domingo, abril 23, 2006

LA IMPUNIDAD DEL PROPAGANDISTA

Por Bertrand de la Grange,México D. F. *

La impunidad del propagandista

TRAS CIEN HORAS DE CONVERSACIONES CON FIDEL CASTRO, EL DIRECTOR DE LE MONDE DIPLOMATIQUE PUBLICA EL TESTAMENTO DEL DICTADOR EN INTERNET.

No sé si ha muerto Fidel Castro, pero su testamento ya está en Internet y lo firma el periodista franco-español Ignacio Ramonet. De cara a la galería se trata de una “Biografía a dos voces”, como lo proclama el título del libro, que saldrá a la venta dentro de unos días para mayor gloria del líder máximo. El director de Le Monde diplomatique, el mensual de la vieja izquierda reconvertido en paladín de los globalifóbicos, cuya redacción —hay que recordarlo— no tiene nada que ver con el diario Le Monde, asegura que su obra es el resultado de “cien horas” de conversaciones con el dirigente cubano. Sin embargo, la publicación de largos extractos del libro en el periódico español El País, el 2 de abril, ha desatado las sospechas de que el verdadero autor es Castro y que Ramonet sólo presta su nombre para una operación de propaganda.

Algunos lectores se sorprendieron de que El País dedicara dos páginas completas de su sección internacional a una entrevista que parecía un refrito de declaraciones anteriores de Castro, y además un domingo, el día de más venta del periódico. Internet y Google —instrumentos letales para las dictaduras y por este motivo prohibidos a los cubanos de a pie— ayudaron a descubrir el pastel: frases enteras de la supuesta entrevista habían sido retomadas textualmente de un artículo de Granma, del 22 de octubre de 2004, y de un discurso de Castro, pronunciado el 17 de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana. En el órgano oficial del partido comunista, el caudillo contaba con profusión de detalles la caída espectacular que había sufrido en octubre de 2004, y en el segundo, advertía de los riesgos internos para la supervivencia del régimen en esos términos: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta revolución puede destruirse. Nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.

O sea, que sí, El País había publicado un refrito sin saberlo. El defensor del lector de ese diario no tuvo empacho en reconocerlo el domingo siguiente, pero no pidió disculpas, y la responsable de la edición justificó su decisión de publicar los extractos apoyándose en “la solvencia tanto de su autor como de la editorial”. ¿Y cuál es la solvencia de Ramonet?

El director de Le Monde diplomatique nunca ha escondido su admiración por Fidel Castro, sino todo lo contrario: alardea de su cercanía con el presidente vitalicio y, a cambio, el Estado cubano le trata a cuerpo de rey y financia la difusión de sus libros en la isla. En febrero de 2002, Castro invitó a su amigo Ramonet a presentar su más reciente ensayo en el teatro Karl Marx ante 5000 invitados. Ahí, el propio caudillo anunció que había ordenado aumentar la tirada de 10.000 a 100.000 ejemplares, en un país donde escasea el papel y la producción editorial se ha vuelto escuálida. ¿El título del libro de Ramonet? Propaganda Silenciosa… Y no es broma.

No se sabe aún si la flamante “Biografía a dos voces” recibirá el mismo trato de favor, para que los cubanos tengan otra oportunidad más de impregnarse de los desvaríos del Líder Máximo en 600 páginas, aderezadas por el autoproclamado adalid de la lucha contra “el pensamiento único”. Quizá, ante el probable fracaso comercial de un libro sin el más mínimo interés, sea ésta la salida deseada por la editorial española Debate, filial de la multinacional Random House Mondadori. Su portavoz ha declarado al Miami Herald desde Barcelona que las “coincidencias” se deben al hecho de que “Fidel Castro es un hombre mayor que ha estado diciendo lo mismo desde hace años”. Qué justificación tan absurda viniendo de una editorial: ¿cuál sería el interés de publicar algo que Castro “ha estado diciendo (…) desde hace años”? Ni corta ni perezosa, la portavoz agregó: “Creemos 100 por ciento en Ignacio Ramonet. Si él dice que fue una entrevista, entonces por supuesto que fue una entrevista”. Nadie duda de que Ramonet se haya encontrado con su admirado “comandante”, y es probable que lo haya hecho varias veces. El problema no está ahí, sino más bien en la “técnica” periodística del autor de la supuesta entrevista.

Entre los recados que Fidel Castro ha dictado a su biógrafo y que ya están en las páginas web de varias organizaciones afines al régimen, vale la pena destacar la confirmación del nombre de su sucesor designado. Se trata, como todo el mundo lo sospechaba desde hace décadas, de su hermano Raúl. “No le quepa la menor duda”, le dice a su testaferro. Y añade más adelante con mucho desparpajo: “La revolución no se basa en ideas caudillistas, ni en el culto de la personalidad”. El entrevistador no se inmuta y ahí queda la cosa.

A la editorial le han vendido gato por liebre, y para justificar la publicación del autobombo fidelista reconoce ahora que Castro “ha introducido muchas precisiones al texto original”. Stalin y Mao Ze Dong también tuvieron sus bardos y sus aduladores, que les publicaban en Europa hagiografías disfrazadas de ensayos. En este sentido Ramonet no ha inventado nada y sigue los pasos de Oliver Stone, que ha dedicado a Castro una película rastrera. Son los embusteros de siempre y, cuando se les descubre con las manos en la masa, no pasa nada: siguen tan campantes y hasta “solventes”.

Mientras Ramonet ensalza a Fidel, los comités de solidaridad con el castrismo revientan en la Universidad de Sevilla una conferencia del periodista cubano disidente Raúl Rivero. A gritos y escudándose tras varias banderas rojas con el retrato del Che, unos veinte energúmenos impidieron que Rivero se expresase. Le querían dar el mismo trato en Sevilla que en La Habana, y lo lograron con total impunidad. A Ramonet nadie le reventará el acto cuando presente su libro en Madrid, a pesar de la defensa acérrima que hace de un régimen dictatorial. Pertenece a esa clase de intelectuales que disfrutan de todas las libertades de la democracia y de muchas prebendas, alaban a los dictadores —a los políticamente correctos, claro está; no a los otros— y no dicen ni pío cuando esos tiranos encarcelan a periodistas o a defensores de derechos humanos. La mentira y la arrogancia se cuelan por todas partes gracias a la influencia de algunos y a la pasividad de otros. La propaganda, no tan “silenciosa” como la de Ramonet, es un arma eficaz, mientras la información veraz parece no tener relevancia.

* Para Crónica.com, México DF / Abril 21, 2006