Esteban Fernández: LA LEY DE PELIGROSIDAD
Por Esteban Fernández
15 de diciembre de 2018

Es decir que el individuo no tiene que cometer ningún delito, sino que por cientos de diferentes motivos- como expresarse negativamente de la revolución- pasa a ser considerado “peligroso” e ir a parar a un calabozo sin ningún tipo de pruebas o acusación valida.
Eso es algo inconcebible para los norteamericanos y para los que hemos vivido por muchos años a la vera de las leyes de este país. Aquí hasta si alguien nos amenaza de muerte y lo denunciamos a las autoridades estas nos responden que “No pueden hacer nada mientras el que nos amenace no cometa un crimen”.
Pero en Cuba el sospechoso de ser candidato a perjudicar a la tiranía no lo salva ni el medico chino.
Es un régimen hecho a imagen y semejanza de su máximo líder, un tipo que -en vida- fue paranoico, esquizofrénico, psicópata, y temeroso hasta de su sombra.
Desde que puso una pata en La Habana, en enero del 59, mandó 20 recados a los antiguos pandilleros y del llamado “bonche universitario”, para que se pusieran a buen recaudo. ¿Por lo que los crímenes que él sabía habían realizado en el pasado? No, por los que él intuía que podían y eran capaces de hacer en el futuro.
Eliminó a montones de lugartenientes – Aldana, Robaina, Lage, Pérez Roque- por gusto, por sospechas, por alucinaciones, hasta llegar a la injusticia cometida contra su mejor soldado: el general Arnaldo Ochoa Sánchez. ¿Qué crimen había cometido Ochoa? Ninguno, estaba haciendo lo mismo que hacían los demás generales, robar y traficar.
Todo este monumental engranaje y fusilamientos fue producto de la creencia de Fidel Castro de que OCHOA Y VARIOS MÁS PUDIERAN REPRESENTARLE UN GRAVE PELIGRO EN EL FUTURO INMEDIATO. Y para matar “dos pájaros de un tiro” les achacó el tráfico de drogas del cual estaban siendo acusados él, su hermano y toda la cúpula gobernante.
Y de ahí para abajo los castristas han seguido el ejemplo del tirano y consideran que el haberse mantenido en el poder 60 años es gracias a adelantarse a los acontecimientos, a tener siempre las luces largas puestas, a otear el horizonte como si fueran unos búfalos, y esto le ha costado a Cuba miles de presos y ríos de sangre anegando a la nación de una punta a la otra.
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