TRABAJOS" THE LOST CITY " ROMPE EL SILENCIO. TRABAJOS DE AMOR PERDIDOS
'The Lost City' rompe el silencio
Entrevista con Andy García: «Hay mucha gente que defiende la imagen del Che por razones comerciales. Esa industria es un negocio millonario».
Armando López, Nueva Jersey
jueves 4 de mayo de 2006 6:00:00
<-- Andy García en una escena de la película, junto a la actriz española Inés Sastre. (MAGNOLIA FILMS)
Hay quienes consideran que Cuba antes de 1959 fue un país de rumberas y cabarés. Esa es la imagen que Hollywood vendía. ¿Se aprovecha de esa imagen The Lost City? ¿Es un filme sobre la revolución cubana o es una historia de amor imposible?
Apasionado con la música cubana, Andy García le pidió a Guillermo Cabrera Infante que le escribiera un libreto con la atmósfera del filme Casablanca, al estilo de El Padrino y los ritmos cubanos como protagonistas. Por 16 años estuvo esperando el inversionista que creyera en la historia. A las grandes productoras no les gustaba. Al fin se estrena, en Nueva York y Miami, en cines atiborrados de cubanos que aplauden al terminar la función.
La prensa anglo viene callando la verdad de Cuba por 47 años. ¿Usted busca con 'The Lost City' romper ese silencio?
"La película no tiene una agenda política como, digamos, Good Night and Good Luck —responde el actor de El Padrino III—. Quise rendirle homenaje a la época de oro de la música y la cultura cubana, y reflejar la manera de vivir de una familia durante el cambio drástico que significó la revolución".
A veces la obra se divorcia del artista y 'The Lost City' es una película política y polémica. El mito del Che, mesías revolucionario, hace que millones de jóvenes vistan camisetas del "guerrillero heroico". 'Diarios de motocicleta' responde a ese mito, pero 'The Lost City' lo desmiente: muestra un Che violento, cruel, que mata de su propia mano a los prisioneros, y esto, quiera Andy o no, la convierte en una película política. ¿Está preparado para que la prensa liberal ataque 'The Lost City'?
"Hay mucha gente que defiende la imagen romántica del Che por razones políticas, e incluso comerciales (la industria del Che es un negocio millonario), pero también hay muchos que saben la tenebrosa historia del comandante guerrillero que fusilaba en la Fortaleza de la Cabaña, y es ese el Che que narra Cabrera Infante, y mi película".
(The Lost City es un canto a La Habana y a una época. En sus dos horas y media aparecen el secuestro del corredor de autos Fangio, el ataque al Palacio Presidencial, las bombas que estallan, el padre amante de la democracia, sus tres hijos divididos entre el fanatismo revolucionario y la apatía, y el doloroso momento en que Fico (Andy García), el dueño del cabaré El Trópico (léase Tropicana), tiene que partir a lavar platos en tierra ajena).
(Pero más allá de la violencia, la familia desgarrada, el alma del filme es La Habana, la ciudad perdida y recobrada en la memoria de dos exiliados, un novelista premio Cervantes, y un actor estrella de Hollywood. Una Habana que, a falta de la real (y con pocos recursos), tuvo que ser recreada en calles y casas coloniales de República Dominicana).
En ocasiones, la película es naturalista, descriptiva (como la familia reunida para la cena), en otras es metafórica, simbólica, como en las escenas de violencia. ¿Responde a su concepción estética, o a la falta de recursos que no le permitió reproducir las batallas con la naturalidad que hubiera querido?
"Tuve un presupuesto limitado que me hizo rediseñar parte del guión. Con más dinero, quizá hubiera filmado otras escenas de cuando Fico llega exilado a Nueva York, pero la cinematografía de la película, su estilo, las imágenes compulsadas por la música, ese soy yo".
¿Qué alteraciones hizo al guión original?
"Era una historia sumamente larga, 350 páginas. Yo sabía que iba a ser una película de más de dos horas, porque había mucho material que no quería perder, pero aunque tuve que sintetizarla, la mantuve fiel al guión original. El personaje que hace Bill Murray (el escritor), su sentido del humor, de parodia, es Cabrera Infante, como él se concibió a sí mismo".
¿Le propuso Cabrera Infante, cansado de esperar por la película, comprarle los derechos de la historia para escribir una novela?
"Los derechos los tenía la Paramount. Frank Mancusso, su presidente, me había dado el dinero para contratar a Cabrera Infante, pero el ejecutivo que lo sustituyó se empeñó en contratar a otro escritor. Yo me le enfrenté. Le dije que no aceptaba otro guionista. Al fin, me permitieron llevarme el proyecto. Y ahí fue que le cedí a Guillermo los derechos de su historia para escribir una novela. No sé si al fin la escribió, o si salió publicada".
La música en el filme no es incidental (como Hollywood acostumbra), es protagonista, y por momentos riñe con la imagen, como la escena de la tortura del prisionero a ritmo de rumba. ¿Qué pretendía con esto?
"Utilizar la música como un contrapunto dramático a la acción. Como en la escena que el jefe de la Policía de Batista le pregunta a mi hermano preso qué está leyendo, y a su respuesta: 'los muñequitos', suena un guaguancó de los Muñequitos de Matanzas".
¿Es cierto que Isabella Rosellini no aceptó el papel de Aurora porque el guión mostraba a un Che que fusilaba a los cubanos?
"No sé de dónde sacó eso Cabrera Infante. Desde el principio Isabella, actriz a quien admiro muchísimo, quería hacer la película. Pero eso fue hace 16 años, y llegó un momento en que ya no tenía la edad requerida por el personaje… Yo mismo (Fico) comencé siendo el hermano mediano y acabé como el hermano mayor, y, como la película se siguiera demorando por falta de inversionistas, estaba dispuesto a hacer el papel del padre si era necesario".
The Lost City cuenta con un elenco estrella: Dustin Hoffman y Bill Murray, dos de los nombres más cotizados de Hollywood, a la hermosa española Inés Sastre (el rostro de Lancôme), y a Tomás Milián ( Traffic, Amistad, La fiesta del chivo), Néstor Carbonell ( Suddenly Susan), Enrique Murciano ( What It Takes), Steven Bauer ( Scarface, Sword of Gideon), Jsu García ( When we were Soldiers), Elizabeth Pena ( Rush Hour), Ruben Rabasa ( The Perez Family) y Victor Rivers (T he Mask of Zorro). No me imagino a Andy actuando y dirigiendo a la vez. ¿Cómo lo hizo?
"Lo más importante es el casting, la selección de actores. Si tienes la suerte de contar con los mejores, tu trabajo está hecho. Creé un ambiente relajado, en el que los actores se sintieran cómodos, sin presión. Un exceso de dirección hace que el actor pierda la espontaneidad. Me gusta ensayar en cámara, para salvar los gestos espontáneos. En resumen, me gusta dirigir sin dirigir".
En La Habana de su película no se ve pobreza, ni diferencias sociales, ni raciales… la lucha ocurre sólo para tumbar a Batista. ¿Cree que la dictadura de Batista fue la única responsable de la revolución cubana?
"La película se enfoca en una familia que sentía vergüenza de Batista, y deseaba restaurar la constitución y la democracia. Quizá había otras condiciones sociales que provocaron el estallido social, pero The Lost City ve la revolución desde el punto de vista de esa familia en particular: un padre profesor de Leyes, y sus tres hijos: dos hermanos en la lucha revolucionaria, y un tercero apático a la saga que se venía librando, al que sólo le interesa su familia, la música y el amor de una mujer".
Ese es Fico, su personaje, el dueño del cabaré El Trópico, que nada tiene que ver su caracterización en 'The Untouchables', 'Stand and Deliver', 'Clinton and Nadin', 'Black Rain', 'Internal Affairs' y 'A Show of Force'… Fico es un cubanazo sonriente, lleno de ternura, ¿cómo lo abordó?
"Cabrera Infante decía que era mi sastre, que ese personaje lo había hecho a mi medida. Pero amigos que leían el guión me decían que Fico tenía que ser más fuerte, más impulsivo y yo les respondía que no todo el mundo tiene que ser agresivo, ni tiene que estar dispuesto a matar. Para hablar con el lenguaje del filme: no todo el mundo tiene que ser revolucionario".
¿Y todavía se empeña en decir que The Lost City no es una película política? Esa pregunta no se la hice a Andy García, como tampoco le lancé si sería capaz de cortar su película. A ningún padre le gusta mutilar a su hijo.
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Trabajos de amor perdidos
VICENTE ECHERRI
Al parecer, la película The Lost City, dirigida y protagonizada por el actor cubano Andy García, va a quedar sepultada bajo una avalancha de críticas adversas. El cine y el teatro son muy susceptibles a esas críticas. A tono con ellas, es predecible que esta ciudad perdida no tardará en desaparecer de las salas de proyección para convertirse en una rareza fílmica que irá a glosar --en lo que a Cuba y a La Habana en particular respectan-- una larga lista de esfuerzos baldíos
En el empeño de hacer palpable un lugar y un tiempo del que fuimos brutalmente separados y al que nos negamos a renunciar, los cubanos de afuera han escrito montones de libros y han pintado millares de cuadros, con diversos grados de éxito, y han hecho unas cuantas películas, de relativamente poca trascendencia la mayoría de ellas (hay que tener en cuenta lo costoso y riesgoso que es el cine). El denominador común de todo este esfuerzo es el deseo apremiante de una comunidad expatriada de legar su memoria histórica.
Ese ejercicio de rescate puede parecer fácil por la constancia de esa identidad o de ese des-arraigo en nuestra vida anímica individual, tanto como en nuestra existencia colectiva --si vivimos insertos, como muchos cubanos del sur de la Florida, en una comunidad afín. Pero el convertir una experiencia de la memoria en arte es siempre una tarea ardua y traicionera, casi tan difícil como atrapar un espejismo.
La memoria mítica de La Habana --una ciudad con una vocación europea a las puertas de Estados Unidos, con un impulso hacia el refinamiento a pesar de haberse levantado en medio de una plantación esclavista, para apuntar algunas de sus más notables contradicciones-- proyecta una sombra gigantesca sobre un gran número de exiliados. Me refiero, claro está, a la próspera y elegante ciudad prerrevolucionaria que el castrismo no tardaría en barrer. Y esa memoria mítica puede ejercer un influjo muy poderoso aún en personas que sólo tienen de esa realidad un borroso recuerdo de infancia, como es el caso de Andy García.
Hace unos años, andando por Londres una mañana de verano (que bien podría ser de invierno o primavera en Cuba), cierta oblicuidad de la luz sobre los nobles edificios de la City, sumados a los olores del café exprés provenientes de alguna de las muchas cafeterías italianas que ahora abundan en esa ciudad y del humo de un puro que alguien fumaba me produjeron, de manera muy vívida, la sensación de que transitaba por La Habana un día perdido de mi niñez. La impresión era tan poderosa que la seguí, durante varios minutos, como poseído por una suerte de embriaguez, y luego se fue desvaneciendo. La mente del exiliado suele fabricar una sucesión de ilusiones parecidas. No hace falta argüir la dificultad de llevar esas impresiones a la literatura o al cine.
La constancia y cotidianidad de la memoria del lugar que perdimos, esencia misma de la identidad del exiliado, no por corriente es menos inefable. La creencia de que podemos convertirla en arte es una tentación muy poderosa, pero, a menos que la sensibilidad, el talento y los recursos concurran de manera adecuada, puede convertirse en una ilusión más o, nunca mejor dicho, en trabajos de amor perdidos.
© Echerri 2006
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