Tomado de: http://www.cubaliberal.org/escritoencuba/060106-EntrevistaaDagobertoValdes.htm
Por Yoani Sánchez
Entrevista a Dagoberto Valdés
Usted ha mantenido a lo largo de su vida un compromiso con su país y con su Iglesia, ha dirigido por más de una década el Centro Cívico de la Diócesis de Pinar del Río y la revista Vitral, también ha participado en un sinnúmero de iniciativas civiles y religiosas. Cuéntennos cuál fue el detonante de esta vida al servicio de una comunidad y de una fe.(<-- Dagoberto Valdés )
Creo que un pequeño milagro de Dios, ya que pertenecí siempre a una familia religiosa, pero por parte de mi mamá, mis primos eran metodista, mientras mi padre y mi abuela eran católicos. Cuando tenía diez años se formó una especie de litigio en mi familia, pues yo vivía más cerca de la iglesia metodista, pero mi abuela paterna, que era mi madrina, empezó a presionar para que yo tomara la primera comunión, pues me habían bautizado por la iglesia católica. Recuerdo que un día de diciembre, llegué a mi casa de regreso de un ensayo de una obra de Navidad y mi padre me dijo que esa noche yo iba a decidir qué iba a hacer y cuál camino seguir.
Le agradezco mucho a mi padre, que me haya llevado hasta ese punto, de enseñarme a decidir por mí mismo y con responsabilidad, pues todas las otras opciones que he tomado en mi vida, han tenido como base aquella decisión que tomé frente a mi padre, sentado en este mismo sofá. Aunque toda la parte sentimental y los lazos humanos estaban con los metoditas, yo no sé por qué desde mi interior me surgió el ser católico, quizás porque yo quería también mucho a mi abuela y admiraba mucho a mi padre y a mi madre. Al año de esa conversación el 20 de junio, Día de los padres, tomé mi primera comunión y el 15 de diciembre moría mi padre, lo que marcó mi vida desde los diez años.
¿Cuánto determinó en su juventud el hecho de ser un católico en la Cuba de los años 70?
Mi historia ha sido la de muchos jóvenes de mi generación. Fui fundador de los PRE en el campo, en el curso 1973- 1974. Recuerdo que los seis católicos que estábamos allí decidimos aceptar el proceso de crecimiento para la Unión de Jóvenes Comunistas, pero sin negar nuestra fe ni la concepción del hombre, de la persona humana y del mundo que teníamos. Efectivamente fue un gran reto que nos llevó incluso hasta la Asamblea Conjunta, que era la última que se hacía, donde estaban todos los aspirantes y todos los militantes, y que parecía más una inquisición que cualquier otra cosa. Habían traído gente del partido provincial y del municipio, para enfrentar aquel reto de seis católicos que no habían dicho que no al proceso de crecimiento, pero a los que había que decirles que “no”. Ese fue otro momento muy fuerte en mi juventud, de convicciones, de tener que decidir y transgredir fronteras.
Después cuando quise matricular Sociología en la Universidad, no me dejaron. Yo tenía tres especialidades que me gustaban: Sociología, Derecho y Psicología. No fue posible ninguna de las tres, porque a los católicos no se nos permitía estudiar Humanidades.
En esa época existía un formulario que se debía llenar para optar por una especialidad o por un nuevo trabajo. En él preguntaban la confesión. ¿Recuerda haberlo llenado alguna vez?
Creo haberlo llenado decenas de veces, desde la primaria, pasando por la secundaria y llegando al PRE. Incluso recuerdo que junto a la pregunta de “¿Tiene usted creencias religiosas?” venían inmediatamente las otras: “¿Las practica?” ¿Desde cuándo? ¿En qué denominación religiosa? Yo, particularmente, desde muy pequeño fui ayudante de la misa, lo que antes se decía monaguillo, pero que ahora se llama acólito. Me levantaba a las siete de la mañana para participar en la misa, los días entre semana en la Catedral, y de ahí me iba para mi secundaria básica.
¿Qué hizo cuándo le negaron la posibilidad de estudiar una carrera de humanidades?
Como no me aceptaron en Sociología, pedí Bioquímica. No fue sólo mi caso, pues todos los católicos de mi generación, ciertamente comprometidos, estudiaron especialidades técnicas, pero no humanidades. Entonces comencé a estudiar Bioquímica pero no me gustó. En aquel entonces se estudiaba Agronomía aquí mismo en Pinar del Río. Mi madre estaba sola y como yo soy de una provincia muy guajira, decidí que la Agronomía era una buena razón para no perder los estudios y una posibilidad de mantener a mi madre y formar una familia.
Cuando terminé la Universidad en 1980, estaba entre los cinco alumnos que por sus notas podían quedarse dando clases, pero en ese momento los católicos tampoco podíamos trabajar en la docencia, ni siquiera docencia técnica de Biología, Fisiología vegetal, etcétera.
¿Se argumentaba que para dar clases le faltaba una “cosmovisión científica del mundo”?
No es que me faltara, es que tenía otra cosmovisión, como me gusta decir a mí. Así que me mandaron a un pueblo cautivo nombrado Briones Montoto, que era prácticamente otro castigo, pues quedaba muy lejos. El pueblo estaba muy controlado por la policía, como todos los pueblos desterrados. Allí estuve trabajando 10 años como especialista agrícola e hice mucho amigos, incluso tengo ahijados, niños que bauticé. Encontré personas muy humanas que me acogieron como a un hermano, pues ellos sabían por qué yo estaba allí. Después de 10 años unificaron mi Empresa con otra y llegué a ser Presidente del Consejo Técnico Asesor de todos los ingenieros y técnicos. Así vine para la sede en la capital provincial de Pinar del Río, muy cerca de mi casa y esa ha sido la única vez en estos 25 años que he trabajado en la ciudad.
Pero tengo entendido que ahora usted se dedica a la recolección de yaguas de palmas que se usan para proteger el tabaco exportado en ramas ¿Cómo llegó a ese punto?
En 1994 cuando se fundó la revista Vitral , comenzaron las presiones en mi trabajo. Un día me llamaron, muy temprano y me dijeron que Vitral y mis actividades en la Iglesia, eran incompatibles con mis cargos en la Empresa.
Como yo era ingeniero y no me podían dejar en la calle, me brindaron tres opciones de trabajo: la primera como obrero agrícola, la segunda en la microbrigada de construcción de la Empresa y la tercera una que me anunciaron como “más afín con mi perfil profesional” que era técnico de yaguas. Ni yo, que era el Presidente del Consejo Técnico Asesor, había oído hablar de esa plaza, a pesar de que yo tenía relaciones con todos los técnicos de mi empresa.
El trabajo se hacía con un tractor y una carreta donde iban otros estibadores. El primer día, Baldo, el jefe de la Brigada, me dijo algo que luego he citado como el Evangelio según San Baldo, capítulo uno, versículo uno: “Que no lo engañen Ingeniero, yagüero, salcochero y basurero son la misma cosa”.
Allí encima de la carreta me encontré con una gran compañía y aprendí que las palmas, como las mujeres, tienen un ciclo lunar: cada 28 días sueltan una hoja y nace entonces el cogollo. El campesino recoge la yagua que es la vaina con que la hoja se adhiere al tronco y la usa para muchas cosas. Las que nosotros recogemos se le paga, incluso se le paga en divisa, porque es un producto ecológico que sirve para transportar el tabaco en rama, no torcido, que se exporta a España, Brasil, etcétera. Solamente se puede transportar en grandes cajas de yaguas que se llaman tercios. Allí las hojas de tabaco se apisonan, con los pies descalzos como el vino. Para transportar el tabaco se ha probado de todo, cartón, plástico, madera, pero sólo las yaguas lo hacen conservar sus propiedades, su aroma, sabor, color y textura.
En estos años que ha trabajado en este tipo de labor ¿ha tenido alguna vez algo como un reconocimiento o sanción por su trabajo? Algo de carácter sindical o administrativo.
En el año 98, mi empresa fue seleccionada por el Sindicato Nacional de Trabajadores del Tabaco como la mejor empresa de recolección de yaguas. En ese momento yo estaba participando de la
organización de la visita del Papa. Cuando aquello, como era responsable de la Comisión Católica para la Cultura, estuve invitado al Encuentro del Papa con el mundo de la cultura en el Aula Magna de la Universidad de La Habana Por otra parte me habían seleccionado entre los 20 laicos que recibirían una Biblia de manos del Papa en la Plaza Cívica José Martí y precisamente en esos días, nos entregaron un banderín rojo que acreditaba a mi grupo como “la mejor brigada de recolección de yaguas”. Meses después ese banderín apareció en un cesto de basura y como yo tenía un fuerte sentido de pertenencia con el colectivo que obtuvo ese galardón lo recuperé y lo tengo hoy en mi oficina de Vitral . Como quiera que sea, muchas de esas yaguas que han servido para la exportación del tabaco pasaron por mis hombros.
Y entonces llegó el año 2000 y su nombre apareció bajo el peso de graves acusaciones en los titulares de Granma . ¿Cómo influyó eso en su vida laboral? ¿Quiere usted usar el espacio que le da Consenso para responder las acusaciones que la prensa oficialista le lanzó en mayo del 2000?
El 16 de mayo del 2000, estaba aquí la televisión española haciéndome esa misma pregunta, y le respondí lo mismo que repito ahora: yo no voy a contestar a las acusaciones de Granma . Si me preguntan cuál es la obra que hacemos en el Centro Cívico y cuál es mi compromiso con Cuba, yo contesto con muchísimo gusto, y entonces los lectores podrán saber que esa es la causa por la que he salido en la primera plana, pero yo no quise ni tampoco quiero ahora responder contra los argumentos de Granma .
No quiero contestar con argumentos, es mejor asomarse a la obra del Centro Cívico, del Obispo de Pinar del Río. La aparición de estos editoriales en Granma fue un grandísimo servicio que se nos prestó, pues en la publicación más importante del país y en primera plana aparecimos mencionados. Antes de mayo del 2000, el Centro Cívico era sólo conocido en el ámbito de la Iglesia y yo era una persona desconocida y ahora, cinco años después, todo el mundo me pregunta por qué aquello.
Me alegra que me hayas hecho esta pregunta, para que comprendan los lectores que no hacemos esto para entrar contradicción con nadie, por demostrar que somos diferentes o por luchar contra algo, sino que estamos en este proyecto antes de ser atacados y lo hemos seguido haciendo después, pues no es contra nada sino a propuesta de algo, que es Cuba. Incluso las místicas del Centro Cívico no son confrontativas sino propositivas. Así como tenemos el propósito de quejarnos sólo durante 15 minutos, mientras buscamos soluciones los otros 45 minutos. La segunda mística es que todo lo que hacemos no lo hacemos contra nada, sino porque creemos que es lo mejor que podemos hacer. Nosotros estamos ahora mismo dispuestos a sentarnos a dialogar con cualquier sea del gobierno, de la oposición, no hay para nosotros ningún cubano que esté excluido, sólo aquellos que opten por la violencia, e incluso a esos los llamaríamos para persuadirlos de que la vía del diálogo y la paz es la única éticamente aceptable para nosotros.
No hay nada oculto, la transparencia es lo más importante para nosotros. Frente a un sistema que quiere controlarlo todo lo mejor es la transparencia. Les decimos a todos “vengan y vean” tal y como respondió Jesús cuando le preguntaron dónde vivía.
¿Y qué pasó después de los editoriales?
Fui “promovido” en mi trabajo y la brigada recolectora de yaguas prácticamente desintegrada, hasta le quitaron el tractor al chofer. Parece que había cierta “perniciosa influencia”, y me pusieron a trabajar en el almacén, que es una nave inmensa, tan alta que yo la llamo “la Catedral de las yaguas”.
La Catedral se me ha convertido prácticamente en un monasterio, porque lo que hago allí es meditar, rezar, pensar y tomar apuntes. Mi contacto con el resto de los trabajadores está limitado sólo a los estibadores del almacén y con el jefe y el subjefe que me “atienden”. Eso es lo que hago hace cuatro años y cinco meses. De allí no me permiten salir a trabajar al campo, como antes, en una carreta, por eso hoy medio en broma, pero con mucha cordialidad mis compañeros de trabajo dicen que yo soy, “el prisionero de la catedral de las yaguas“.
Da la impresión que se pretende mantenerme aislado, lo que no tiene ningún resultado porque cada día a las 5 de la tarde, cuando salgo de allí, voy al Obispado donde atiendo a todo el mundo hasta las 8 de la noche. Esto me da la oportunidad de tener un pie en uno de los peldaños más bajos de la escala laboral y el otro en lo más elevado del campo espiritual no solo como miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz, o como director del Centro Cívico o de la revista, que ya usted ha mencionado al inicio de esta entrevista , sino ayudando a las personas en sus problemas.
Háblenos del Centro Cívico.
Este centro se había fundado antes, el 29 de enero del 1993 como fruto de un diagnóstico que hicieron los obispos cuyo resultado se puede resumir en que el pueblo cubano estaba despersonalizado desarraigado y desalentado. Despersonalizado como fruto del colectivismo y la masificación donde la persona pierde su individualidad, de ahí que haya que reconstruir la persona humana. Desarraigado, porque son demasiados los cubanos que pretenden escapar de su propia patria y desalentado por la falta de proyectos viables que ellos ven para su vida aquí.
El Centro de formación cívica y religiosa tiene dos propósitos fundamentales, la reconstrucción de la persona humana del cubano y la reconstrucción de la sociedad civil en Cuba como espacio para el arraigo y participación. Este centro cuenta con diferentes grupos o espacios, por ejemplo el de los educadores que realiza un itinerario de reflexión para un proyecto pedagógico y el grupo de economistas que ahora están haciendo también un itinerario destinado a un pensamiento económico. También tenemos un grupo de informáticos que tienen un aula de computación al servicio de cualquier persona. Está la consultoría psicológica, jurídica y familiar que todos los días atiende personas de forma gratuita sin importar que sean católicos, creyentes de otras denominaciones o ateos. El centro, aunque depende del obispado no es confesional y desde su fundación se presentó como un servicio para la sociedad. También tenemos un aula de música donde se estudia piano, guitarra, percusión, y canto. Ahora se está formando un grupo de amos y amas de casa, que son personas que se reúnen para encontrar mejores formas de enfrentar las labores domésticas.
¿Dónde se inserta Vitral ?
Precisamente el séptimo espacio del Centro es el de las publicaciones, alrededor del cual se fueron nucleando artistas, escritores, diseñadores hasta que el 3 de junio de 1994 se fundó Vitral . Esta revista es el órgano de expresión del Centro de formación cívica y religiosa de Pinar del Río. Tiene un perfil sociocultural que atiende especialmente a la reflexión sobe la persona
humana y sobre la sociedad civil en sentido amplio. Muchas veces en Cuba se confunde sociedad civil con oposición, lo cual es una barbaridad conceptual pues la sociedad civil es el tejido de los núcleos informales que no dependen del estado. En Cuba es incipiente pero cobra fuerza.
( <-- En la foto de la izquierda, el Autor de este Blog con una parte del colectivo de la revista Vitral)
Vitral tiene secciones de poesía, narrativa, cine, galería y otras de temas sociales, economía y educación cívica. Cuenta con una parte de religión, pero no es una revista de corte religioso. Hay otras revistas de la Iglesia Católica y cada una es diferente, gracias a Dios en ese espacio de libertad que ha promovido la iglesia católica, cada una tiene su perfil propio y yo me alegro mucho de eso. Eso ha permitido que las revistas católicas de Cuba tengan un espectro muy plural y sean revistas en sí mismas, no copias de otras. Por ejemplo entre Palabra Nueva , Vida cristiana y Amanecer hay notables diferencias y también entre éstas e Imago de Ciego de Ávila o la de Camagüey que se llama Enfoque y con respecto a Viña Nueva de Santiago de Cuba y Cocuyo de Holguín. Otra, como Espacios , que fue para mí la mejor revista sociocultural, publicaba incluso una sección de deportes y de humor. Era una revista muy versátil y con mucha identidad. Entre todas estas revistas existen excelentes relaciones, nos reunimos dos o tres veces al año bajo la Organización Católica de Prensa (OCLAP) que agrupa a todos los trabajadores de la prensa católica en Cuba y en el mundo.
Usted ha escrito y debatido mucho sobre el tema de la sociedad civil en Cuba ¿Cómo ha sido abordado este tema por el gobierno y otros intelectuales?
En Cuba el tema de la sociedad civil era tabú para el Estado en el año 94 y para la Iglesia en esos años era un tema periférico. Uno de nuestros propósitos era colocar dentro del debate de la Iglesia ese tema y presentar en diálogo con el Estado, un concepto mucho menos confrontativo y mucho más amplio que lo que se conocía en esos años.
Por ejemplo, un autor como Gramsci, que ahora está aceptado, pero que en un tiempo era considerado un revisionista, ha trabajado el tema de la sociedad civil. La mayoría de los intelectuales marxista cubanos sigue ahora el pensamiento gramsciano, pues es uno de los hombres más abiertos del marxismo. Recuerdo un interesante debate en el Centro de Estudios de América, en que me invitaron a una mesa redonda que se llamó “Religión y Sociedad Civil” y que la recuerdo como uno de los momentos de mayor pluralismo cultural. Allí participaron católicos, evangélicos, babalaos, marxistas, ateos… fue una buena experiencia de debate sobre el tema.
En los primeros años de la Revolución se acusó a la Iglesia cubana de representar los intereses de las clases más ricas, lo cual estaba en contradicción directa con el carácter justiciero del proceso revolucionario. ¿Lo cree usted así?
Evidentemente la Iglesia católica en Cuba apoyó la Revolución. La prueba está en que la mayoría de los que lucharon y cayeron en la insurrección eran católicos, laicos o evangélicos, como el caso de José Antonio Echevarría, Pedro Telles, Frank País, Osmani Arenado.
La mayoría de los jóvenes que hicieron la Revolución salieron de las capas más humildes, de las universidades y de los talleres. También venían de las filas de la Juventud Obrera Católica que por cierto era primero “obrera” y después “católica” que fue una organización social que durante la dictadura de batista hizo la única encuesta socioeconómica y política que se realizó en esos años, y la que ha sido mencionada y citada varias veces por el presidente Fidel Castro por los detalles que sobre la vida del campesinado mostró a la opinión pública. Eso demuestra que la vinculación de la Iglesia con los pobres no era teórica sino real y palpable.
Habría que preguntarse realmente que era la burguesía en Cuba. ¿Los ricos que ayudaron con su dinero a la revolución en la época insurreccional, o los expropiados de los primeros años después el triunfo? En Cuba la llamada clase media era mucho más amplia que en cualquier país de América Latina. En un país que la franja social de la clase media es mucho más ancha que la franja que ocupa la clase rica o la más pobre, es un país que tiene muchas perspectivas de justicia social antes de la dictadura de Batista.
¿Y entonces por qué se abrió un abismo entre la Iglesia y el gobierno cubano después de 1959?
A mi modo de ver la contradicción fundamental se dio cuando la revolución democrática popular giró bruscamente y, sin el consentimiento del pueblo, se convirtió en una revolución marxista leninista totalitaria, que tenía que tener en sus manos no solamente todas las propiedades productivas y de servicio, sino también todos los espacios de participación. Se ha jugado mucho con la semántica y hay que saber qué cosa era la clase media en Cuba, y qué cosa era la revolución democrática popular continuadora, creo yo, de los ideales de Martí y de Varela. La revolución que era el proyecto del movimiento 26 de julio, pero también del 13 de marzo y de otros muchos. Está claro que se trataba de una revolución democrática, contra una dictadura, contra un orden autoritario, para restaurar la Constitución de 1940.
¿Podrá reconstruirse el tramado de la sociedad civil en Cuba?
Nuestra experiencia en estos 11 años del Centro Cívico y de Vitral demuestra que es posible hacer algo por la sociedad civil en el mismo momento en que el ciudadano se va formando cívicamente. Muchas personas piensan que la mayor dificultad para reconstruir la sociedad civil en Cuba está en el sistema totalitario en que vivimos, yo les quiero decir mi experiencia limitada y local, la experiencia de un yagüero: la mayor dificultad para la reconstrucción de la sociedad civil no está en el estado cubano sino en la conciencia y en la formación de los ciudadanos. Ningún sistema totalitario quita él mismo la cerca. Por tanto la mayor dificultad para quitar la cerca no está en el sistema, sino en la falta de formación cívica, en la falta de formación para la libertad y la responsabilidad. Por eso el Centro Cívico ha tratado de formar grupos de personas cuya autoestima, criterio cívico y gestión estén despiertos. El padre Varela escribió una frase para responder a la pregunta de quién le pone el cascabel al gato, refiriéndose, claro está, al régimen español, y el respondió de una manera que nos inspira mucho: “no importa poner el cascabel al gato, créese la opinión pública y gato escaldado del agua fría huye”.
La opinión pública se crea con formación cívica, con formación para la democracia. No habrá democracia sin demócratas y no habrá sociedad civil sin ciudadanos bien formados cívicamente. El gran problema en Cuba es que la gente no se ha decidido a conquistar la libertad de ser y la libertad de hacer espacios de participación. El costo de este tipo de libertad unida a la responsabilidad ciudadana, lamentablemente, no va a ser fácil. Yo rezo cada día para que sea el mínimo costo, pero la libertad nunca es gratuita. Incluso para Jesucristo, el hijo de Dios, la libertad significó la cruz. Por eso cuando algunos me dicen en la calle: “Cuidado Dagoberto que el que se mete a redentor sale crucificado…” yo completo ese refrán popular diciendo: “sale crucificado, pero también resucitado”.
¿Y cuál es el papel de la Iglesia y el de iniciativas como el Centro Cívico y la revista Vitral en ese renacer de la sociedad civil?
(<-- 2002, VIII Aniversario de Vitral, grupo de opositores , entre ellos: Raúl Rivero y Ricardo González Alfonso, ambos del Grupo de los 75)
Una de las funciones de la Iglesia es detectar los signos vitales de un pueblo, su presión, su temperatura, lo que Jesucristo llama “los signos de los tiempos”. La Iglesia no es partidista, no puede meterse en la política como un partido, ni convertirse en el Movimiento Cristiano de Liberación, ni en el de Solidaridad Democrática ni en el Partido Liberal, pero ella tiene la obligación de estar al lado de su pueblo, para decirle a todos los partidos, los que están y los que no están en el poder y también a la sociedad
civil: “está es la situación de la sociedad, nosotros vamos a poner la parte que nos corresponde en la cura, pero no es suficiente, todos deben poner su aporte específico, sin perder la identidad de cada uno”. Nuestra misión es convivir con el pueblo del que formamos parte, observar, diagnosticar, dar apoyo, solidarizarnos y poner en mano de los actores sociales ese bagaje de visión sobre la persona humana.
( Dagoberto "Dago", el Autor del Blog, opositores y parte del colectivo de Vitral y del CFCR de Pinar del Río -->)
Hay que ayudar a las personas a abrir sus ojos y entonces la sociedad civil se irá creando desde la base, porque la sociedad civil no se crea por decreto, aunque si se puede destruir por decreto legal. Incluso sólo se puede destruir cuando sus partes se dejan destruir. Por ejemplo, la Iglesia católica es parte de la sociedad civil, claro, a título muy distinto de las demás organizaciones o instituciones, pero por sus métodos, y por su experiencia milenaria y su carácter divino, con la gracia de Dios, ha podido subsistir y ha animado a otros a subsistir.
Para reconstruir la sociedad civil en Cuba sólo pedimos lo mismo que hace 11 años: que las personas sean formadas cívica y éticamente; que se cree la opinión pública, que trabajemos para fomentar la conciencia crítica que no es lo mismo que el criticismo amargo. No es la amargura la que salva sino la conciencia de que quien critica con criterios acertivos, esos salvan y construyen para arriba.
¿Quizás valga la pena encontrar al menos un punto en el que todos estos actores sociales estén de acuerdo?
Esa es una mentalidad de unidad demasiado estricta, yo también pasé por esa etapa, pero un día me convencí de que eso es otra trampa para el inmovilismo, eso no puede ser porque supone domeñar la voluntad de los que piensan diferente. Significa contar con que los demás cambien su opinión, por eso yo soy amigo del consenso y no de la uniformidad, y me alegro muchísimo que su revista se llame así. El consenso no debería exigir reducir todo a un solo punto, porque podría redundar en el inmovilismo.
La primera mística de nuestro Centro es “la fuerza de lo pequeño” y hay un editorial en el número ocho de Vitral que lo explica. Mientras más voces diferentes se oigan, nos pueden doler los oídos, pero hay más actores para el concierto. La fuerza de lo pequeño significa la gradualidad que viene antes del consenso, porque nunca se llega a él de golpe. Lleva muchas armonías y desarmonías armar un consenso, pero yo prefiero que haya desafinados a que haya mudos.
¿Entonces ya ha comenzado el camino del cambio?
Creo que sí, en muchos aspectos, pero hay una gran mentira que nos hemos creído los cubanos, y es la de creer que en un país tiene que cambiar todo al mismo tiempo. No ha habido ningún cambio grande y profundo en la historia de la humanidad que no haya salido de algo gradual. Ni siquiera la Revolución Francesa logró ese cambio total, porque muchos de los que hicieron la guillotina terminaron muriendo en ella, querían quitar la monarquía y terminaron con un emperador. La revolución de 1917 quería saltar sobre la verja del Palacio de Invierno para conquistar el cielo y resulta que surgieron otros palacios, vinieron otros inviernos terribles y el cielo cada vez estuvo más lejos y en su lugar se levantó la Siberia. Porque todo se quiso cambiar con el voluntarismo.
Si alguien quiere algo bueno para Cuba yo me atrevería a decirle: “Hágalo como la palma real, una yagua cada veintiocho días”, esperando que la luna de la vuelta, pero eso sí, con perseverancia, las palmas pasan decenas de años dando gradual y puntualmente una yagua. Yo le aseguro a usted que la sociedad civil cubana se está reconstruyendo como un palmar después de un ciclón.
¿Cree que el futuro de Cuba está precisamente en manos de su sociedad civil?
Estoy seguro, y así lo deseo, eso sería lo verdaderamente “nuevo” de cualquier cambio. En la medida en que el entramado que vayamos tejiendo, hilo a hilo, se vaya extendiendo entre el ciudadano y el poder de los gobernantes políticos; en la medida en que ese tejido sea más tupido y más plural, el ciudadano tendrá mayores grados de participación cívica y estará más arropado y protegido de las arbitrariedades de cualquier poder, sea del signo que sea. Lo que se busca en una democracia es que el ciudadano esté más protegido y tenga más espacios de participación, y la protección no la dan los gobiernos, ellos dan las leyes y el marco legal que pueden ser manipulados a la derecha y a la izquierda. El cuidado y defensa de los ciudadanos, usando los marcos legales, los tienen que brindar las estructuras de la sociedad civil.
¿Quiere agregar algo que no haya dicho?
Sí, algo que usted no me ha preguntado, mi opinión de la revista digital Consenso. Creo que es algo que enriquece al pueblo cubano y nos educa para la libertad y la participación. Es exactamente lo que el padre Varela respondía a la pregunta de quién le pone el cascabel al gato, pues ustedes son, junto con otros muchos, gestores de la opinión pública, muy limitada ahora para los cubanos, pero hay que creer en la fuerza de lo pequeño. En lugar de quejarse todo el tiempo hay que empezar a hacer algo para que cambie en nuestro entorno lo que pueda cambiar. Esos son los pequeños pasos que mantienen viva la esperanza de una utopía realizable.
Esto que ustedes hacen es un magnífico aporte. Saben ¿por qué es grande? Pues precisamente porque es pequeño, porque es gradual, porque no arma mucha bulla. Entre la utopía que nos llama y la realidad inmediata que vivimos están los pequeños pasos. Hay que desconfiar de las grandes utopías totales que llegan siempre después que la persona está fracturada.
Agradezco mucho a la publicación. Sé que tienen buenas intensiones y que no están siendo confrontativos, que están luchando por no dejarse manipular por los partidos políticos. Si ya ustedes tienen esta obra que se llama Consenso, qué pasará entonces cuando los grados de participación aumenten, cuando tengamos más libertad y más responsabilidad, y digo cuando tengamos más libertad, porque esto que estamos haciendo ahora ya es un acto de libertad, entonces podrán tener una publicación mucho más leída y más plural. Cuba necesita y necesitará, cada vez más, de esos espacios de expresión libre y responsable. Muchas gracias.
Enero 06, 2006
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