PRIMERA TOMOGRAFIA DEL AZUCAR CUBANO
Jorge Salazar-Carrillo, El Nuevo Herald, 17 de mayo de 2006.
El declive evidente en el número de centrales comenzó en 1992. No todos molieron ese año. A pesar de que las subvenciones en el intercambio de petróleo por azúcar proporcionadas por la ex Unión Soviética aún estaban parcialmente vigentes. Pero por décadas los cubanos ya habían estado canibalizando algunos ingenios, para que el resto pudiera continuar funcionando. Aun con los enormes subsidios del bloque soviético antes de 1992 (entre otros, siete toneladas de petróleo por una de azúcar en 1991) lo que atestigua la completa ineficiencia del gobierno cubano.
Recordemos que en 1959 había 161 ingenios de azúcar en Cuba. Los soviéticos construyeron seis. Por tanto, de los 167 centrales que deberían haber estado disponibles, sólo 156 operaban en 1991. Algunos de los anteriores fueron desmontados y vendidos a paises del Caribe.
El cierre de centrales aumentó en 1997 y 1998. Ya en 1999 solamente 116 molieron, y esta tendencia continuó hasta que en el año 2002 sólo 104 ingenios se mantuvieron activos. Para la zafra del 2003, solamente 71 fabricaban azúcar y 14 producían mieles.
La siguiente señal que arroja la tomografía del azúcar en Cuba es todavía más preocupante. La producción en 1992 fue de siete millones de toneladas. Los cuantiosos subsidios del bloque soviético, algunos evidentes y otros escondidos, no lograron el objetivo explícito de convertir a la isla en la azucarera comunista. La meta, que nunca fue cumplida, era producir 14 o 15 millones de toneladas del dulce en forma de crudo, para refinarla fundamentalmente detrás de la Cortina de Hierro.
Pero el andamiaje que podemos observar al presente es de una estructura de producción totalmente colapsada. Para el año 1995 la producción cubana fue de 3.258,000 toneladas, menos de la mitad de lo producido tres años antes. Entonces el gobierno de Cuba inventó un nuevo esquema de subsidios, en adición a los que continuaban recibiendo (aunque disminuidos) de una reducida Unión Soviética (Rusia). Les propuso a suministradores, financistas y negociantes de azúcar que le prestaran divisas para adquirir pesticidas, herbicidas, fertilizantes, piezas de repuesto y combustible. Este financiamiento ascendió a $500 millones al año desde 1996 hasta el 2002, y por supuesto nunca fue reembolsado. Pero consiguió que la zafra subiera, con altibajos, a un promedio de alrededor de 3.850,000 toneladas por año. Al hacer crisis esta cifarra, y junto con la eliminación final de las subvenciones rusas en 1999, en el 2003 y el 2004 los centrales sólo pudieron moler algo más de 2.000,000 de toneladas. Para desplomarse finalmente a 1.300,000 toneladas para el 2005.
La señal tomográfica más desconcertante es que Cuba ha tenido que importar azúcar desde el 2001 en adelante, incluyendo 300,000 toneladas el presente año, para cumplir sus compromisos externos. Y el consumo interno (ahora incluyendo a los turistas) ha quedado limitado a 700,000 toneladas anuales, de las 930,000 del 1992, a pesar de que la población cubana supuestamente ha aumentado desde entonces.
En 1991 Cuba era el mayor exportador del dulce y aportaba el 6.7 por ciento de la producción mundial. Hoy día es un asterisco en las estadísticas mundiales de exportación, habiendo sido ya superada por Brasil, Australia, Tailandia y Francia, y probablemente por Guatemala, Colombia y Alemania en el año en curso. Duele recordar que en los últimos años de libre empresa en la isla, del 1955 al 1959, el 35 por ciento de las exportaciones mundiales eran cubanas.
Pero hay una cosa positiva que arroja la tomografía. Acaparando el 75 por ciento de la ayuda externa del bloque soviético, y llevando la hambruna a los consumidores de esos países, el desastre de la economía cubana determinó la desaparición de la cortina de hierro y l
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