SE FUE FIDEL DE CUBA ( EL FIDEL QUE NO TENIA QUE IRSE)
He querido reunir en este segmento tres informaciones que, a mi entender, están relacionadas en cierta medida:
En primer lugar, la ida para E.U. de un Fidel bueno y generoso que servía en Cuba de consuelo y apoyo a los que le rodeaban para reunirse con su esposa en E.U. . Un Fidel, que cuando le llegue ese último minuto, que nos llegará a todos, morirá en paz consigo mismo, con los demás y con Dios en brazos de una patria agradecida, al decir de nuestro José Martí.
En segundo lugar, la muerte terrible de un dictador terrible y lo que dejó tras de sí, aún dentro de su propia hija. El "padrecito" Stalin, para el cual todas las vidas, verdades y haciendas le pertenecían, no dejó en sus conocidos y allegados nada que se pareciera al cariño; y mucho menos al amor.
En tercer lugar, un artículo donde se habla del más longevo tirano que hemos tenido en el Hemisferio Occidental. No estoy de acuerdo con Carlos Alberto Montaner en que Fidel haya pensado alguna vez en transformarnos a todos en ricos y felices; quizás el breve pero intenso entusiasmo que sintió Montaner por un proceso que desde el Moncada venía ya teñido de sangre cubana, le haya afectado en medio minuto su lucidez acostumbrada; si todos nos hubieramos convertido en ricos y felices, Fidel Castro sería uno más entre nosotros y Fidel siempre ha tratado de demostrar que él no es un simple mortal, que él está más allá del bien y del mal; que su estirpe es la de un Zaratustra desgraciadamente nacido en el Caribe:
" ...Lo alciónico, los pies ligeros, la omnipresencia de maldad y arrogancia, y todo lo demás que es típico del tipo Zaratustra, jamás se soñó que eso fuera esencial a la grandeza. Justo en esa amplitud de espacio, en esa capacidad de acceder a lo contrapuesto, siente Zaratustra que él es la especie más alta de todo lo existente, y cuando se oye cómo la define, hay que renunciar a buscar algo semejante.
el alma que posee la escala más larga y que más profundo puede descender,
el alma más vasta, la que más lejos puede correr y errar y vagar dentro de sí,
la más necesaria, que por placer se precipita en el azar,
el alma que es, y se sumerge en el devenir, la que posee, y quiere sumergirse en el querer y desear,
la que huye de sí misma, que a sí misma se da alcance en los círculos más amplios,
el alma más sabia, a quien más dulcemente habla la necedad,
la que más se ama a sí misma, en la que todas las cosas tienen su corriente y su contracorriente, su flujo y su reflujo. "
Tomado de: http://www.somoscubanos.com
SE FUE FIDEL DE CUBA
Por : Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Se nos fue Fidel. Nos hemos quedado más muertos que vivos, como si nos hubiera pasado una aplanadora por encima. Como si esa misteriosa y última puerta cuyo nombre desconocemos quisiera permanecer cerrada para siempre. Se fue el que nos quería de verdad, el que lo daba todo por un amigo, el que llegaba sonriente cuando más lo necesitábamos.
Ahora extrañamos su torrente de voz, su sinceridad a prueba de balas. Nos dejó como en un campo sin árboles, dentro de una casa cerrada a cal y canto. Se fue quien no tenía que hacerlo.
Fundador del Círculo de Veteranos Libres de Cuba, Fidel Lorenzo ingresó muy temprano en el movimiento de derechos humanos. Luego se hizo de una cámara fotográfica y enviaba fotos a CubaNet. Todo lo que le dolía en su corazón de cubano y veía por las calles de su Habana: un niño sin zapatos, abandonado y enfermo, un perro.
Fidel Lorenzo García Mena pertenece al signo zodiacal de la honestidad. Natural y franco como ningún otro. El típico buena gente que jamás se abriría paso en la vida a codazos, como hacen tantos. Es un hombre que tiene fe en la humanidad, con un optimismo tan proverbial que contagia a quienes lo rodean. Sin darse cuenta, irradia una luz propia que nos llegaba con una llamada telefónica o con una visita.
Pero nuestro amigo entrañable, como todos los seres humanos, tiene sus defectos. El de Fidelito es creer todo lo que le dicen. Como no da golpes bajos, tampoco los espera.
En los Estados Unidos vive la mujer que ama: Mariana Vázquez, a quien un nutrido grupo de periodistas independientes le agradece tantas buenas acciones. Mariana es una joven cubano-americana que se crió sin padre en Miami porque fue fusilado en los inicios de la revolución cubana, cuando se mostró inconforme con el comunismo.
Guardamos con verdadero cariño un vídeo donde Mariana nos cuenta la historia de su padre, un joven apasionado que luchó por la democracia en las montañas cubanas.
Como regalo de año nuevo ha recibido a su esposo, nuestro hermano, para que sea feliz. Allá le llegó nuestro Fidel, un volcán siempre en erupción de amor. Un hombre que ama tanto la libertad que jamás olvidará a los que quedamos aquí, sus amigos de siempre: Juan González Febles, Luis Cino, Gladys Linares, Humberto Monés, José Antonio Fornaris, Ernesto Roque, Ana Veitía, Carlos Ríos, Shelyn Rojas, la autora de esta crónica, y muchos otros que le desean también buena suerte viviendo en paz y libertad.
LA HABANA, Cuba - Mayo ( http://www.cubanet.org/ ) - No recuerdo dónde leí que Raúl Castro, segundo jefe de gobierno en Cuba, expresó que en su presencia nadie podía criticar a Stalin. Pero yo me pregunto: ¿Y los veinte millones de personas que fueron ejecutadas, encarceladas o deportadas de la Unión Soviética por orden de este siniestro dictador del imperio ruso?
Grupos de derechos humanos de ese país confeccionaron una lista de nombres de personas -un millón 300 mil- asesinadas o perseguidas durante el estalinismo. Y excepto en Cuba, por el mundo circulan las fotos de los campos de concentración soviéticos en los que murieron millones de personas.
En su testamento Lenin lo dejó escrito: "Stalin es excesivamente brutal. No estoy seguro de que utilice el poder con cautela".
José Stalin, lejos de ser cauteloso, gobernó mediante el terror y la muerte. Como Iván el Terrible, que cegó al arquitecto que construyó la catedral de San Basilio para que no pudiera hacer nada más, Stalin ordenó matar al ingeniero checo que le instaló un sistema secreto electrónico en el Kremlin para escuchar las conversaciones de quienes lo rodeaban.
La noche que firmó la sentencia de muerte de Kovarki de forma precipitada, su esposa Nadya, molesta, le dijo delante de todos: "Ahora sé quién eres realmente, José Stalin". Acto seguido se retiró a su habitación y se pegó un tiro en el pecho. Cuando le comunicaron a Stalin que su esposa había intentado suicidarse exclamó: "Ni siquiera sabe disparar como es debido".
En 1918 Nadja Alliluyeva contrajo matrimonio con Stalin. Tenía 17 años y él 39. Le dio dos hijos, Vassily y Svetlana, y cuidaba del primogénito que había tenido Stalin en su matrimonio anterior. En las memorias publicadas por Svletana se lee cómo Stalin golpeaba a Nadya, incluso en presencia de los hijos.
Quienes lo conocieron sabían de su tendencia al mal humor y sus arranques de cólera. Se percataron también del placer que demostraba Stalin con el sonido de un millón de gargantas gritando su nombre, lo que llamaba en privado "revoltijo humano", pues este comunista veía a los hombres como súbditos obedientes o enemigos.
Un año como 1937 jamás será olvidado en Rusia. Los vagones de ganado iban hacia Siberia cargados de prisioneros, y en las celdas de ejecución se escuchaban disparos tanto de día como de noche.
Pero Stalin murió en su cama de una hemorragia cerebral el 5 de marzo de 1953, a los 73 años. Fuera de su habitación aguardaban sus íntimos colaboradores: los que se consideraban mejores que él, los que obligó a hacer cuanto quiso, los que gustaban del halago, los que buscaban su protección y amistad para llegar al poder, y también, y sobre todo, los que deseaban descansar de su culto.
Los últimos instantes de su vida fueron narrados por su hija Svetlana: "Se asfixió hasta morir ante nosotros. En el último momento abrió súbitamente los ojos y lanzó una mirada a cuantos estábamos a su alrededor. Fue una mirada terrible, de locura, o quizás de furia y temor ante la muerte. Entonces ocurrió algo espantoso que hasta hoy no he podido olvidar ni entender: alzó la mano izquierda como señalando algo por encima de nosotros, como maldiciendo a todos los allí presentes".
En los funerales de Stalin increíbles multitudes avanzaron hacia la Plaza Roja. Los nuevos jefes del Imperio hablaron de sus méritos y colocaron el cadáver en el mausoleo, junto a Lenin, donde sólo pudo estar ocho años. En 1961 fue retirado y enterrado.
Un poco antes de la década del noventa, viejas y nuevas generaciones ajustaron cuentas con Stalin. Derribaron sus estatuas, las decapitaron y arrastraron su cabeza por las capitales de numerosos países socialistas, hoy independientes.
La historia se encargó de condenarlo.
Carlos Alberto Montaner
Madrid -- Por estas fechas se cumple otro aniversario de la
entrada triunfal de Fidel Castro a La Habana con su pequeño ejército de barbudos. Hace de esto la friolera de 47 años. Entonces el comandante era un joven impetuoso y audaz, convencido de que sabía cómo reorganizar a la humanidad para que todos se transformaran en ricos y felices, aunque el procedimiento para lograr tan benévolo propósito fuera a palos y tentetieso.
A estas alturas de la historia sólo quedan dos preguntas interesantes que hacer sobre el fallido experimento montado por Castro en esa pobre isla: ¿por qué ha durado tanto tiempo en el poder un tipo tan excéntrico y disparatado, capaz de realizar hazañas tan improbables como destruir la centenaria industria azucarera, multiplicar por diez el número de prostitutas, fusilar o eliminar a dieciséis mil personas y colocar en el exilio a un 15 por ciento de la población cubana? Nadie duda que el suyo es el peor gobierno que ha padecido ese país, incapaz en medio siglo de lograr que los cubanos tengan agua potable, electricidad, comida y techo en cantidades mínimamente razonables, lo que hace aún más urgente la respuesta: ¿cómo no ha sido derrocado un gobernante tan incompetente?
La segunda pregunta también es obvia: ¿qué pasará cuando desaparezca?
Al fin y al cabo, se trata de un anciano enfermo de 79 años, aquejado de Parkinson, que exhibe síntomas clarísimos de demencia senil, y que ya ha sido víctima de varias isquemias cerebrales que le han ido afectando su capacidad para comunicarse. Balbucea, se repite, se vuelve incoherente, se confunde, y se muestra agresivamente malhumorado ante la menor contrariedad. Todavía habla ocho horas consecutivas, sin la menor piedad con la vejiga ajena, pero lo importante no es la resistencia de sus ejercitadas cuerdas vocales o de sus poderosos esfínteres, sino el contenido de sus discursos: es un pobre hombre que no cesa de decir tonterías, para vergüenza de una clase dirigente adiestrada en la obediencia a un líder carismático supuestamente infalible, y que ahora no sabe qué hacer frente a un viejito majadero y maniático que lo mismo diseña vacas enanas que les explica el insondable secreto científico de las ollas de presión.
La primera pregunta tiene una respuesta bastante sencilla: Castro ha durado casi cinco décadas en el poder, pese a ser un desastroso gobernante, porque ha creado una hermética jaula institucional de la que no hay escape posible. Su permanencia no tiene nada que ver con su talento como líder, de la época en que vivimos, ni de sus habilidades como estratega. No son sus virtudes lo que lo sostienen, sino sus defectos: su falta de escrúpulos y su ilimitada capacidad para hacer daño, aun a los que lo rodean, como se comprobó con el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, su mejor general.
Castro controla totalmente el parlamento, el sistema judicial, las fuerzas armadas y los medios de comunicación, mientras la policía política vigila, intimida y castiga a cualquier miembro de esa estructura de poder que se desplace un milímetro de la línea oficial. Los demócratas de la oposición --un puñado de mujeres y hombres extraordinariamente valientes--, permanentemente espiados y penetrados por los cuerpos de Seguridad, tampoco pueden moverse más allá de los estrictos límites que les señala el aparato, y, cuando lo hacen, los encarcela, maltrata o mata sin la menor compasión. ¿Por qué los cubanos no se quitan a Castro de encima? Exactamente por las mismas razones por las que los norcoreanos no se sacuden a Kim Jong-il: porque no pueden.
Sin embargo, tras su muerte todo comenzará a cambiar, probablemente a un ritmo muy rápido. ¿Por qué? Porque dentro de la clase dirigente hay una profunda desmoralización. No obedecen por convicción, sino por miedo, y porque saben que la dictadura ni siquiera deja espacio para la marginación voluntaria. O doblan la cerviz y aplauden, o los barren. Pero esa humillante situación comenzará a cambiar en el velorio del comandante, cuando todos, tirios y troyanos, sentirán un inmenso alivio en la medida en que el ataúd descienda dentro de la fosa y desaparezca la pesada mano con que el dictador les aprisionaba el cuello. Ese será el momento en que los reformistas del régimen --la inmensa mayoría-- y los demócratas de la oposición, organizada y pacíficamente comenzarán a desmantelar ese anacrónico manicomio.
Enero 2, 2006
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