miércoles, diciembre 05, 2018

Esteban Fernández: JOSÉ ÁNGEL GOIRIENA LIMA: UN CASO ENTRE MILES

JOSÉ ÁNGEL GOIRIENA LIMA: UN CASO ENTRE MILES


Coliseo de la Ciudad Deportiva de La Habana o Palacio de los Deportes

Por Esteban Fernández
4 de diciembre de 2018

Muchas cosas que pasaron en Cuba hoy son una verdadera sorpresa para muchos compatriotas.

Por eso les cuento que durante mediados de abril del año 61 (preludio y durante la invasión de Playa Girón) los esbirros castristas se llevaron MILES DE CUBANOS PRESOS. El acabose.

Como no había calabozos para tanta gente entonces llenaron estadios de jugar pelotas, el Palacio de los Deportes y hasta solares baldíos.

No todos eran contrarrevolucionarios, solo tenían que ser sospechosos de no simpatizar con el recién estrenado régimen. Sólo era necesario un chivatazo de un vecino y la turba se llevaba preso a cualquiera. Muchos días sin bañarse, sin afeitarse y dificultándoseles completamente hasta hacer sus más perentorias necesidades. Amenazados de que serían pasados por las armas si la invasión lucía estar ganando la pelea.

Todos estaban hacinando como ganado en infrahumanas condiciones, tirados dentro de un montón, allí lo mismo estaba detenido un guajiro, un abogado o un sacerdote.

Unos se quedaron encarcelados por largo tiempo, otros -como Humberto Sorí Marín, “Ñongo” Puig, Rogelio González Corso, Eufemio Fernández y varios más- fueron fusilados, a los demás los fueron soltando poco a poco.

Varios días después alguien toca a mi puerta. Abrí y era un antiguo amigo del Colegio Americano y del Instituto: José Ángel Goiriena Lima. Era uno de los recién liberados.

(Ciudad Deportiva donde fueron confinados miles  de habaneros en abril de 1961 sospechosos de no simpatizar con la Revolución. El Palmar de Junco en Matanzas fue otro de los estadiums para confinar a sospechosos, los cuales eran vigilados y apuntados con ametralladoras. Fotos y comentario  añadidos por el Bloguista de Baracutey Cubano)

Parecía “la estampa de la elegía”, sucio, barbudo, oliendo mal, y con la ropa completamente ajada.

Le dije: “¿Qué pasó José Ángel?” Y me respondió con otra pregunta: “Estebita ¿tú tienes ducha en tu casa?” Le contesto: “Claro que sí, entra” Y me respondió: “Chico, es que no quiero llegar a dónde está mi abuelita Agustina oliendo a rayos”.

Acto seguido, vino otro problema: mi hermano y yo éramos extremadamente flacos y José Ángel era fuerte como un toro y levantador de pesas. Es decir, nuestra ropa no le serviría.

En eso pasó la vecina Rosa Cohen y le expliqué la situación y me atreví a pedirle que me prestara un pantalón y una camisa de uno de sus hijos, a pesar de que ellos, Lincoln y Franklin Fontanills, estaban apoyando decididamente a la revolución.  No me respondió ni una sola palabra, me viró las espaldas, pero antes de cinco minutos me trajo una muda de ropa para José Ángel de su hijo Franklin.

Acompañé a José Ángel hasta su casa para servirle de testigo ante su abuela Agustina -viuda de Melitón Goiriena- de que habíamos estado varios días de vacaciones en Varadero.

Como es natural -porque ya sabemos que este exilio se ha convertido en un relajo- los hermanos Fontanills, quienes radicalmente se convirtieron en mis enemigos, hoy son médicos en Florida.