13 de marzo de
El presente artículo se elabora complaciendo peticiones de que escribiera sobre los sucesos acaecidos el 13 de marzo de 1957. Aclaro, como autor, que no simpatizo con ninguna de las partes involucradas. Solo deseamos historiar sobre un acontecimiento importante sobre el que existe mucho desconocimiento e interés. No sé si las personas se habrán hecho alguna vez las siguientes interrogantes: ¿De quién fue la idea de atacar el Palacio Presidencial? ¿Qué hubiese sucedido si el Directorio tenía éxito en sus planes? ¿Cuál era la visión del Directorio, de José Antonio y otros allegados sobre Fidel Castro? ¿Cuál fue la reacción de Castro al conocer lo sucedido? ¿Correspondieron los planes originales con los sucesos que en realidad ocurrieron? Yo tengo mis respuestas históricas a esas preguntas, voy a compartirlas. Utilizaré mis mejores armas para este tipo de investigaciones. Me disculpan su extensión, resulta imposible omitir importantes detalles de lo sucedido.
Introducción.
Desde la creación del Directorio Revolucionario (brazo armado de los universitarios) su tesis fundamental era utilizar las armas, de las cuales tenían mínimo conocimiento y entrenamiento, pero la tesis de “golpear arriba”, o sea, eliminar físicamente a Batista, era una vieja idea de los auténticos más beligerantes (en esta organización había varias tendencias).
El plan de un ataque comando no fue precisamente de la organización estudiantil, este tipo de acción fue planteada por un grupo conocido como “Los Gallegos”, veteranos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, de tendencia auténtica (Carlos Gutiérrez Menoyo y Eduardo García Lavandero eran sus líderes, este último preso y eliminado en un intento de fuga del Príncipe, donde se asegura que Faure Chomón tuvo mucho que ver en que no se rescatara a Eduardo). Evelio Prieto, depositario de un arsenal de armas de los auténticos, garantizaba el necesario equipamiento militar para una acción como la planificada.
Históricamente en Cuba se ha planteado que el ataque al Palacio Presidencial fue una operación armada del Directorio Revolucionario (el mismo Echeverría lo proclama en su famosa e inoportuna arenga) cuando en realidad la mayor parte del grupo eran hombres de militancia auténtica (aún cuando los dirigentes de esta no los respaldaran), con el apoyo del Directorio estudiantil, o sea, todo lo contrario a lo que se afirma.
A pesar de la firma de la Carta o Pacto de México, por José Antonio Echeverría y Fidel Castro, el 30 de agosto de 1956, llama la atención, como al producirse el alzamiento del 30 de noviembre y el desembarco del Granma, el Directorio no hizo absolutamente ninguna acción de apoyo a los castristas. Se ha afirmado que la organización estudiantil carecía de armas para esa fecha, pero es que el estudiantado ni siquiera realizara una “tángana”… ¡Nada!
Fidel Castro era bien conocido de sus tiempos universitarios y existían fundamentadas sospechas sobre sus verdaderas intenciones y se tenía idea de las pretensiones en caso de llegar al poder. Existen acontecimientos posteriores que confirman todo esto, incluso, ya estando muertos muchos de sus más enconados críticos (recuerden el camión de armas para la Universidad en enero de 1959 y el discurso de Castro de ¿Armas para qué?). Armas para evitar justo lo que sucedió después.
Destacados miembros del Directorio pasaron después en enero de 1959 a la oposición anticastrista y el asaltante y sobreviviente de los sucesos del 13 de marzo de 1957, Ricardo Olmedo Moreno, encargado del grupo que enfrentaría la guarnición palatina estuvo involucrado en un plan de atentado a Castro y fue fusilado. Otros optarían por el exilio.
Se cuenta que cuando Fidel Castro supo de esta acción en la Sierra Maestra, su primera reacción fue decir: “Están locos” (Claro, si tenía éxito este ataque, dejaba de existir una justificación a su presencia en la Sierra Maestra y su liderazgo cedería ante los jóvenes que fueron a una acción prácticamente suicida). Eso está documentado hasta en una entrevista y se hizo público para molestia de Castro. Otro detalle… ¿No había sido el Moncada en 1953 una locura también?
Los hechos del 13 de marzo de 1957.
Batista había recibido una confidencia sobre un probable ataque que sería encabezado por Menelao Mora. ¿Cuándo? No se sabía. A través del coronel Orlando Piedra, se le dijo a Cándido Mora, afín a Batista, que disuadiera a su hermano de esa terrible idea para evitar derramamientos de sangre… No se comunicaron los Mora por la enemistad existente entre ambos por cuestiones políticas.
El general Roberto Fernández Miranda, sin conocimiento y aprobación de Batista, instaló por su cuenta, dos ametralladoras calibre .30 debajo de las escalinatas del Palacio y principalmente, la ubicada a la derecha, cubría también la entrada trasera del Palacio, por donde penetraron los atacantes. Las municiones para éstas fueron adquiridas con una amplia donación hecha por un conocido amigo suyo ingeniero cubano, al constarse que las municiones dadas por órdenes del Jefe del Estado Mayor Conjunto, no servían y eran viejas.
En la oficina central del SIM había un oficial encargado de monitorear las transmisiones radiales y en cumplimiento de sus funciones, escuchó cuando José Antonio Echeverría tomó los estudios de Radio Reloj en Radiocentro y divulgó la arenga anunciando que en ese momento se estaba atacando el Palacio Presidencial y que acababa de ser ajusticiado el tirano Fulgencio Batista. Cosa completamente falsa. Batista no había sido asesinado. El gran error de José Antonio Echeverría permitió en buena medida contrarrestar el ataque y desbarató el factor sorpresa pues, se adelantó e hizo su alocución-anuncio radial unos 15 minutos antes que el ataque, efectivamente, comenzara.
El comandante Armando Acosta, Jefe del Departamento de Represión del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), había ordenado, desde días antes, se patrullara el Palacio las veinticuatro horas con dos carros del SIM dando recorridos circulares, el primero en un radio más cerrado (pegado al Palacio) y el otro en un círculo un poco más amplio, relevándose continuamente. El 13 de marzo eran los carros 72 y 69 los que realizaban la misión.
El oficial del SIM, al oír la alocución de Echeverría, inmediatamente se comunica por la radio móvil con los carros del grupo de Represión, incluyendo a los que estaban patrullando Palacio y pregunta si hay alguna novedad. El carro 72 que estaba en una de las esquinas norte contesta que todo estaba tranquilo y el carro 69, que se encontraba haciendo la circunvalación más amplia, contesta “informaré cuanto antes”. Al acercarse a la esquina opuesta, es cuando ve que empiezan a atacar el Palacio y apresuradamente así lo reporta y se disponen a repeler la agresión. Este reporte es oído por muchos otros carros del SIM que comienzan a responder.
Viajando por la Calzada de Columbia hacia La Habana, el comandante Armando Acosta en su vehículo del SIM, escucha el informe del ataque e inmediatamente da órdenes al SIM para que manden inmediatamente todos los carros del Dpto. de Represión (eran unos 20 carros) al Palacio. El Jefe del SIM en esos momentos considera la orden “muy amplia” y solo manda 4 ó 5 vehículos. El carro de Acosta inmediatamente viaja veloz hacia Palacio, con las luces encendidas, sirena y un control remoto para cambiar automáticamente las luces de los semáforos. Este vehículo era conocido como “El Puntero” y encabezaba los desplazamientos móviles de Batista.
El carro 72, al mando del cabo Eustacio Morales Cruz, se había estacionado cerca de la esquina sureste del Palacio. A uno de sus hombres quien fue de los primeros en repeler el ataque, le partieron la garganta de su arma de un balazo. El carro 69, al mando del sargento Fidencio Delgado, llegó y se estacionó en la esquina suroeste del Palacio, cerca de los cigarros Partagás, cerrando así el envolvimiento. Ambas unidades se batirían a tiro limpio con los atacantes.
A las 2:46 de la tarde dos automóviles y un camión habían partido rumbo al Palacio Presidencial con aproximadamente 46 asaltantes (38 de ellos en el camión) de los cincuenta previstos. Una de las gomas traseras estaba ponchada, lo que obligaba a disminuir la velocidad de marcha y a tener cuidado en los giros, pues los muelles, con el peso de las armas y el personal, cedieron. A ello hay que agregar, que próximo al Barrio Chino el chofer del camión extravió la ruta, teniendo que regresar.
A las 3:24, dos jóvenes detuvieron un ómnibus de la ruta 14, en la calle Chacón, situándose en el estribo delantero. Unos metros atrás marchaba un autobús M-1. Por Monserrate subían los autos seguidos del camión de reparto color rojo con el rótulo comercial “Fast Delivery, S.A.”, chapa 362-735.
Al siguiente minuto, los cinco vehículos coincidieron al costado de Palacio, en la cuadra de Colón, limitada por Zulueta y Monserrate. De súbito el camión se detuvo como si hubiera sufrido una interrupción mecánica. Uno de los autos pasó a su izquierda a moderada velocidad hasta quedar situado frente a la puerta de acceso a la residencia palatina. El otro se detuvo también junto al carro rojo de reparto. Eran exactamente las 3:25 de la tarde.
Enseguida se precipitaron los acontecimientos. Del primero de los vehículos, conducido por Luis Almeida Hernández, descendió un grupo de jóvenes precedidos por Carlos Gutiérrez Menoyo —armado con una M-3— y José Castellanos Valdés —con una Thompson— que se lanzaron corriendo hacia la entrada del Palacio.
– ¡Ahora! ¡Al asalto! – se oyó gritar a uno de ellos.
Las primeras ráfagas barrieron la puerta abatiendo la posta custodiada por el soldado Mario Verdaza Romero, a los cabos José Rodríguez Lugo y Carlos M. Hernández, del Ejército. Todos cayeron muertos.
La guarnición, policías y efectivos del SIM ripostó. Del ómnibus de la 14 y del autobús bajaron otros insurgentes, mientras al estampido seco de las armas automáticas se incorporaban las explosiones más secas y amplias de las granadas de mano. Ya, desde los pisos superiores también abrían fuego cerrado. El vehículo de la COA, atrapado en la línea de fuego, fue acribillado a balazos, en tanto el transporte de la otra empresa, más afortunado, lograba eludir la zona de peligro.
La ametralladora calibre .30, ubicada en la arcada de la escalera de los embajadores, fue rápidamente puesta en posición de combate y con su fuego, unido al de otros miembros de la guarnición que se encontraban descansando en el cuartel de la planta baja, comenzó a realizar fuego concentrado contra la puerta de Colón, matando o hiriendo a muchos atacantes, los que se vieron obligados a acceder al segundo piso por la escalera del ala izquierda. Una granada logró silenciarla y los atacantes que habían logrado mantenerse en el local del oficial de guardia irrumpieron en el patio central, lo que extendió el combate en toda la planta baja.
Como a los siete minutos de empezado el ataque, el radiotelefonista del SIM trata de comunicarse nuevamente con el comandante Acosta pero ya éste no contesta, pues había llegado a Palacio. Acosta había llamado al telefonista de Palacio Presidencial y pregunta por dónde era el ataque, a lo que éste responde que por la Calle Colón y también informa que el Presidente y su familia estaban bien. Acosta, acompañado de un soldado y de su chofer, el soldado Toral, bloquean la entrada norte de Palacio parqueando el auto frente a la puerta principal, calle Refugio (entrada de Embajadores), por donde el vigilante de dicha puerta les da acceso y se suman a la defensa.
Los atacantes, entretanto, se habían adueñado del vestíbulo. El sargento Ríos intentó detenerlos, parapetado tras una columna. Al cambiar de posición quedó al descubierto y cayó alcanzado por las balas. Así, la vanguardia atacante, gana la escalera de mármol que llevaba al segundo piso. Otros permanecieron en la planta baja en una acción protectora, enfrascados en plena balacera con la guarnición. Miembros de las Fuerzas Armadas, surgían de todas partes para rechazar el asalto.
La muerte empezó a clarear las filas del comando de auténticos y estudiantes. Desde el Palacio de Bellas Artes, atravesando el parque Zayas, otro grupo corrió a reforzar el ataque. A mitad del camino, una ametralladora calibre .50 funcionó en la azotea palatina. Las trazadoras, como una línea de chispas, marcaban la dirección de los proyectiles diezmando a los que avanzaban.
Los insurgentes quedaron divididos en tres segmentos. Un grupo de ellos, no más de quince, se abrió paso hasta el segundo piso. Otro se mantuvo en el vestíbulo y en el patio, aferrado a sus posiciones. El tercero frustrado en el propósito de atravesar la cortina de fuego que descendía de las azoteas y ventanas de la mansión ejecutiva, se desplegó hacia las zonas aledañas atrincherándose en los contornos. A poco tenían que resistir las primeras incursiones de las perseguidoras que rápidamente convergían hacia la zona beligerante.
Los asaltantes que alcanzaron la segunda planta se dividieron en dos grupos. Uno de ellos, formado por Carlos Gutiérrez Menoyo, Luis Gómez Wangüemert, Luis Almeida Hernández, José Castellanos Valdés y Luis Goicochea Quirós, avanzó hacia el ala oeste y logró llegar hasta el Salón de los Espejos. Desde las ventanas que dan a la terraza norte comprobaron que llegaban varios carros patrulleros de la policía y se situaban en la Avenida de las Misiones, por lo que dispararon sobre ellos. Luego continuaron en busca de su objetivo fundamental: Batista.
Fueron a parar hasta las puertas del despacho del General – Presidente. La despedazaron con una granada, pero cuando fueron a penetrar, un militar, el sargento Ramos, los rechazó con una ráfaga de ametralladora. Lanzaron más granadas, que bien por defectos de fabricación o por inexperiencia en su manejo, no estallaron. Luego se comprobó que casi ninguna hizo explosión. Luis Almeida se extravió en el pasillo que conduce al Salón de los Espejos y quedó separado del grupo.
Gutiérrez Menoyo ordenó subir a la tercera planta, pero el cerrado fuego del sargento Armando Alemán Gómez impedía avanzar por la escalera. Uno de los viejos empleados de la casa presidencial, refugiado tras una mesa, se vio frente al cañón de una ametralladora.
– Pronto, ¿dónde está Batista?
El aterrorizado mayordomo balbuceó unas palabras confusas. Posteriormente Rasxach (ese era su apellido) contó que Batista y su Ministro de la Presidencia, Andrés Domingo y Morales del Castillo, estaban tomando el café cuando comenzaron los disparos. De inmediato ambos salieron del despacho presidencial y, tomando la puerta privada de los presidentes situada en el local donde trabajaban el ayudante militar de guardia y el ujier, subieron al tercer piso seguidos por el ayudante militar.
Su captor, joven, trigueño, de gesto duro, iba a repetir la pregunta cuando uno de sus compañeros le gritó desde el pasillo.
– ¡Vamos por aquí!
Los integrantes del pequeño grupo revisaron el parque que les quedaba y comprobaron que estaba casi agotado. Este factor los obligaba a iniciar el repliegue regresando a la escalera del ala sur, donde se unieron al otro grupo.
Testimoniaba Luis Goicochea:
"Salimos del despacho y nos dirigimos hacia una escalera de caracol para tratar de llegar al tercer piso. Inútil. Desde la azotea y el piso de arriba nos disparaban despiadadamente... Estábamos ya cortos de municiones... La ametralladora de Carlos se había encasquillado, Castellanos tenía los cargadores vacíos. El grupo de apoyo no había aparecido por parte alguna".
Carlos Gutiérrez no perdía su optimismo:
– ¡Muchachos, ya estamos en el tercer piso, vamos! – gritaba –. Machadito le señaló la necesidad de traer como refuerzo a los compañeros que combaten desde la planta baja. Carlos estuvo de acuerdo y fue a buscarlos, acompañado de Castellanos.
José Castellanos encabezaba la marcha, pero al llegar al espacio abierto, donde comienzan los escalones, fue alcanzado por disparos hechos desde el tercer piso y rodó mortalmente herido escaleras abajo: Al ver caer a Castellanos, Menoyo dio un salto y se situó en el lugar donde había caído su compañero, listo a responder el fuego, pero otra ráfaga, muy probablemente del sargento Armando Alemán Gómez, lo derribó sin darle tiempo a nada.
El comandante Rams, ayudante del Presidente, desde el tercer piso con la familia presidencial pudo repeler la agresión eficazmente y evitar que tomaran las instalaciones del teléfono y así mismo, ordenó al ascensorista que detuviera el elevador en el tercer piso, de manera de cerrar el acceso a dicho piso. El elevador solo bajó al segundo piso cuando el general Fernández Miranda pudo llegar a dicho lugar, comunicarse directamente con el Presidente quien, después de confirmar ciertos datos de seguridad, autorizó al ascensorista bajara a recogerlo.
Luis Gómez Wangüemert, por los asaltantes, tomó el mando y ordenó concentrar el fuego contra el lugar de donde partían los disparos de la guarnición palatina para cubrir la retirada, la que debía efectuarse de uno en uno hasta la planta baja. Machado, herido en una pierna, disparó una larga ráfaga con su M-2 en dirección al tercer piso, bajando apresuradamente en compañía de Evelio Prieto y Berto Valdés rumbo a la calle Monserrate, sin dejar de disparar a diestro y siniestro.
En plena retirada Machadito comprobó que su gran amigo Juan Pedro Carbó Serviá no había salido aún y regresó al recinto, encontró a Carbó y le ayudó a salir. Este había sido herido en el momento que descendía del camión, había perdido sus espejuelos —sin los cuales apenas veía nada— y hasta el arma, pero aún así entró. En medio de la balacera un proyectil rozó los labios de Juan Pedro… quemándolos, después del ataque, este se burlaba diciendo que la muerte lo había besado.
Goicoechea, Carbó y Gómez Wangüemert se internaron en el parque Zayas. El primero eludió las balas, atravesó Monserrate y escapó por Villegas. A Carbó, con dos balazos en el cuerpo, lo recogió una ambulancia. Estudiantes de Medicina le facilitarían luego su fuga del hospital Emergencias. Gómez Wangüemert pereció.
Ángel Eros logró llegar a una de las avenidas aledañas y escapó en un auto. Tony Castell abandonó su encasquillado fusil, escondió la pistola entre sus ropas y atravesó Zulueta, Prado y otras calles, hasta llegar a casa de su tía en Perseverancia y San Lázaro. Gómez Sartorio se refugió en un hotel cercano hasta la madrugada siguiente, cuando disfrazado de mecánico, burló el cerco policial.
Alfonso Zúñiga intentó arrancar el auto, en el cual había venido Carlos. Faure, herido en una nalga (Faure toda su vida insistió que era en la cadera y un brazo, pero los mismos participantes decían que en la nalga) le advirtió que el otro auto tenía la llave puesta.
“Yo corro, cojo la máquina, la pongo al nivel de la otra máquina. Faure se monta (con una herida en la cadera es muy extraña esa agilidad), le paso el M-1, todo eso bajo las balas, le digo a Ricardo Olmedo, que monte. Pero él me contesta que no puede, estaba muy mal herido y sin bajarme, con el pie en el acelerador, le di la mano y lo senté al lado mío. Partí velozmente” testimonió Zúñiga.
Entre las 3:45 y 4:00 de la tarde sucumbió el último de los asaltantes acorralado en el segundo piso. También perecieron Evelio Prieto, José Briñas, Menalao Mora y otros. La batalla se había desplazado hacia el exterior.
La guarnición mantuvo el dominio de partes importantes como el acceso de la puerta de la calle Refugio y la puerta del garaje por la calle Monserrate, lugares por donde se incorporaron al combate gran cantidad del personal de la guarnición y otros como la sección de la Marina ubicada en el castillo de La Punta, quien cumplió con la misión de dirigirse a Palacio, pero no con la de atacar a los asaltantes por detrás. Uno de los tanques cubrió la puerta de la calle Colón para prevenir cualquier intento de repetir el asalto.
De los 46 hombres (34 auténticos, el resto estudiantes) que habían llegado al Palacio Presidencial a las 3:15 p.m., solo un grupo muy reducido, varios de ellos heridos, pudo escapar y 26 perecieron. La lista de muertos fue la siguiente: Carlos Gutiérrez Menoyo, Menelao Mora Morales, José Castellanos Valdés, Luis F. Almeida Hernández, Abelardo Rodríguez Mederos, Ubaldo Díaz Fuentes, José Luis Gómez Wangüermert y Maiquez, José Briñas García, Evelio Prieto Guillama, Adolfo Delgado Rodríguez, Eduardo Panizo Bustos, Pedro J. Esperón Álvarez, Reynaldo León Llera, Norberto Hernández Nodal, Pedro N. Monzón Martínez, Pedro Téllez Valdés, Enrique Echeverría Acosta, Mario Casañas Díaz, Gerardo Medina Cardentey, Eduardo Domínguez Aguilar, Ángel González González, Ramón Alfaro Betancourt, Celestino Pacheco Medina, Ormani Arenado Llonch, Pedro Zaydén Rivera, Carlos Pérez Domínguez. Tras su alocución en Radio Reloj y camino a la Universidad también muere el presidente de la FEU José Antonio Echeverría Bianchi.
Un parte oficial refiere la cifra de más de 85 oficiales y alistados de la compañía de la Policía Militar de Palacio que estaban o se presentaron el día de los hechos, a estos se sumó un grupo de cadetes que se graduaba y serían recibidos en Palacio. Valientemente se incorporaron a la defensa del recinto elevando la cifra de defensores a más cien efectivos. El periódico El Crisol en su edición del viernes 15 reportó las siguientes bajas militares: cabo del ejército Carlos Manuel Hernández; cabo de la policía José Miguel Rodríguez Lugo; sargento del ejército Emilio de los Ríos; soldado Mario Verdeza, capitán de la policía José Ramón Puig y uno sin identificar en el necrocomio. Otros 28 resultaron heridos.
Fue la Policía Nacional y no el Ejército, las fuerzas que desde el exterior llevaron la contraofensiva en contra de los asaltantes, inexplicablemente los refuerzos que desde Columbia debía enviar los Tabernilla, llegaron cuando había finalizado todo. Esto despertó grandes suspicacias en Batista.
¿Correspondió lo sucedido con los planes originales?
Siempre se habla de una cuestión fundamental en el plan de ataque a Palacio que nunca llegó a materializarse: la entrada en combate de un grupo de apoyo de cien hombres armados, de los cuales en realidad se presentaron unos cincuenta, que debían ocupar los edificios más altos de los alrededores (La Tabacalera, el Hotel Sevilla, el Palacio de Bellas Artes) y, desde estas posiciones, apoyar al comando principal. Esta operación de apoyo nunca se realizó y sería encabezada por Ignacio González (Marcelino Manen o Manet, quizás Gumersindo Manet era su verdadero nombre).
La operación contaba con suficientes hombres y armas para lograr sus propósitos, pero las intrigas de Faure Chomón dentro del Directorio y decimos intrigas… porque, Carlos Gutiérrez Menoyo se opuso a que se destituyera a González, cuestión que Chomón había solicitado y se nombrara a Luis Gómez Wangüemert al frente de la operación de apoyo (todo esto a espaldas de Echeverría y Fructuoso) evitaron que el resto de las fuerzas actuaran, pues estando acuarteladas, no recibieron a tiempo el aviso para la acción, responsabilidad asignada a Chomón, según su justificación, lo hizo por no poner en peligro la operación donde el "Gallego González" había reclutado a múltiples semi-gangsters que indagaban detalles de la operación, por lo que Faure propuso le quitaran el mando. En tres palabras: Faure no avisó.
Los responsables de los distintos acuartelamientos eran: Ramón Rodríguez Milián, Calixto Sánchez White (responsable de una toma del aeropuerto de Rancho Boyeros, que tampoco se hzio) y Osvaldo Révola, que quedaron fuera de la acción, como sucedió también con las fuerzas de Jorge Valls y Willy Morales.
Un puesto de mando estaba montando en la Universidad de La Habana, pero esto carecía de sentido pues nunca se lograron comunicaciones con los asaltantes. Dos camiones cargados de armas serían “rescatados” después en las proximidades de Palacio posteriormente.
La acción del 13 de marzo fue un rotundo fracaso militar insurreccionalista que culminó con un tremendo baño de sangre y en los días siguientes el pueblo hizo demostración pública de apoyo a Batista, pero esa es otra historia, también tergiversada.
Un saludo para todos.
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