viernes, marzo 29, 2019

El humorismo de Esteban Fernández: El Soltero Feliz

EL HUMORISMO DE ESTEBITA: EL SOLTERO FELIZ

Por Esteban Fernández
29 DE MARZO DE 2019

Les he hablado varias veces del amor, de los que han tenido la suerte de estar una eternidad felizmente casado. Hoy les voy a escribir sobre los solteros felices.

El soltero hace lo que le dé la gana, no tiene que discutir con nadie en la casa, no tiene que celar a nadie, y no solamente es el árbitro absoluto de su vida sino de algo más importante aún: es dueño del control remoto del televisor.

En la televisión ve el programa que le dé la gana, cambia de canal a su antojo, es más, puede ver 20 programas al unísono o pasarse el día entero viendo Fox News.

Se viste como le de la gana, si quiere se pone una media roja y la otra verde, y hasta puede usar un zapato negro y otro carmelita sin nadie que lo reprenda.

No se siente culpable al admirar y lanzarle piropos a toda belleza femenina que le guste y por lo tanto no tiene nunca que sentirse infiel.

Va al cine solo y si no le gusta la película se levanta y se va sin ninguna explicación. Y viceversa, no tiene que salirse del teatro para complacer a alguien que esté aburrida con la película.

No tiene que ir por obligación a una fiesta, ni a una reunión familiar, ni a una boda, ni a un bautizo, ni a un cumpleaños de un niño.

Casi nunca tiene que regalarle nada a nadie, y los pocos regalos que hace los puede llevar envueltos en un cartucho. Todo el mundo acepta de buena gana que un hombre soltero es incapaz de envolver y ponerle una moña a un obsequio.

Puede acostarse cuatro horas en el sofá de la sala a leer un periódico, o a dormir la siesta, a ver en Internet los escritos de Esteban Fernández, sin que nadie le diga que “Vaya a hacer algo mas productivo”.

Se acuesta a dormir cuando quiera y se despierta a la hora que le de la gana. Y puede dejar un trabajo sin tener que darle explicaciones a nadie.

No tiene que tener miedo a criticar la comida que le sirven en el restaurante, mientras el casado vive con temor y sin poder quejarse jamás de lo que le cocina su cónyuge.

Puede coger una foto, sin marco, ponerle un pedazo de “scotch tape” en el reverso   y pegarla en la pared.

Puede poner en la sala una enorme bandera cubana de adorno y nadie lo regaña. Puede llegar borracho a la casa, con manchas de pintura de labios en la camisa y oler a perfume barato de fletera y no pasa nada.

Puede fumarse cinco tabacos consecutivos dentro de la casa y dentro del carro, contar los mismos cuentos 20 veces, repetir mil veces los chistes de Álvarez Guedes, y andar con el mismo t-shirt empercudido tres días consecutivos y nadie le dice nada.

Logra decir mil veces que “mi madre era la mejor mujer del mundo, cocinaba los mejores frijoles negros y me hacía la más rica sopa de pollo cuando tenía catarro” y a nadie le molesta eso.

No hay que ir de vacaciones a ver museos y obras de arte en Europa, no hay que congraciarse con los suegros, ni ayudar a mover la posición de los muebles de la sala casa seis meses, ni hay que separar la ropa blanca y la oscura a la hora de lavarla.

Y a la hora de la vejez absoluta, cuando haya que usar “pampers”, tranquilamente pueden irse a un asilo de ancianos en Miami, donde haya Diario Las Américas, juegos de dominó, se hable mal del comunismo, encontrar allí por lo menos tres o cuatro viejas que todavía estén buenas y que receten Viagra. LOL.