han provocado que se elevara el nivel de alerta de las fuerzas de seguridad, que temen encontrar más del mismo tipo en los próximos días. Ayer mismo, once personas murieron y otras seis resultaron heridas durante el tiroteo que tuvo lugar en una sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania). Los atentados se producen a menos de dos semanas para las elecciones ‘mid-term’ del próximo 6 de noviembre y en un contexto de máxima preocupación dentro del Partido Demócrata por los excelentes datos sobre la economía estadounidense y el afianzamiento del liderazgo de Trump.
Contra lo que suele ocurrir cuando los autores de ataques terroristas son personas vinculadas al islamismo, a las autoridades policiales de Estados Unidos les ha faltado tiempo para dar a conocer todos los detalles acerca de los presuntos autores de estos atentados. En todos los casos se trata de hombres blancos, neonazis y seguidores radicales de Trump. El que todos los destinatarios sean miembros del Partido Demócrata o personas contrarias al presidente Trump da por probada la motivación política de los ataques. Es cuestión de horas que se apunte a Trump como inductor de estos hechos. Al no tratarse de potenciales yihadistas, la enajenación mental o los trastornos mentales de los presuntos autores no son siquiera contemplados. Faltaría más.
Parece que esta ola de violencia ha tenido el efecto buscado. El envío de paquetes bomba y el tiroteo en la sinagoga de Pensilvania ha frenado el impulso de los candidatos republicanos de cara a los
comicios de medio mandato, que servirán para elegir a un tercio de la Cámara de Representantes y a la totalidad del Senado.
Cuando se usan eventos terroríficos para justificar acusaciones como la potencial peligrosidad de muchos seguidores de Trump, deben establecerse ciertas premisas y analizar a quiénes benefician los resultados de todo el proceso en conjunto.
Resulta poco más que ridículo creer que el presidente de Estados Unidos se vería beneficiado con el ataque a destacados miembros del Partido Demócrata, cuando no parece haber nadie dentro de este partido capaz de amenazar, ni de lejos, la reelección de Trump en 2020.
Hace sólo un lustro, jamás hubiésemos podido imaginar que pudieran realizarse campañas de tal envergadura contra el presidente de los Estados Unidos de América. La mafia mediática de dentro y fuera de Estados Unidos no ha cejado en el empeño de desacreditar al hombre que rompió todos los pronósticos al convertir en realidad lo que se antojaba una quimera: arrebatarle la Presidencia del país más poderoso de la tierra a la candidata de las elites globalistas, que controlan más del 90 por ciento de los periódicos, cadenas radiales y canales televisivos en todo el mundo.
Estas campañas utilizan algunos de los argumentos tradicionales de la propaganda de guerra, tal y como los definió en 1928 el político británico Lord Arthur Ponsonby, en su libro Falsehood in Wartime y posteriormente precisados por la historiadora belga Anne Morelli en su obra “Principes élémentaires de propagande de guerre”:
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, proclamando y demostrando con sus acciones que el único credo al que está sujeta su presidencia está siendo el americanismo y no el globalismo, está teniendo un efecto inmediato sobre el sistema nervioso de las élites financieras, sus mariachis de Hollywood, sus oenegetas siempre ávidas de dinero y sus putas mediáticas a uno y otro lado del Atlántico.
Lo mejor que podemos destacar de Donald Trump es el mérito de tener tan rabiosamente en contra a tantos y tan grandes canallas. O hijos de puta, según se prefiera. Que sus principales órdenes ejecutivas coincidan con lo que prometió a los electores durante la campaña, no parece haber conturbado la sensibilidad democrática de los que se erigen hoy en paladines de la libertad. Hasta en ese punto, Donald Trump está resultando ser un presidente radicalmente transgresor. Que un mandatario cumpla lo que promete a su pueblo está resultando demasiado turbador para un sistema donde las decisiones y los acuerdos se establecen casi siempre a espaldas de lo que ese mismo pueblo, y no las élites, haya elegido.
Ya antes de que Trump entrara por vez primera en la Casa Blanca como su inquilino, una muchedumbre tomó las calles de la capital del país para reclamar que se alterara la voluntad popular. Descubrimos que una de las organizadoras de “la marcha de las mujeres contra Trump” era Linda Sarsour, una activista islámica cercana a Hamas y promotora de la sharia.
El progresismo se disfraza como nosotros para destruirnos, de la misma manera que en ONGs, redes sociales y manifestaciones progres podéis encontrar a mujeres musulmanas haciéndose pasar por feministas, e incluso haciéndose pasar por católicas. La hembra del cuco pone sus huevos en el nido de la lechuza, pues al ser físicamente parecidos, la lechuza no se da cuenta y cree que son suyos propios y los encuba. Pues lo mismo.
Donald Trump prometió a sus millones de votantes una América americana y no mundializada. Eso significa tener que tomar medidas que sirvan de muro de contención contra el progresismo destructor de los pueblos de raza blanca y también contra la corrupción política y científica. La ideología de Donald Trump está basada en el “nativismo”, que se caracteriza por defender los valores morales tradicionales de la sociedad norteamericana (allí conocidos como “familiy values”) y también por tener como patrón referencial la sociedad americana de los años 50 y 60 del pasado siglo, cuando EE.UU. era un país próspero y con una población de raza blanca abrumadoramente mayoritaria. La hercúlea tarea que Trump está llevando a cabo no consiste únicamente en enderezar el rumbo económico de su nación (los resultados económicos hasta ahora están siendo espectaculares), sino en destruir los perversos planes de las altas esferas para acabar con la América que retoza en cada iglesia, en el trabajo colectivo de cualquier comunidad rural, en el fuego del hogar que aglutina a las familias, en cada interpretación country, en la fuerza de la razón y también en la razón de la fuerza. Los ataques contra Trump nos concierne a todos. Del resultado de su lucha contra los poderes mundialistas, promotores del ateísmo, el multiculturalismo, las ideologías de género, la islamizacion y la disolución de las identidades nacionales, dependerá nuestro destino histórico. Por ello no hay tarea más importante que tengamos por delante que la de servir de contrapeso a la descomunal fuerza a la que nuestro héroe americano tiene ya que enfrentarse. Para ser sincero, nunca pensamos que llegarían tan lejos.
La envergadura del proyecto antiglobalista de Trump es de tal calado que ya ha obligado a los poderes mundialistas y a sus tontos útiles a desprenderse de sus caretas y mostrarnos sus verdaderos rostros. Y ahí los tenemos, promoviendo la invasión masiva de miles de centroamericanos y recurriendo al terror para endosar a Trump la responsabilidad de las víctimas. Mal les deben ir las cosas cuando tienen que recurrir a los atentados de falsa bandera.
El “fenómeno Trump” también está sirviendo para poner al descubierto las vergüenzas de la profesión periodística. Su nivel de mendacidad ha llegado tan alto que hasta el ABC tituló que el supuesto autor del tiroteo en una mezquita de Quebec era simpatizante de Donald Trump y antifeminista. Suponemos que, ya puestos a establecer ese tipo de asombrosos correlatos, la próxima vez que informen sobre el pederasta de Ciudad Lineal, deberían mencionar que en su casa fue encontrado un DVD de Javier Bardem. Nos preguntamos qué principios observan aparte del de servir a sus amos por cuatro duros. El procaz sectarismo de la prensa está permitiendo que millones de personas se liberen de las anteojeras que siempre han llevado. Los medios del planeta están dando visibilidad a las voces detractoras contra Trump, pero no duden ustedes de la existencia de una mayoría silenciosa, en Estados Unidos fuertemente armada, que terminará rompiendo todas las espitas de la corrección política para que el caudal de su inmensa indignación anegue a sus causantes.
En resumen, cada vez estamos más convencidos de que la llegada de Trump al poder no ha sido un capricho de la Historia, sino el regalo providencial que la sobrenaturalidad ha querido hacer al país más importante del Occidente cristiano, acaso como nuestra última oportunidad de cristalizar en un nuevo y operante orden moral lo que hoy se halla difuso y gaseoso. Defender la obra de Donald Trump es no sólo nuestro deber, sino un imperativo moral que da sentido al esfuerzo y el sacrificio de nuestros antepasados. Nosotros somos la única razón de que hayan existido.
Pd.– ¿Es descabellado que observemos una siniestra correlación entre los inductores de la oleada de atentados en Estados Unidos y los promotores de la caravana de miles de centroamericanos que pretenden entrar ilegalmente en Estados Unidos? ¿Se pretende poner a Trump en la tesitura de tener que defender con firmeza las fronteras de su país a pesar de la jaleada presencia de mujeres y niños entre los “invasores”? ¿Comprenderá el pueblo norteamericano que los que quieren presentar a Trump como un irrestricto violento son los mismos que promueven la ideología del globalismo para que Estados Unidos pierda la noción de su identidad racial y cultural?
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