Todos los trámites anteriores ocurrieron gracias a que los militares sublevados (el día 11 de agosto se sublevó La Cabaña y marcharon hasta el Castillo de la Fuerza) se detuvieron en el Castillo de la Fuerza, pues el objetivo de los militares sublevados no era luchar contra Machado sino presionar para que renunciara; por otra parte, Machado había ido al Campamento Militar de Columbia y la respuesta del jefe de ese campamento, el Coronel Rogerio del Castillo le había expresado: ¨General, póngase a buen recaudo y salve su vida y la de su familia¨. Machado regresó, hizo los trámites antes narrados, y posteriormente con sus familiares y algunos de sus más cercanos seguidores se fue del país. El escritor Roberto Luque Escalona en su libro Los niños y el tigre escribe que Machado antes de irse almorzó, durmió la siesta y posteriormente se fue vía aérea a Nassau. Gerardo Machado y Morales tendría garras y dientes, no por gusto llegó a ser el general más joven del Ejército Libertador (terminó la guerra con el grado de Coronel pero posteriormente fue ascendido a General) pero no era ni asno ni cobarde.
Más adelante en la misma página 55 del libro del Dr. Cao se lee:
(Sucesión de Presidentes y gobiernos no elegidos en elecciones en 1933: General Alberto Herrera Bianchi convertido en un ´santiamén¨ Secretario de Estado para poder ser nombrado Presidente, Presidencia que le traspasó inmediatanamente a Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, el cual fue depuesto por militares y estudiantes, le sucedió la Pentarquía (José M. Irrisari, Porfirio Franca, Guillermo Portela, Ramon Grau San Martín, y Sergio Carbó; a Batista, que en la foto sin recortar está al lado de Carbó, se le invitó a pertenecer a la Pentarquía pero el declinó esa invitación) y Ramón Grau San Martín, quién ocupó alegadamente el cargo de Presidente porque los restantes miembros de la pentarquía fueron renunciando y Grau argumentó que cómo el Directorio Estudiantil no se había retirado de la junta de organizaciones de la revolución que conformaron a la Pentarquía el se quedaba al frente del Gobierno. A los aproximadamente 126 días de su ¨gobierno de los 100 días¨ el Directorio Estudiantil se autodisolvió en una reunión en la Universidad de La Habana y Grau, ante esa situación, tuvo que dejar la Presidencia de un gobierno que no fue constitucional (Grau rehusó jurar con la Constitución de 1901 por ella tener la Enmienda Platt) ni elegido democraticamente en elecciones por el pueblo cubano. Es importante conocer que en su gobierno constitucional y democraticamente elegido de 1940-1944, Grau no tenía en cuenta a las dos Cámaras del Congreso cubano para gobernar ni aún cuando en el Congreso su partido tuvo la mayoría dos años después de comenzado su mandato. En ese período firmó más de 17 000 dictámenes personales. Durante la Presidencia de Carlos Prío Socarrás (1948-1952) que era también del Partido Auténtico y al que Grau había ayudado a ser Presidente (lo que trajo el disgusto de Eduardo R, Chibás y la creación del Partido Ortodoxo), Grau tuvo sus desavenencias con Prío y fundó otro partido político; es poco conocido que en un momento de la década de los años 30 del siglo XX Grau fue separado del Partido Auténtico al que posteriormente se reintegró. Grau, en 1958 y pese a su edad, no le dio paso a otra figura de su partido político para aspirar a la Presidencia de Cuba ya que ¨padeció¨ de mesianismo, esa enfermedad de la que adolecen tantos políticos. No se conoce que personalmente Grau haya robado, aunque en su gobierno estuvieron presente la corrupción y el pandillismo político)
Hago notar estas dos siguientes observaciones para que el lector reflexione y saque conclusiones sobre la impronta que dejó ¨el Machadato¨ en la población cubana de aquellos tiempos:
- Que pese a Orestes Ferrara haber estado muy vinculado al gobierno de Gerardo Machado, el fue elegido por el pueblo cubano para ser uno de los delegados a la constituyente que le daría a Cuba la muy relevante Constitución de 1940.
- Que el Partido Liberal, que fue el que llevó a Gerardo Machado a la Presidencia de la República en 1925, ocupó el segundo lugar (empatado con el partido político liderado por el ex Presidente Mario García Menocal) en el número (17) de delegados a la Constituyente de 1939 de la cual surgió la Constitución de 1940., el cual fue sólo superado por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) que alcanzó 18 delegados.
Dos libros de memorias: Ocho Años de Lucha y Orestes Ferrara. Una mirada sobre tres siglos que nos dicen respectivamente los puntos de vista de Gerardo Machado y Morales y de Orestes Ferrara sobre diferentes períodos de la historia política de Cuba. Libros escritos por Gerardo Machado y Orestes Ferrara.
De cómo comenzó a caer la noche en Cuba
Alberto Lamar Schweyer, autor de Cómo cayó el presidente Machado: una página oscura de la diplomacia norteamericana.
Por Armando de Armas
Marzo 12, 2020
El libro de Alberto Lamar Schweyer
Cómo cayó el presidente Machado: una página oscura de la diplomacia norteamericana, publicado originalmente por Espasa-Calpe, en 1934, y reeditado por Exodus, en 2020, es un texto-testimonio fundamental para entender la historia de Cuba por al menos los últimos noventa años que, por si fuera poco, se lee de un tirón como si de un thriller político se tratase.
Contrariamente a lo que se nos ha asegurado por parte de la historiografía al uso en ambas orillas, y coincidiendo con Lydia Cabrera, Gastón Baquero y Orestes Ferrara, la Revolución del 33 es uno de los acontecimientos más funestos de la historia isleña, al punto que puede apuntarse que con la caída del general Gerardo Machado se desencadenan los problemas sin solución en la isla para recalar en las miasmas de 1959.
Así la Revolución del 33 es un antecedente directo de la revolución castrista. Suele oírse el lugar común, repetido hasta la saciedad, de que sin Batista no hay Castro. Pero lo cierto pareciera ser que sin el 33 no hay Batista; ni tampoco Castro. Hasta el 33 prevaleció la República de los hombres de la independencia, la soñada por Martí, Maceo, Gómez, Céspedes, Agramonte, Francisco Vicente Aguilera y tantos otros. Es el periodo en que Cuba empieza a sedimentar una élite -después que la élite nacional hubiese sido escabechinada durante treinta años de guerra contra España- y a erigir grandes obras arquitectónicas como el Capitolio Nacional y la Carretera Central.
Pero después del 33 empieza la República de los revolucionarios, sin apego a la ley y con la voluntad de gobernar a punta de metralleta. A partir de ese momento tenemos una República que se aleja de lo constitucional y apuesta decididamente por lo social; por una democracia social. La misma Constitución que se dieron los cubanos en 1940, tan cantada aún, es un ejemplo de cuán hondo habían calado en el imaginario nacional las reivindicaciones revolucionarias y sociales.
Es un periodo de mucha inestabilidad política, de mucha violencia, de grupos gansteriles dirimiendo las querellas revolucionarias a tiro limpio en las calles, de la inauguración del terrorismo en la isla, del terrorismo a gran escala como método de lucha válido para alcanzar el poder.
(Orestes Ferrara, primero de izquierda a derecha en la foto y al centro el Presidente Gerardo Machado y Morales Fotos en el texto añadidas por el Bloguista de Baracutey Cubano)
En Cómo cayó el presidente Machado se lee: “Se mataba y se moría exactamente como entre los gánsteres de Chicago y con las mismas ametralladoras “Thompson”. Además, los jóvenes terroristas cubanos introdujeron un arma nueva y terrible: la escopeta de caza con el cañón recortado y cargada de balas de diversos tamaños. Con este equipo y con bombas de dinamita, por ellos mismos confeccionadas, se lanzaron a batir a Machado. No murió Machado, que estaba en Palacio o en su finca, pero, en cambio, murieron numerosas personas”.
(Presidente y general de la independencia de Cuba, Gerardo Machado.)
Y continúa el escritor: “Esto debió haber creado en la opinión pública un movimiento de repulsa hacia el sistema. Posiblemente, en el fondo de la conciencia ciudadana existió ese movimiento, pero nadie se atrevió a manifestarlo. Era extremadamente peligroso ir contra la opinión de aquella muchachada armada en guerra. Los estudiantes habían llegado a la conclusión de que su inexperiencia y su mocedad eran intangibles y que el error era sagrado por ser de ellos. Defendían a sangre y fuego sus teorías políticas y aunque muchos ignoraban quién fue Cromwell lo remedaban en su firmeza de criterio, si bien no en otras cualidades que él tuvo y de las que ellos carecían”.
Rubén Martínez Villena -poeta comunista admirador de Stalin- bautizó a Machado como el Asno con Garras, pero en La Habana, “un niño de cuatro años fue destrozado por una bomba cuando paseaba con su madre. Fue el día de Jueves Santo de 1933 y la bomba iba destinada al Dr. Orestes Ferrara, secretario de Estado. Ese mismo día de Jueves Santo hicieron explosión en La Habana, en el espacio de dos horas, más de treinta bombas. Algunas fueron puestas en las iglesias, y en la del Santo Ángel, junto al Palacio Presidencial, hizo explosión una de ellas”; nos cuenta Lamar Schweyer en su libro.
Estos grupos parecen estar convencidos de que la República no era la de Martí y de que ellos, por decreto histórico, eran los elegidos para cumplirle el sueño a Martí. Ellos sólo cumplían el mandato martiano.
Contaba Baquero que con la caída de Machado la Universidad de la Habana cae al punto de no recuperase nunca más, pues las cátedras no fueron ocupadas teniendo en cuenta el aval académico sino el aval revolucionario. De modo que la degradación de la enseñanza universitaria en Cuba no la empieza Castro sino los revolucionarios del 33, Castro es más bien un producto de esa degradación. En consecuencia, el hombre nuevo en Cuba es bastante viejo, no lo inventa Castro, Castro mismo es un espécimen de hombre nuevo.
En entrevista con la escritora Nedda G. de Anhalt para el libro Dile que pienso en ella, el poeta dice: “La Universidad de La Habana era una de las mejores de América. Se eclipsó con la caída de Machado (…) A Cuba se le rompió la columna vertebral con esa caída y nunca más pudo marchar el país”.
(Gerardo Machado en la Guerra de 1895)
Pero tan importante como el declive de la universidad a manos del revolucionarismo -al punto de que Castro no inventa aquella aberración de que la Universidad para los revolucionarios, pues ya desde 1933 las cátedras universitarias eran ocupadas en la isla no por los intelectualmente más dotados sino por los más revolucionarios- fue el declive del Ejército de la República que como consecuencia directa de la caída del general independentista se convirtió poco a poco en un Ejército de revolucionarios donde, como en el caso de Fulgencio Batista, se podía pasar de la noche a la mañana de sargento a coronel sin haber estado no ya en una academia militar sino sin ganar, o siquiera participar, en una batalla.
Asegura Lamar Schweyer en su libro que Machado garantizaba el orden en la isla a pesar del terrorismo desatado y que por la fuerza era inamovible: “Hacía falta algo más. ¿Qué podía hacerse? En revolución armada nadie osaba pensar. Machado estaba más fuerte que nunca. Tenía tras sí el ejército mejor organizado de Latinoamérica. Ese Ejército no se mezclaba en política”.
Y eso que hacía falta, según nos lo presenta el autor, no fue otro que el embajador estadounidense Benjamín Sumner Welles que, lejos de mediar como se ha dicho, no hizo otra cosa que socavar los intentos de Machado y su Gobierno por sostener el orden y una salida honorable de la crisis, aún a costa de abandonar el poder y dejarlo en manos del general Alberto Herrera –respetado entre los militares y los civiles-, y apostar por los chicos de las ametralladoras y las escopetas recortadas. Por cierto, situación que se repite con Batista en 1958 cuando el Departamento de Estado no acepta otra salida en Cuba que no fuese la de Castro y sus muchachos armados en la Sierra Maestra; por si las dudas ver el libro El Cuarto Piso, 1962, del embajador estadounidense Earl E. T. Smith.
Y de un Ejército y una Policía profesionales en la primera República, pasamos a un Ejército y a una Policía compuesta por revolucionarios en la segunda. De manera que lo que ocurre a finales de los cincuenta en Cuba no es más que una revuelta de revolucionarios que querían el poder contra revolucionarios ya establecidos en el poder. Batista mismo no es otra cosa que un revolucionario. Castro y sus guerrilleros jamás hubiesen vencido al Ejército profesional de la primera República, uno que había peleado y se había fogueado, formado en una guerra real, no en escaramuzas como las libradas en la Sierra Maestra comparables, si acaso, al asalto de un bar en Chicago en los tiempos de Al Capone. El folclor y el furor de los barbudos castristas no hubiesen aguantado un round a las letales tropas del general José Miguel Gómez; más prusiano que cubano en cuanto a su formación militar.
Con la Revolución del 33 se rompe el equilibrio entre el pensamiento de izquierdas y el de derechas, y viene a primar el de izquierdas; sin conciencia cabal de ello. Al punto que las lides electorales en la isla a partir de ese momento se dan entre la izquierda y la izquierda. El supuesto ogro de la derecha isleña, Fulgencio Batista y Záldivar, no sería más que un socialdemócrata radical. Ese desbalance, escoramiento ideológico a la izquierda, está entre los elementos que nos llevan directamente a la dictadura de Castro. No sería así descabellado afirmar que la Revolución del 33 culmina exitosamente en 1959 (a pesar del interregno de la Constitución de 1940 y los muy democráticos gobiernos auténticos de Grau y Prío). Es algo que sin dudas merece más estudios, pero por ahora el análisis desapasionado apunta a esa hipótesis. Castro recoge los frutos de lo que se había iniciado en el 33.
De la República nacionalista pasamos rápidamente a la República social, primero, y a la socialista después. De modo que Machado (1869-1939), como anticipo del destino de muchos cubanos debido a esa infausta fractura, descansa aún hoy en el Cementerio Norte de Woodlawn, en Miami. La lectura del libro de Alberto Lamar Schweyer -lúcido testigo de los acontecimientos que cuenta- sería imprescindible para comprender cómo es que comenzó a caer la noche en Cuba.
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