EL 10 DE OCTUBRE, HACIA UNA REIVINDICACIÓN DE SU SIGNIFICADO.
Por Dr. Alberto Roteta Dorado.-
10 de octubre de 2019
Rueda dentada de La Demajagua. Foto de archivo
Caballeria mambisa
Santa Cruz de Tenerife. España.- El comunismo no solo destruye a las naciones desde el punto de vista material, sino que aniquila la espiritualidad y deteriora la ética y la moral humanas. La maldad de quienes lo promueven es capaz de penetrar en los pueblos donde se ha impuesto este régimen sin que quede nada libre de sus malévolos efectos. La historia no está exenta de dicha terrorífica influencia, de ahí que los encargados de “encausar” a sus adoctrinados súbditos por los nuevos caminos siempre se han propuesto cambiar el curso de la historia adaptándola a su conveniencia.
La tergiversación de hechos históricos, la omisión de relevantes sucesos y la sobrevaloración de otros asuntos de aparente insignificancia son herramientas utilizadas por aquellos que de manera inescrupulosa intentan reconstruir la historia de los países esclavizados por las doctrinas socialistas.
Cuba, la pequeña nación caribeña que, lamentablemente, este año está conmemorando los sesenta años de la presencia de un régimen de tipo comunista, no escapó de este peculiar rasgo distintivo del sistema propuesto teóricamente por Marx en un pasado no tan remoto. La falsa caracterización de la etapa conocida en Cuba como pseudorepública, o República Neocolonial, esto es, el medio siglo entre 1902 con la instauración de la República de Cuba y la llegada al poder del dictador Fidel Castro en 1959, constituye un preciso ejemplo en este sentido.
Los historiadores al servicio del régimen comunista cubano solo se han limitado a destacar los aspectos negativos de los presidentes y gobiernos antes de la llamada revolución cubana. En contrapartida a esto han hecho una hiperexaltación de aquellas “bondades” del nuevo sistema impuesto por el revoltoso barbudo devenido en comandante en jefe, presidente, primer ministro y hasta doctor honoris causa.
Comienza así la triste historia tergiversada de la nación cubana en la cual van quedando en el olvido fechas trascendentales como el 20 de mayo de 1902, día del nacimiento de la República de Cuba tras la breve ocupación norteamericana luego del fin de la guerra liberadora de España de 1895, o el 10 de octubre, día tomado como referente en el inicio de las luchas independentista de Cuba a partir del simbólico llamado de Carlos Manuel de Céspedes desde el ingenio de la Demajagua.
Otros hechos son recordados no en su real dimensión, sino con fuertes dosis de veneno comunista y de propaganda castrista. Se destacan así los días del nacimiento y la muerte de José Martí (28 de enero y 19 de mayo respectivamente) en los que se utiliza el paradigma del extraordinario héroe de Dos Ríos para lanzar oprobios contra lo que consideran “imperialismo yanqui”, se solidaricen que la tiranía venezolana, o cualquier otra cosa inconsistente y bien distante del verdadero significado de estos acontecimientos.
Pero dejando a un lado las fechas significativas del colosal autor de Versos Libres, y el día del nacimiento de la República de Cuba, limitémonos al 10 de octubre, el glorioso día que un buen hombre de ideas demasiado liberales para su tiempo asumió la noble labor de defender a su patria del sometimiento del gobierno español.
Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874), un hacendado cubano de posición acomodada, doctor en derecho, masón y hombre ilustrado, un 10 de octubre de 1868 liberó a sus esclavos, muchos de los cuales le acompañaron en la contienda conocida como la Guerra de los 10 años; siendo este el verdadero día de la Rebeldía Nacional, el día en que, según José Martí, “los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua”; y no el 26 de julio como ha establecido el régimen castrista, el terrorífico día en que se produjo el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en la región oriental de la isla.
No es que se oculte el 10 de octubre. Esto sería demasiado, aunque de los comunistas no se puede dudar jamás nada. Realmente se sigue haciendo referencia a este acontecimiento, aunque con menor énfasis, al extremo que muchos cubanos no tienen en la actualidad una idea exacta acerca del significado de este acontecimiento y de lo que ocurrió realmente este día. Se ha mantenido como un día festivo y los medios oficialistas hacen referencia con alguna breve reseña a la figura de Céspedes.
En cambio se ha impuesto el 26 de julio – olvidando a ex profeso la idea martiana de “los misterios más puros del alma”– como una fecha trascendental, cuando en realidad se trata de acciones terroristas y de fracasos estratégicos del Movimiento 26 de julio liderado por el entonces joven Fidel Castro. Para el nuevo día de la rebeldía el desgobierno cubano dispuso tres días festivos y sendos actos y tenidas. La tradicional “entrega” de obras sociales que al cabo de los pocos meses muestran sus deficiencias por la premura ante el “compromiso” de “entrega”, así como el traspaso de la sede del acto central por la celebración de una provincia a otra, siguen siendo los aspectos más característicos del impuesto día.
Aún son recordados los kilométricos discursos del delirante y egocéntrico desaparecido “comandante”, los que se extendían entre seis y ocho horas mientras el adoctrinado pueblo cubano resistía el sol, la lluvia, el cansancio, la sed y el hambre; pero asistían toda vez que en sus centros de trabajo se llevaba el estricto control de los obreros destacados y cumplidores en su compromiso con la revolución.
Así las cosas, ya apenas se sabe acerca del glorioso día de nuestra rebeldía, del verdadero, del que marcó el inicio de la gesta independentista de 1868. Esto resulta lamentable y cuando reconstruyamos nuestra verdadera historia tendrá que ser considerado como uno de los aspectos de mayor significado y trascendencia toda vez que, como expresó el propio José Martí:
“Yo siento en este instante sobre todos nosotros la presencia de los que en un día como éste abandonaron el bienestar para obedecer al honor (…) de los que cayeron sobre la tierra dando luz, como caen siempre los héroes, exige de los labios del hombre palabras tales que cuando no se puede hablar con rayos de sol, con los transportes de la victoria, con el júbilo santo de los ejércitos de la libertad, el único lenguaje digno de ella es el silencio”.
La imagen del Padre de la Patria deberá ser rescatada del olvido para situarla sustituyendo al dictador Fidel Castro, quien se propuso ocupar el protagonismo de todos los hechos de la isla, aunque para esto se tuviera que tergiversar el curso de la historia de Cuba. La disparatada idea de que el viejo delirante sea el padre de todos los cubanos deberá ser borrada para siempre cuando vuelva a reinar el orden y se restaure la inspiradora idea del bien.
Mientras, recomiendo la lectura de los extraordinarios discursos que nuestro José Martí, el más grande y genuino de los hombres que nació en suelo cubano, pronunció en New York en recordación de la gran fecha olvidada, lo que constituye el ejemplo más fehaciente para demostrar la connotación histórica y el significado práctico, y a la vez simbólico, del 10 de octubre.
Durante su estancia en Estados Unidos de América Martí recordó cada 10 de octubre convocando a los emigrados cubanos a reunirse para rendir homenaje al considerado Padre de la Patria, y al propio tiempo evocar su grandioso y altruista gesto emancipador, el día en que “los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: "¡Ya sois libres!", amén de incentivar en los cubanos del exilio el espíritu guerrero que conduciría finalmente al inicio de la segunda gesta independentista cubana.
En su intervención en el Masonic Temple, Nueva York, en 1888, por motivo de la recordación de la señalada fecha, José Martí expresó:
“Miente a sabiendas, o yerra por ignorancia o por poco conocimiento en la ciencia de los pueblos, o por flaqueza de la voluntad incapaz de las resoluciones que imponen a los ánimos viriles los casos extremos, el que propale que la revolución es algo más que una de las formas de la evolución, que llega a ser indispensable en las horas de hostilidad esencial, para que en el choque súbito se depuren y acomoden en condiciones definitivas de vida los factores opuestos que se desenvuelven en común”.
Palabras vigentes hoy como nunca toda vez que el pueblo cubano permanece en una eterna “
hostilidad esencial” de la que debe salir con urgencia, por cuanto, como muy bien expresó el Apóstol cubano, la revolución va más allá de ser una manera de evolución para trascender como elemento indispensable, y para detener e impedir el mal curso de los pueblos en manos de aquellos que “
por ignorancia o por poco conocimiento en la ciencia de los pueblos” los mantienen esclavizados.
Un año antes, durante el discurso pronunciado también en Masonic Temple, New York, por la conmemoración del 10 de octubre fue capaz de convocar a los cubanos del exilio a asumir su deber como protagonistas de la futura contienda. En este sentido expresó:
“¿Por qué estamos aquí? ¿Qué nos alienta, a más de nuestra gratitud, para reunirnos a conmemorar a nuestros padres? ¿Qué pasa en nuestras huestes que el dolor las aumenta y se robustecen con los años? ¿Será que, equivocando los deseos con la realidad, desconociendo por la fuerza de la ilusión o de nuestra propia virtud las leyes de naturaleza que alejan al hombre de la muerte y el sacrificio, queramos infundir con este acto nuestro, con este ímpetu, con este anuncio esperanzas que sin culpas cuando puedan costar la vida al que las concibe, y el que las pregona no puede realizarlas?”
Sabias palabras que deberán inspirar a todos los cubanos, donde quiera que estemos, en asumir nuestro deber como parte integrante de esas huestes plenas de dolor, cual reflejo de aquellas del pasado siglo XIX, a las que se refirió el Apóstol en uno de sus históricos discursos en conmemoración por el 10 de octubre.
Cúmplase entonces la sabia voluntad del Maestro bendito y reivindiquemos hoy la figura de Carlos Manuel de Céspedes y el glorioso día de la verdadera Rebeldía Nacional:
“¿Con qué palabras, que no sean nuestras propias entrañas, podremos ofrecer otra vez a la patria afligida nuestro amor, y decir adiós, adiós hasta mañana, a las sombras ilustres que pueblan el aire que está ungiendo esta noche nuestras cabezas? ¡Con velar por la patria sin violentar sus destinos con nuestras pasiones: con preparar la libertad de modo que sea digna de ella!
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