LA VENGANZA DE BATISTA
La venganza de Batista
Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Enero (http://www.cubanet.org/) -
Parecía una broma de mal gusto. Un locutor con un increíble parecido al difunto General de Banes en sus buenos tiempos, sólo que con mejor pelo y traje a la moda y a la medida, con voz engolada y ademanes ampulosos, desgranaba ditirambos para los hechos de otro año más del Comandante de Birán.
¡Y qué año! De la mano del Rey Midas y K Listo Kilowatt, acabamos de cruzar el umbral de la revolución energética que el mundo imitará, apagones incluidos.
Por si fuera poco, la economía cubana creció un 11,8. Nos hemos convertido, sin saberlo, en una de las locomotoras de la economía mundial. Un dragón del Caribe. ¡Que cosa! Allá la CEPAL y los ignorantes incapaces de entender los nuevos métodos cubanos para calcular el Producto Interno Bruto. ¡Bienaventurados los que tengan fe en el Comandante!
Pasado el susto inicial con el involuntario impersonador de Batista en el aniversario de su huida, el Máximo Líder, rodeado de trabajadores sociales, escuchó complacido la lectura del comunicado triunfal.
Había llegado al servicentro santiaguero La Tángana minutos antes de la medianoche. Celebró y rememoró el triunfo de enero de 1959 con sus jóvenes guardias rojos. Con ellos cuenta para salvar a la revolución del despilfarro, la corrupción y las ilegalidades. En guerra contra todo el pueblo y algunos de los ministros.
Por mi parte, pasé con los míos, como el resto de los pobladores de la mayor parte de Arroyo Naranjo, que poco entienden de macroeconomía, producto interno bruto y centrales termoeléctricas, los tres últimos días del año sin agua. Sin una gota de agua.
Con poca presión, empezó a llegar el agua a las tuberías menos de un par de horas antes de que leyeran el comunicado. Demasiado tarde para alistar las ollas. La cena de Noche Vieja se aplazó para el próximo año que, probablemente, pese a lo que digan los comunicados, será igual o peor.
En los primeros minutos del nuevo año, las oscuras calles de mi barrio estaban desiertas. No hubo gritos ni fuegos artificiales. Sólo algún tiro de pistola aislado. A lo lejos se oía música de Juan Formell y los Van Van y ladridos de perros desconsolados.
La alegría por la llegada del nuevo año fue controlada y familiar. No tuvo fuerzas para rebasar las paredes de las casas.
Una vecina lanzó a la calle un cubo de agua para que se llevara "lo malo". Con pocas esperanzas, susurró al tirarlo: ¡Solavaya!
No me hagan mucho caso. Los fines de año, los cubanos, pese a todo, solemos beber demasiado. En la pantalla del TV, un locutor con un inquietante parecido a Batista, tras referirse a triunfos y victorias, se reía de nosotros y repetía: ¡Salud, salud!
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