sábado, enero 04, 2020

La letra de Trotsky. Andrés Reynaldo: Cuba comienza el 2020 con las estadísticas de un Estado fallido y la máscara del estado de sitio.'


La letra de Trotsky

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'Cuba comienza el 2020 con las estadísticas de un Estado fallido y la máscara del estado de sitio.'
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León  Trotski y su guardia personal


Por Andrés Reynaldo
Miami
04 enero 2020

Leon Trotski, el más culto y no el menos canalla de los bolcheviques, veía una relación entre profecía y liderazgo. Según Trotski, los cambios en la "conciencia de las masas" responden a "necesidades objetivas" (¿recuerdan esas frases?) susceptibles de explicarse en teoría. Oportunidad, entonces, para el líder-profeta.

Dicho sin metatranca: a veces se ve venir la ola. En Cuba, eso no es nada nuevo. Siempre hay una ola en el horizonte. Ayer, Fidel conseguía desviarla hacia Estados Unidos. Hoy, Raúl tiene que arreglárselas para que el cubano de a pie se la trague. De la tesis de la válvula de escape a la tesis de la olla sin fondo, Cuba comienza el 2020, como tantos otros años, con las estadísticas de un Estado fallido y la máscara del estado de sitio.

Hace un tiempo, cuando el establishment del diálogo en ambas orillas preparaba el cambio-fraude que financiaría Washington, Raúl dijo que Cuba implementaría una fórmula de transición ecléctica. Si la nación es el ajiaco de etnias, culturas y creencias, la dictadura es la caldosa de modelos de opresión y corrupción. Con un Castro a perpetuidad en el trono.

En efecto, como en China y Vietnam, el castrismo ha creado una fidelísima (nunca tan a tono el término) clase media de funcionarios, profesionales, cuentapropistas y artistas e intelectuales; como en Rusia, una oligarquía industrial y financiera vinculada al narcotráfico, el lavado de dinero y contrabandos de todo género; como en Angola, un imperio familiar, con una hermética mafia vasalla compuesta principalmente por miembros de la vieja guardia.

(Manuel Marrero)

En los dos últimos años, esta configuración mostró sus nuevas caras. Las designaciones de Miguel Díaz-Canel como presidente, y de Manuel Marrero como primer ministro, obedecen a la necesidad interna de conceder una representación a esa nueva clase. Puesto que el verdadero poder reside en el Partido y los militares controlados por Raúl, a este "relevo generacional" se le otorga la gestión de una parte de la economía, el ejercicio de una parte de las funciones y el disfrute de una parte de lo que se roba al pueblo. Además, tienen la ventaja de los fusibles caseros:  son fácilmente reemplazables.

La caldosa raulista está limitada por la falta de recursos energéticos, así como la imposibilidad (¡estuvieron a un pelo!) de insertarse en la economía global como un Estado-factoría con una notable industria turística. (China es el cuarto productor mundial de petróleo; Vietnam tiene las terceras reservas de crudo en Asia; de Rusia y Angola ya sabemos.) Ante la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la recobrada influencia de la gusanera de Miami en la política hacia la Isla, cabe imaginar a Raúl como un agraviado Michael Corleone en la tercera parte de El Padrino: "Just when I tought I was out, they pull me back in!" ("¡Justo cuando yo pensé que estaba afuera, me metieron de nuevo!")

Aun en un ámbito celosamente vigilado, la piñata castrista no consigue pasar inadvertida, tal como pasaron los lujos de los jerarcas de la vieja guardia y, en particular, de Fidel y Raúl, en épocas sin Instagram ni Facebook. Pesaba también el simulacro ideológico. La Cuba comunista de la dictadura sin mercado tenía que propagar la consigna de la resistencia estoica. La Cuba fascistoide de la dictadura con mercadito ha de mostrar que allí, a pesar de los pesares, se goza. Por la rendija de ese contraste se escurren los indiscretos excesos de los hijos y nietos del poder.

Para observar la Letra de este año, nadie en mejor posición que Raúl, con su policía, sus sociólogos y sus chivatos. Obvia tiene que ser su profecía: seguir gobernando con un puño de hierro. La fuerza, Raúl, la fuerza. Volviendo a Trotski, el carnicero que pacificó a Rusia: "No creer en la fuerza es como no creer en la gravedad". A ver si aguanta la olla.