sábado, junio 01, 2019

Alberto Roteta Dorado: Costa Rica, cuidado con la injerencia castrista.

Costa Rica, cuidado con la injerencia castrista.


Por:  Dr. Alberto Roteta Dorado.

Santa Cruz de Tenerife. España.- El 29 de abril quedó firmado un convenio de colaboración docente entre el gobierno de Costa Rica y el régimen comunista de Cuba. Resulta llamativo que el proyecto, denominado Memorando sobre educación, fuera el hecho más significativo de la reciente visita de Bruno Rodríguez, el ministro de Relaciones Exteriores de la isla, a la nación centroamericana. 

El canciller cubano se las agenció para convencer a algunas personalidades costarricenses para la aceptación de un convenio que “permitirá llevar a cabo intercambio de buenas prácticas educativas de profesionales en temas académicos, organización conjunta de conferencias, así como apoyar acciones para el desarrollo sostenible, educación especial y estudiantes talentos”. 

Esto ha suscitado un rechazo unánime de aquellos que con verdadero sentido visionario han percibido las pretensiones que puedan esconderse tras este intento de aproximación en materia de educación entre ambas naciones. 

No es un secreto que el régimen castrista continúa en su afán de extenderse por América Latina. Las “misiones” médicas están siendo cada vez más rechazadas tras demostrarse ante el mundo el verdadero rostro de lo que algunos han llamado nueva esclavitud. Ya en Honduras y Ecuador apenas quedan profesionales sanitarios cubanos. La historia de Brasil con su programa Mais Medicos es bien conocida. Solo puede hablarse de masividad en el caso puntual de Venezuela, lo que, una vez eliminada la dictadura chavista de Nicolás Maduro, se irá a bolina.  

De ahí que se acuda a la docencia  –ya sea en modalidades de enseñanza directa en las aulas, o en forma de proyectos conjuntos en materia de metodología de la enseñanza y de la investigación, como se quieren insertar en Costa Rica– como variante, no solo para obtener la recompensa monetaria resultante de la exportación del capital humano, sino para continuar en su labor de proselitismo político.   

A solo una semana de la firma del acuerdo el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República de Costa Rica publicó en su página oficial   (https://www.rree.go.cr/index.php) un comunicado en el que se precisa que: “no se pretende ni se ha programado traer docentes de ese país (refiriéndose a Cuba) para ejercer en las aulas costarricenses”.

Esperemos que se cumpla lo que con tanto énfasis se ha escrito, toda vez que resultará demasiado nociva la presencia directa de docentes cubanos en un país cuyo sistema democrático está considerado uno de los mejores de la región, y donde los índices de criminalidad y de violencia son envidiables si se les compara con los indicadores de naciones cercanas como Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, amén de su desarrollo económico sobresaliente en el contexto regional, y lo principal, que su sistema educativo es de excelencia; logros que se deben, en gran medida, al hecho de haberse mantenido bien distantes de la tendencia izquierdista, algo tan de moda por estos lares en las últimas décadas a partir de la intromisión del llamado Socialismo del siglo XXI. 

En la citada página también se insiste en la idea de que el convenio educativo “no busca causar ni ha generado ningún cambio en los contenidos curriculares de nuestros programas de estudio, que son dictados de manera exclusiva y excluyente por el Consejo Superior de Educación (CSE), que es un órgano de carácter constitucional (…) ninguno de los múltiples convenios, acuerdos y manifestaciones de mutuo interés que el gobierno de Costa Rica ha suscrito con países con los cuales mantiene relaciones diplomáticas compromete o afecta de modo alguno la soberanía en materia educativa”.

Estas explicaciones detalladas demuestran la inconformidad de los educadores y educandos de Costa Rica. De lo contrario, solo hubiera aparecido una nota explicativa acerca de la firma del convenio, pero sin entrar en tantos detalles que a modo de justificación diplomática tuvieron que asumir los directivos del gobierno en esta esfera. 

Entre las personalidades que se oponen firmemente a la presencia de docentes cubanos en Costa Rica se encuentra el diputado Dragos Dolanescu, quien criticó de manera enérgica el convenio y sentenció que su país podría resultar vulnerable a un adoctrinamiento hacia el comunismo. Según Dolanescu “nuestros maestros podrían enseñarles a los cubanos cómo se vive en democracia y libertad, en civismo y respeto por los demás”, amén de haber insistido en que los maestros cubanos van a enseñar a manejar armas terroríficas, o exaltar las personalidades de los asesinos comunistas Fidel Castro y Che Guevara. 

El político costarricense está en lo cierto, solo que además de que los maestros de su país podrán enseñarle a los cubanos sobre temas de democracia y libertad, también tendrán que hacerlo en diversas materias de las que los maestros de la isla son desconocedores por excelencia. La incultura, la mala educación, la vulgaridad, los malos modales, la desfachatez, la corrupción, la carencia de vocación verdadera por el magisterio, entre otros tantos aspectos, caracterizan a la educación cubana actual. 

Recordemos que el sistema educacional cubano ha pasado por diversas crisis durante estas seis décadas de comunismo impuesto. Los proyectos de las escuelas formadoras de maestros, la utilización de estudiantes de carreras universitarias para dar clases en la enseñanza secundaria ante el déficit marcado de docentes de este nivel, la rapidez con que se formaron (o mal formaron) los llamados maestros emergentes, los planes de profesores generales integrales, etc., son todos fracasos del sistema educativo cubano, el cual está bien desacreditado ante el mundo, aunque determinadas organizaciones e instancias internacionales se encarguen de resaltar unos logros inexistentes. Téngase en cuenta que las cifras numéricas y porcentuales son falsificadas para dar la imagen de una calidad incierta.  

Pero transcurrido un mes de la legalización del “memorando de entendimiento” para “cooperación educativa” el pueblo costarricense decidió tomar las riendas del asunto y dedicar el tema central del más reciente foro en la sede de la Asamblea Legislativa, celebrado el jueves 30 de mayo, en San José, al álgido tema de la penetración comunista cubana en la educación de Costa Rica, una de las más prestigiosas de Latinoamérica.  

¿Cómo el régimen castrista podrá justificar la exportación de educadores cuando el sistema educacional de la isla se les desmorona cada día, y resulta bien conocido por todos que la carencia de maestros es uno de los grandes problemas que enfrentan las autoridades del Ministerio de Educación?
A pesar de que en el comunicado de la página citada se precisa que no habrá participación directa de maestros cubanos, todos sabemos que se comienza por modalidades sutiles de penetración, y una vez afianzados se pasa a una segunda fase de injerencia masiva, en la que, de concretarse el proyecto, podrían invadir los colegios ticos para imponer los caprichos del “hombre nuevo”, ese que dejó de reflexionar debido al adoctrinamiento, y que actuando de manera autómata se limita a repetir lo impuesto por los manipuladores de su pensamiento. 

Se sabe que los comunistas cubanos para todo tienen una respuesta. Bajo el ropaje del llamado internacionalismo proletario – un anquilosado concepto retrógrado procedente de los lejanos tiempos de los soviets– se van propagando por el mundo cual malignas plagas. Lo que menos le interesa al desgobierno cubano es ofrecer ayuda educacional, sanitaria, o de cualquier otra índole; sino sobrevivir en medio de su extinción, y seguir promocionando la falsa imagen de un sistema cuya razón de ser es la aniquilación de la individualidad humana.  

Su supervivencia en medio del caos de Venezuela –de cuyo régimen han vivido de forma parasitaria en los últimos tiempos– hay que garantizarla de algún modo, y esta modalidad de prestar asistencia educativa pudiera ser la nueva forma de apropiarse del mayor por ciento de las ganancias de sus nuevos colaboradores, siendo al propio tiempo los transmisores de una ideología degradante y temeraria de la que deben estar bien alertas los costarricenses.