viernes, enero 06, 2023

Día de los Reyes Magos en Cuba el 6 de enero de 1956 VIDEO: CABALGATA DE REYES MAGOS 2023 DESDE MADRID en DIRECTO

CABALGATA DE REYES MAGOS 2023 DESDE MADRID en DIRECTO

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EL NO DIA DE REYES 


La Epifanía del Señor


Por Gilberto Dihigo.
6 de enero,2023

-La “humana” revolución cubana eliminó todo lo que oliera al imperio yanqui y en esa renovación de nuevos valores decidió descartar a los Reyes Magos para que no entregaran más juguetes a los niños socialistas y de esa forma acabaron con esa ilusión “burguesa”.

Melchor, Gaspar y Baltasar fueron considerados agentes enemigos, infiltrados ideológicos, que pretendían reblandecer las mentes infantiles, ya no se podía hablar de ellos como hacedores de alegrías inofensivas el 6 de enero. Ya no eran necesarias las carticas de los niños debajo de la almohada, esos secretos no podían revelarse al enemigo.

Por supuesto ya la tradición de la Nochebuena, con el lechón asado y otros comestibles también había sido abolida por la pujante revolución que necesitaba- según explicaron- a todo el pueblo en los campos de caña para forjar nuestro futuro de nación privilegiada que edificaba el socialismo. Esa palabra mágica que nos llevaría a la abundancia, la equidad social y sobre todo a la democracia.

Y una herramienta importante de la equidad fue el invento de la prosopopéyica libreta de productos comerciales, el metro de la verdadera igualdad dentro del “cacastrismo”, el dador de esperanzas en el consumo. Ese pasaporte fue el vehículo para distribuir los juguetes a los niños, los futuros hombres nuevos de la Cuba revolucionaria.

Así, de la noche a la mañana, los niños cubanos que ya tenían la bendición de no ver muñequitos americanos como el Pato Donald y otros evidentes agentes del imperio como el ratón Mickey y Pluto se desligaban también de los camellos y aquellos extranjerizantes reyes magos.

¡Uf! hasta la palabrita resultaba sospechosa. Reyes Magos…. La inteligencia del inmortal partido decidió que los niños no necesitaban tantos juguetes para divertirse y conformaron la "castrisíma" trinidad del juguete básico, no básico y el dirigido.

El básico podían ser bicicletas, artículos súper disputados, triciclos u otros de mayor cuantía y solamente se agarraba uno por niño. Pero se daban los casos que después de una larga fila solo quedaban juegos de yaquis en el dirigido y eso se lo compraban a los varones.

Al principio mantuvieron la fecha del 6 de enero, pero después como toda nuestra felicidad de ser hombres nuevos giraba por el mes de julio y el 26, pues los cerebritos del partido ungieron al 27 de julio como la fecha que los cubanitos recibirían sus regalos y se llamaría esa fecha “día del niño”.

En ese proceso modernista los muchachos ya no redactan carticas burguesas, nada de eso, marcaban en las colas junto a sus padres para obtener los juguetes. Ya no aspiraban a un determinado regalo sino recibían el que después de la cola podían comprar sus progenitores.

De esa manera la ilusión desapareció, se perdió la ingenuidad de todas las generaciones que nacieron posterior a 1959 porque ya todos sabían que los reyes no existían y mucho menos Santa Claus o San Nicolás, quien pese a su ropa roja, símbolo indiscutible del comunismo, tampoco encontró abrigo dentro de la isla.

Pero parafraseando la canción… “se acabó la diversión llegó el periodo especial y mandó a parar” con los cambios al vapor que realizó el camaleónico sistema para sobrevivir y mantenerse en el poder, como los antiguos “explotadores capitalistas”, ahora son amigos de la revolución y gerentes de firmas en las sociedades mixtas y el regreso victorioso del señor o señora en detrimento del ajado compañero.En todos esos cambios la constante fue el dólar, la moneda maldita del imperio.

El poderío del dólar, o de una moneda especial como el fabricado “Cuco” de esteroides castrista engendrado después, relegó al maltrecho peso a la nada, al poco valor, a lo insignificante.

Y en esa nueva vida dentro de la isla donde los que tienen son los que valen - Como decía Delcina, mi madre, “si Tin tiene, tin vale, si tin no tiene, no vale”- Los que poseen el dinero fuerte son los que pueden comprarles juguetes a sus hijos, porque ya desaparecieron del horizonte de la grey infantil los tres iluminados comisarios del castrismo: el básico, el adicional y el dirigido.

Los agudos gerentes del castrismo ahora recuerdan de nuevo el 6 de enero como la llegada de los reyes, claro sin hablar de manera directa de ellos, y colocan especiales en las tiendas de dólares para los juguetes. A fin de cuentas el socialismo no se perjudica si ganan dinero para construirlo y de paso mantiene en el poder a los elegidos de la gerontocracia.

Alicia en el país de las maravillas celebró su fecha de nacimiento con aquella memorable canción que decía “feliz no cumpleaños te doy, te doy”. Los niños cubanos desde hace 50 años tienen un “feliz no día de los reyes” que les da el “humano” régimen cacagastrista.


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Tomado de http://zoevaldes.net

Día de Los Reyes Magos.


Por Zoé Valdés


Las carencias obligaron muy pronto a mi madre y a mi abuela a confesarme que los Reyes Magos no existían. El castrismo prohibió bastante temprano la idea de esos Reyes capitalistas que repartían juguetes a diestra y siniestra. No lo hicieron de un tajo, porque todavía recuerdo que en una ocasión mi abuela me llevó a una tienda donde había un hombre disfrazado de rey mago, y puedo recordar vagamente la vidriera de Flogart, y algunas otras vidrieras, la de La Época; aunque todo eso lo tengo bastante borroso. Total, que de buenas a primeras, el sistema para adquirir juguetes cambió radicalmente, se acabaron los Reyes Magos, y los tres barbudos se disolvieron en uno sólo. Otra ilusión muerta.

Mamá empezó a pasar noches haciendo cola para un teléfono público. La cola para poder conseguir una llamada desde aquel aparato negro triplicaba la vuelta a la manzana. El teléfono se hallaba situado bajo las arcadas frente al Parque Habana, en la calle Muralla, junto a mi escuela primaria (hoy Fondo de Bienes Culturales, después mudaron mi escuela para la calle San Ignacio). Tampoco era fácil comunicar con el Centro desde donde se repartían los turnos que daban el derecho a comprar los juguetes del Día de Reyes, había que discar y discar, una y otra vez. A mi madre se le hinchaba el dedo de tanto meterlo en el disco descascarado. Tenía el derecho a veinte intentos, si en esos veinte intentos no lo conseguía debía volver al final de la cola, coger otro turno, dormir noches y madrugadas para que no le quitaran el puesto. A veces pagaba al de atrás de ella para que la dejara llamar hasta cincuenta veces. Todo eso sucedía tres meses antes o más, no recuerdo bien, al Día de Reyes, durante el castrismo, claro, y mientras hubo Día de Reyes.

Las madres debían dar el apellido del niño. A mí siempre me tocaba el último día, por lo de la V de Valdés, y entonces había que navegar con suerte para que en ese último día nos concedieran uno de los primeros números. Lo que nunca fue el caso. En consecuencia, año tras año, las opciones a las que pude acceder, eran las mismas, o casi…

Sólo teníamos derecho a tres juguetes por niño. El básico, el no básico, y el dirigido. El básico era el juguete más importante y caro, el no básico era el de menor importancia y menos caro, el dirigido era el impuesto por el gobierno, el que había que comprar obligatoriamente, y por supuesto, el más barato. Yo soñaba con una bicicleta y con patines, esos eran juguetes básicos, preferencialmente para varones. A las niñas nos tocaban juguetes “de niñas”, muñecas, juegos de tocadores, cocinitas, en ese orden… Cuando nos llegaba el turno de compra a mi madre y a mi ya sólo quedaban muñecas de las más baratuchas, juegos de tocadores plásticos (un espejo, un peine y un cepillo), y una cocinita de lata. Para el no básico sólo podía elegir entre el juego de parchís o el dominó, rara vez alcanzaba el de ajedrez. Y en el dirigido siempre escogía lo mismo: un juego de yaquis.

Aclaro que sólo se podía comprar en una tienda indicada por el gobierno. A nosotros nos dieron La Ferretería La Mina, junto a la casa, pero como era un lugar perdido en La Habana Vieja, los peores juguetes llegaban a esa tienda.

Una vez me tocó una muñeca española, de las que mandó el dictador Franco, para congraciarse con Castro. En otra ocasión mi madre compró el derecho a un juguete básico a la madre de Los Muchos, que no tenía dinero para gastárselo en juguetes, o se lo cambiaba por comida. En esa época debía elegir entre desayunar con leche condensada o tener una bicicleta. Por fin la tuve, me costó no sé cuántos, infinidad de desayunos, porque mi madre sacrificó la cuota de latas de leches condensada de varios meses para que la madre de Los Muchos le diera el derecho al juguete básico de uno de sus hijos. Así logré hacerme de la bicicleta, era azul y blanca, y todavía hoy sueño con ella. Con esa bicicleta recorrí La Habana Vieja completa. Incluso cuando me perdía la gente me localizaba por la bicicleta azul y blanca. Mi madre preguntaba de calle en calle: “¿No han visto a una chiquita menudita ella montada en una bicicleta blanca y azul?” Lo mismo hacían mi abuela y mi tía, cada una por su lado. Las respuestas eran siempre las mismas: “Pasó por aquí como una salación en dirección a Egido”. Egido era mi límite.

La bicicleta me fue quedando chiquita, y se fue poniendo mohosa, herrumbrosa, y entonces la heredó Pepito Landa Lora. Su padre la volvió a pintar y a engrasar. Y mi madre volvió a sacrificar otras cuotas de comida para que yo tuviera los patines. Tuve aquellos patines rusos que pesaban una enormidad, y cuando se les fastidió la caja de bolas, Cheo me construyó una chivichana, y luego una carriola, cuando la chivichana se partió en dos.

Maritza Landa Lora y yo cogimos vicio de parchís y de yaquis, con los yaquis éramos unas expertas. Armamos competencias de barrio donde nadie podía ganarnos porque tirábamos la pelota altísimo y hacíamos unas figuras y maniobras estelares con las manos, parecíamos más bien malabaristas.

De más está contarles –muchos de ustedes habrán pasado por lo mismo- que los cambalaches y el mercado negro de juguetes se acentuó a unos niveles grotescos. Entonces cambiaron el sistema por unos bombos o tómbolas a los que había que asistir masivamente, y los papelitos dando vueltas dentro de aquel aparato, eran repartidos al azar. Aunque el azar también se negociaba. A nosotros nos tocó el bombo o tómbola de la iglesia del Parque Cristo, pero ese día mi madre se había hecho Testigo de Jehová y no quería renunciar al teque de la que la había reclutado en eso, por ir a lo del maldito bombo. A mí me dio una especie de perreta, porque se trataba de mis últimos Reyes, o sea ya con catorce años nadie tenía más derecho a los juguetes. Y mi madre sacó el palo de trapear y me hizo ver las estrellas y los luceros del universo. La Testigo de Jehová ni se inmutó, por eso no creo en ellos ni en ninguno. Hasta que a mi madre se le pasaron los tragos y dejó de ser testigo de Jehová para pertenecer a otra secta, creo que la de Adventista del Séptimo Día; ella cambiaba de religión en dependencia de cómo le dieran los tragos mezclados con el Meprobamato. Total, que para mis últimos Reyes me tocaron los peores juguetes, que ya de por sí todos eran malos, porque para la época ya apenas llegaban juguetes de España ni de ninguna parte del mundo: Un juego de tocador, un dominó, y una muñequita plástica negra, que mi madre sentó en el sofá, o sea, la puso de adorno, y la que yo encontraba horrenda hasta que fui encariñándome con ella.

Después se acabaron los Juguetes del 6 de enero, también el concepto de Reyes Magos se había extinguido desde hacía ratón y queso; lo sustituyeron por dos eventos: los Planes de la Calle, aquellas recholatas festivas e ideológicas entre pioneros comunistas, y por el Día de los Niños, el 6 de julio, lo que lo aproximaba al día escogido por Castro para el Asalto al Cuartel Moncada, un 26 de julio, fecha intocable en la Cuba de los Castro.

En Francia no se celebra el Día de Reyes, pero yo siempre, además de los regalos que mi hija ha recibido le Jour de Noël, le dejo un regalo junto al árbol, que no lo quitamos hasta el día 7 de enero. Ella creyó en Père Noël y en los Reyes Magos hasta que ya no hubo más remedio, porque advirtió de que Père Noël tenía los mismos pies que su padre. Así fue como lo descubrió. A las doce de la noche, Ricardo siempre aparentaba que tenía una llamada urgente, o que debía salir a buscar algo en particular. Se disfrazaba detrás de la puerta, y entraba transformado en Père Noël. Pero en una ocasión, la última, ya la niña tenía 10 años, se le olvidó cambiarse los zapatos, y ella señalaba para los pies de Père Noël, entonces empezó a preguntar por su padre y a mirarnos, y todos nos empezamos a reír carcajadas… incluso ella, puesto que ya en la escuela sus otros amiguitos le habían adelantado algo de que Pêre Noël eran los padres…

Aquella muñequita negra de mis últimos Reyes se quedó en Cuba, pero hace muy pocos años, mi amiga Enaida Unzueta, me dio la sorpresa de regalarme una igualita. Ella también había tenido la misma. Y seguro que muchos de ustedes también.

¡Feliz Día de los Reyes Magos, y que merezcan y reciban muchos regalos!

Zoé Valdés.
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Batista y el Día de los Reyes Magos: ¡Ningún niño sin juguete!

Por Ivo Basterrechea

Era el Día de los Reyes Magos correspondiente al 6 de enero de 1956 cuando el presidente Fulgencio Batista acompañado de su esposa la primera dama Martha Fernández de Batista, desde la Terraza Norte de Palacio, saludaba al público congregado en el parque de las Misiones presenciando la caravana de vehículos cargados de juguetes para ser repartidos a los niños sin recursos en los lugares más recónditos del país.

La caravana estuvo compuesta por 71 rastras y camiones que cargaban 400 000 juguetes, destacando unas 75 000 muñecas de producción cubana.
Fuente.
1. Revista Bohemia. Año 48. No. 2. La Habana, 8 de enero de 1956.


Fulgencio Batista y su esposa Martha Fernández Miranda repartiendo juguetes en la Casa de Beneficiencia de La Habana  un 6 de enero, Día de los Reyes Magos

Reparto de juguetes  a personas pobres el Día de Reyes antes de 1959

Fulgencio Batista  ¨probando¨  la calidad de una de las bicicletas que se regalarán un Día de Reyes 






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