jueves, noviembre 28, 2024

¿Quiénes celebraron la primera Acción de Gracias en el actual territorio de los EE.UU. ? Una ayudita: No fueron los peregrinos del Mayflower. Origen y significado del Día de Acción de Gracias en los EE.UU.

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

En Cuba  republicana no era tradición celebrar el Día de Acción de Gracias,  pues lo tradicional era celebrar la cena familiar de  Nochebuena  en casa  y `posteriormente para muchas personas (pero no para otras muchas) ir a la Misa del Gallo.

En la segunda  imagen se  ve al gran Theodore Roosevelt INDICÁNDOLE al Tío Sam (que representa al pueblo estadounidense (al igual que Liborio representa al pueblo cubano)  que sea generoso (GENEROUS) con Cuba, la menor de edad, mediante  la reciprocidad (RECIPROCITY) para que Cuba sea próspera (PROSPERITY). 


Theodore  Roosevelt y su tropa de los Rough Riders (sobrenombre del 1st United States Volunteer Cavalry) uno   de los tres regimientos  que se   enviaron en  1898    a combatir en la Guerra Hispano Cubano Norteamericana. La foto es recien concluida la batalla de la Loma de San Juan, cerca de la ciudad de Santiago de Cuba.


Breves palabras que aportan gran luz sobre las relaciones entre EEUU y la anterior República de Cuba, que fueron pronunciadas en 1913 por ese arquetipo de integridad que fue Manuel Sanguily, quien fuera Coronel del Ejército Libertador, Senador de la República y Ministro de Estado [Relaciones Exteriores] del gobierno de José Miguel Gómez, en un memorable discurso en el teatro Politeama (habían dos teatros Politeama encima de de la Manzana de Gómez, los cuales  desaparecieron al agregarle dos pisos al mencionado edificio que hoy es el hotel  Kampiski) ante el cuerpo diplomático acreditado en Cuba:

Mantendrá el Gobierno las relaciones más cordiales en el orden diplomático y de los negocios, con las naciones amigas entre nosotros dignamente representadas, y sobre todo cultivará los grandes y vitales intereses que en franca y afectuosa correspondencia nos ligan a los Estados Unidos, no ya solo en consideración a las ventajas que deriva de ellos nuestra economía, sino por los incomparables servicios que el pueblo y el Gobierno americano han prestado a la causa de la justicia, de la civilización y de nuestra nacional soberanía.

Y no os sorprenda esta sincera manifestación de quien siempre ha vivido inquieto y receloso en el temor de los grandes y los fuertes. Dos veces -una, por la ceguedad de nuestra vieja y orgullosa Metrópoli; otra por enconos fratricidas-, vinieron aquí los americanos traídos por su fortuna o llamados por nuestras discordias, y siempre se retiraron de nuestro territorio, haciéndonos el doble beneficio de construir dos veces la república, y dejándonos en el corazón atribulado, desengaños y escarmientos; más en ambas ocasiones, motivos superiores de admiración y de gratitud por esa magnánima conducta que jamás en la historia habían observado los pueblos fuertes y triunfantes con los débiles, conturbados y decaídos”.

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Dios, EEUU y un Día de Acción de Gracias.

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Es una fecha nacional sacrosanta que reúne patriotismo y devoción divina y define, mejor que ningún otra, los valores inherentes de los EE.UU.

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Por Julio M. Shiling

Noviembre 25, 2020 

Los EE.UU. no son una teocracia. No obstante, la presencia de Dios y el entendimiento de que existe un orden transcendental superior que está conectado con la existencia temporal en la tierra, ha sido parte del tejido nacional estadounidense. Los acontecimientos más relevantes en su historia han estado conectados con una fundamentación relacional con la Divina Providencia. Cuando cada cuarto jueves del mes de noviembre se celebra en EE.UU. el “Día de Acción de Gracias”, probablemente la celebración nacional más autóctona del país.

Podemos citar 3 instantes primordiales en la historia estadounidense que moldearon a esta gran nación. Estas fueron: la llegada de los colonizadores, quiénes eran y a qué vinieron (1607, 1620); la Guerra de Independencia (1775-1783) y la nación nueva; y la Guerra Civil (1861-1865). Estos acontecimientos dictaminaron el armazón moral y filosófico de EE.UU. En cada momento, Dios, el cristianismo y el orden moral que de ahí partió mantuvo una presencia constante.

Los colonizadores

El Acto de la Uniformidad (1559) reglamentó en Inglaterra el ejercicio del culto religioso. La Iglesia de Inglaterra (Iglesia anglicana), con dicho acto, exigía la primacía en el ejercicio de la fe. En otras palabras, la libertad religiosa claudicó y se formalizó la persecución a diferentes denominaciones del cristianismo. Esto llevó a que los miembros de la Iglesia Separatista (puritanos) salieron como exiliados religiosos hacía Holanda en 1607. Los puritanos, parte de la teología calvinista, después de tener choques culturales en Holanda por el ámbito liberal del país, decidieron lanzarse al “Nuevo Mundo” en 1620. De manera particular, fueron hacia Nueva Inglaterra (hoy en Massachusetts) y llegaron el 11 de noviembre (1620). En el curso del viaje, redactaron el “Pacto del Mayflower” (nombre del barco). Este convenio, pese a no constituirse como una declaración de independencia, formuló las normas para un modelo de autogobierno civil.

Los puritanos eran refugiados religiosos. La persecución del culto de religión los llevó a abandonar su país natal. No vinieron buscando oro, ni oportunidades económicas. Querían ejercitar la fe sin intromisión estatal. Este es un punto de apreciación fundamental para entender la idiosincrasia mayoritaria de los colonizadores anglosajonas que irían brotando a través de la nación por nacer. En el otoño siguiente los peregrinos celebraron el primer Día de Acción de Gracias, una celebración que duró tres días.

Lo cierto es que 13 años antes, en Virginia se había establecido el primer asentamiento de Inglaterra. En este caso, en Jamestown, los colonizadores eran feligreses anglicanos. A pesar de las diferencias generadas por la política oficial en la madre patria, los puritanos y los anglicanos se respetaron y no se ejercitó en el nuevo territorio, la monopolización de una secta sobre la otra. Lo que sí se manifestó fue un sentido unísono en cuanto a la idea de soberanía popular, dentro de un esquema de autogobierno pidiendo siempre el favor del Todopoderoso y manteniendo la tolerancia religiosa. La Primera Carta de Virginia (1606), documento que precedió el Pacto del Mayflower (1620) seguía la más línea de priorizar la intelección de la primacía del orden transcendental, incluso sobre el de la monarquía.

Las subsiguientes colonias que se fueron poblando veían a colonos de diferentes sectas cristianas. Las “Órdenes Fundamentales de Connecticut” (1639) y los “Artículos de la Confederación de Nueva Inglaterra”(1643), fueron otros ejemplos de cómo quedó establecido, como primer derecho, la libertad de culto concebido como un derecho natural. Tomando en cuenta la diversidad entre las denominaciones que abrazaban los colonos a través del nuevo territorio, existía una insistencia de separar el Estado de la iglesia y que esto sería saludable. La idea de separar el Estado de la religión, hay que estar claro, era para proteger a la religión de la manipulación política. No era por un frenesí de secularismo.

 La Guerra de Independencia estadounidense

Los descendientes de los colonizadores originales, pese de haber venido desde diferentes trasfondos denominacionales cristianos, brotaban todos del mismo árbol del cristianismo con un aferramiento profundo a la idea de que la libertad no era una dádiva convencional, sino un obsequio divino y que el arquetipo político ideal era de un gobierno limitado con una ciudadanía piadosa. Los primeros brotes de separatismo eran movimientos que clamaban derechos negados por las autoridades en Inglaterra y que dichos atropellos infligían en sus derechos como hombres libres. En otras palabras, se estaba violando la Ley Natural.

La Declaración de Independencia (“Declaración”) (1776), firmemente anclada en la noción de los derechos preminentes otorgados, no por gobiernos sino por Dios, articuló elocuentemente el derecho de rebelión. Dicha Declaración, curiosamente, fue redactada más de un año posterior al inicio de la contienda bélica. Gran Bretaña inmediatamente lanzó una ofensiva brutal tratando de sofocar lo que entendía era una mera sublevación. Todavía no se había secado la tinta de la Declaración cuando los británicos tomaron control de Nueva York. Un año después, Filadelfia, la capital de la nación incipiente, también lo estaba. El general Washington y el Ejército Continental (el nombre de los FF.AA. independentistas) habían sufrido derrotas terribles.

Los pronunciamientos y las cartas de Washington atestiguan la de un hombre aferrado a la fe, mientras contemplaba el derrumbe de su ejército. Todo cambió en Saratoga, un lugar 189 millas al norte de la ciudad de Nueva York. Comenzando el 19 de septiembre y concluyendo casi un mes después, en la “Batalla de Saratoga” las fuerzas estadounidenses lograron una victoria impresionante capturando más de 5,800 soldados británicos. Esta victoria del general Horatio Gates, alteró favorablemente el curso de la guerra a favor del Ejército Continental. Francia, a raíz de esta conquista por los independentistas, decidió entrar en el conflicto del lado de EE.UU.

A raíz de este triunfo, el Congreso Continental, -una especie de gobierno en armas-, proclamó el 18 de diciembre de 1777, como resultado de este gran acontecimiento que reformuló el giro de la guerra por esa batalla insigne, un día para dar acción de gracias por lo ocurrido. Dicha institución representativa de la nación estadounidense, sostuvo esta proclamación anual de manera continua hasta 1784. Al consumarse favorablemente la Guerra de la Independencia, el ya presidente Washington, oficialmente proclamó el 3 de octubre de 1789 un día de oración nacional y de dar gracias al Ser Supremo en forma colectiva como nación.

 El presidente Washington proclamó, en 1795, una segunda celebración de un Día de Acción de Gracias. En esta ocasión, lo hizo en gratitud por la resolución de lo que fue el primer reto al gobierno federal, una insurrección local llamada la “Rebelión del Whisky”.  Presidentes sucesivos como John Adams y James Madison (ambos miembros del Partido Federalista) siguieron la tradición de hacer fiestas nacionales ese día. Algunos presidentes anti federalistas, hay que destacar, se opusieron. Sin embargo, ya para mediados del siglo XIX más de 16 estados, ejerciendo su propia autoridad territorial, celebraban esta fecha en el mes de noviembre.

La Guerra Civil

Lincoln, nuevamente, desde el primer año de la Guerra Civil puso en práctica la costumbre de establecer un día nacional para rendirle agradecimiento a Dios. (Flickr)

La Guerra Civil estadounidense (o la Guerra entre los Estados) fue el acontecimiento más dramático de los EE.UU. Problemas irresueltos desde la fundación del país, como fue la cuestión de la esclavitud, era una mancha moral, nacional y una inconsistencia con la premisa de los derechos naturales y el enaltecimiento de la libertad como enfoque principal contenido en la propia Declaración.

Estos problemas, hay que insistir, no escaparon la mente de Washington, Adams, Hamilton, Jefferson y otros próceres. La fragilidad de preservar la cohesión nacional en una república recién estrenada y que estaba compuesta por trece colonias autónomas, resultó un reto difícil para solucionar en ese momento. Le tocaría a Abraham Lincoln esa intrincada tarea.

Para Lincoln, la fe en Dios y el apego a una cimentación bíblica, lo llevó a elevar el tema de la esclavitud y su desconexión con los principios fundacionales del país, a una cruzada intransigente de no claudicar y de pagar cualquier precio con tal de abolirla, de alinear a la nación con los ideales patrios y de preservar la unión. La sucesión de los estados del Sur, la proclamación de la Confederación (gobierno de los estados del Sur) y el ataque a una fortaleza federal formalizó la contienda sangrienta. Lincoln, desde el principio de la guerra, celebró un día nacional para darle gracias a Dios y nunca lo dejó de hacer.

En la fase inicial de la guerra, los sureños demostraron saber pelear mejor. Los ejércitos del Norte, comandados por generales ineptos como el general George B. McClellan, le dificultaron seriamente la tarea presidencial a Lincoln. Después de que el “Gran Emancipador” limpió casa y reconstituyó el mando militar colocando a estrellas como George G. Meade, William Tecumseh Sherman y Ulysses S. Grant en puestos militares claves, el curso de la guerra cambio a favor del Norte. Hubo un enfrentamiento sanguinarios en Pensilvania, que alteraron el curso de la guerra decisivamente para los federales como la “Batalla de Gettysburg” (1863).

Lincoln, nuevamente, desde el primer año de la Guerra Civil puso en práctica la costumbre de establecer un día nacional para rendirle agradecimiento a Dios. En 1863, 4 meses después de la victoria decisiva en Gettysburg, Lincoln convirtió el Día de Acción de Gracias en una fecha nacional para celebrarse en el último jueves del mes de noviembre. Posteriormente, esta celebración quedó marcada en el calendario marcado para siempre, enmendándose en 1941, para ajustarla al cuarto jueves de noviembre.

El Día de Acción de Gracias encapsula una celebración ligada, directamente, a la fundación de la nación, a las guerras para alcanzar la libertad, la independencia, rescatar sus valores inherentes y salvar la república. De igual forma, es una ocasión que se estableció para que todo un pueblo tome conciencia de la importancia del papel de Dios en nuestras vidas y de expresar esa gratitud colectivamente, como nación bendecida.

No es una ocasión para encontrar ofertas al día siguiente en las tiendas, o tomar en cuenta otras consideraciones seculares que desvirtúan la esencia de la celebración. Es una fecha nacional sacrosanta que reúne patriotismo y devoción divina y define, mejor que ningún otra, los valores inherentes de los EE.UU.

Haciendo referencia a la virtud que es la gratitud, Marco Tulio Cicerón dijo, “… esta virtud no sólo es la más grande de las virtudes, sino también la madre de todas las demás.”. El Día de Acción de Gracias se inició y se estableció en EE.UU. para darle gracias a Dios Todopoderoso, sin excusas, sin timidez, y de forma pública como una sociedad virtuosa y libre.

Es ahí donde encontraremos siempre la verdadera excepcionalidad de esta nación. Cualquier desviación de o reto a esta base fundacional, es una agresión hacia la república. En estos días de tanta oscuridad, demos gracias a Dios y roguemos para que nos de la fuerza para enfrentar los desafíos de este momento, igual que hicieron Washington y Lincoln en sus tiempos ¡Qué así sea!

El American © 2020

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Tomado  de http://www.ellugareno.com/

Presencia hispana en los Estados Unidos: Quinto Centenario 

(Fragmento publicado 10 de mayo de 2013 en el blog El Lugareño)

Por Frank de Varona *

Menéndez (Pedro Menéndez de Avilés)  zarpó de Cádiz el 28 de junio de 1565 con una flota de 19 naves y más de 1000 hombres, entre ellos cuatro sacerdotes. El capellán de la flota era Francisco López de Mendoza Grajales. El 8 de septiembre de 1565 el Adelantado desembarcó con mucha pompa y ceremonia en la aldea que los indios llamaban Seloy en La Florida y se acercó a una cruz que le presentó el padre Francisco López de Mendoza Grajales y la besó. El capellán había bajado a tierra el día antes. Se cantó el himno Te Deum Laudamus (de gracias a Dios) y se celebró la Santa Misa. Allí se fundó la primera ciudad europea permanente en los Estados Unidos, la cual recibió el nombre de San Agustín. Los indios timuacanos del área imitaron lo que vieron y junto con los españoles intercambiaron comidas. Éste fue el primer Día de Acción de Gracias celebrado en esta nación, más de medio siglo antes del celebrado por los peregrinos ingleses en Plymouth, Massachussets. En San Agustín se creó la primera parroquia católica en lo que es hoy los Estados Unidos y la llamaron Nombre de Dios, el mismo nombre con que se conoce en la actualidad. Fray Alonso de Escobedo, el sacerdote asignado a la misión de Nombre de Dios escribió el primer poema épico que llamó, La Florida, describiendo sus experiencias en el Nuevo Mundo.

Menéndez marchó desde San Agustín bajo una severa tormenta hacia el norte y sorpresivamente capturó el fuerte de Carolina. Después marchó hacia el sur y derrotó a otro grupo de franceses. Menéndez pasó a cuchillo a los franceses hugonotes o protestantes que rehusaron convertirse al catolicismo. Por esto ha sido muy criticado, pero historiadores objetivos han escrito que Menéndez no tenía suficiente comida para estos prisioneros ni suficientes soldados para custodiarlos. Fue necesario para sobrevivir la matanza que ocurrió.

Menéndez fundó ciudades y fuertes y estableció las primeras misiones jesuitas en los estados actuales de La Florida, Georgia, las Carolinas y una en Virginia. Gobernó La Florida y Cuba durante 10 años y protegió todos los asentamientos españoles en el mar Caribe construyendo fuertes y murallas para su defensa contras piratas, corsarios y bucaneros.

En febrero de 1566 Pedro Menéndez de Avilés llegó frente al área actual de Miami. Para su sorpresa el adelantado vio una canoa donde venía una persona media desnuda con un crucifijo. No era un indio, sino un español, que había naufragado hacía 17 años. Se llamaba Escalante d´Fontanela y había nacido en Colombia. Cuando tenía 13 años se hundió su barco y vivió entre los indios Tequestas que tenían una aldea en la parte sur de la desembocadura del río Miami a la bahía de Vizcaya (Biscayne). Recientemente se encontró esta aldea cuando se iba a construir un gran edificio frente al mar. Fontanela sirvió a Menéndez de guía y de intérprete y posteriormente publicó sus memorias en 1575 describiendo su vida con los indios del área de Miami y sus visitas a los cayos de la Florida y a otras áreas.

Al año siguiente Menéndez fundó una misión en el área actual de Miami que se llamó Tequesta, como los indios de este lugar. Un hermano jesuita, Francisco Villarreal, trató sin éxito de evangelizar a los indios. El principal problema fue los soldados que lo acompañaron comenzaron a molestar a las indias tequestas. Después que un soldado mató a un indio, los tequestas se rebelaron y mataron a cuatro soldados. La misión fue abandonada. En el área de Charlotte Bay, en un cayo que actualmente se llama Mound Key, Menéndez estableció otra misión que llamó San Antonio a cargo del padre jesuita Juan Rogel, que era el superior del hermano Villarreal. Esta misión entre los indios calusas tampoco tuvo éxito y fue abandonada.

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 FELIZ CUBAN THANKSGIVING

Por Esteban Fernández
29 de noviembre de 2013
 

Sin lugar a dudas el Thanksgiving es la costumbre de este país que más nos ha gustado a los cubanos exiliados. Nos encanta esa bella tradición, la hemos aceptados y la hemos agregado a nuestras celebraciones.

Darle Gracias a Dios (aparte de en todo momento) determinado día es algo lindísimo. Bueno, pero si bien, como les dije, nos encanta el Thanksgiving desde el primer momento el pavo desabrido no nos apetece tanto.

Y entonces nos hemos encaprichado en darle sabor cubano al pavo. Es más, hasta la palabra pavo nos suena extraña porque para nosotros eso es guanajo. Y lo primerito que le agregamos al Thanksgiving es LA NARANJA AGRIA.

Y entonces le dedicamos horas a los “apreparos” del pavo. Es decir, le decimos a la esposa: “Mi amor, adoba el pavo igualito que si estuvieras haciendo una pierna de puerco”. Eso es increíble porque si lo que queremos es que sepa a carne de puerco ¿por qué mejor no compramos y hacemos un pernil y sanseacabó?...

Entonces eliminamos la mayoría de los alimentos con que los americanos rodean al pavo y nosotros le agregamos más o menos los mismos (congrí, yuca, plátanos maduros fritos) que utilizamos el día de nochebuena. Es como si el Thanksgiving fuera un anticipo, una “práctica” de lo que será la cena navideña.

Ustedes no me lo creerán pero hace unos años recuerdo que al Thanksgiving invitaron a un viejo cubano que había quedado viudo recientemente y este me dijo: “Chico, todo estuvo muy bueno, pero se les olvidó servir unos cuantos chatinos”. Yo me quedé un poco sorprendido sin saber que responder porque yo no les llamo “chatino” sino “plátanos verdes a puñetazos”...

Los cubanos que hemos enviado a nuestros hijos y nietos a colegios religiosos nos ponemos dichosos ese día porque utilizamos a los muchachos para que digan unas palabras antes que comencemos a comer. Nada me enorgullece más a mí que ver a mis nietos Andre, Jaxon y Lissete levantarse y darles gracias a Dios en nombre de todos los presentes.

A mí personalmente me cae como una patada el Halloween. Eso de los muchachos pedirle caramelos a extraños no me agrada en lo absoluto, pero para mí el día más precioso del año es el Thanksgiving, día donde se reúne toda la familia y se pasan momentos tranquilos, pacíficos, bellos, de confraternidad y de agradecimiento al Ser Supremo.

Si usted me pregunta ¿qué costumbre ajena te gustaría llevar a Cuba el día de mañana cuando seamos libres? Yo creo que no lo pensaría ni un segundo y respondería: el Thanksgiving. Y yo estoy seguro que así será. No tengo dudas de eso, porque si no somos nosotros serán nuestros herederos, los que han nacido y se han criado aquí, quienes con toda seguridad llevaran esa preciosa tradición a tierras cubanas.

Y no me sorprendería (así son las cosas de la vida) que ese día allá en Cuba libre en lugar de “frijoles negros y yuca” se pongan a querer comer el pavo desabrido con “mash potatos”, boniatos de lata y maíz.

Desde luego, allí estaremos nosotros insistiendo en “¡Caballero, échenle más naranja agria, pónganle bastante ajo a ese guanajo, si no lo adoban bien desde la noche anterior no va a saber a nada!”. Y allá veremos a los nietos diciendo: “Don’t worry abuelo, next month, el día 24, abres un hueco en el patio y haces el lechón como a ti te gusta”. A mis lectores les deseo un feliz Thanksgiving cubano.


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