LOS DIOSES VENCIDOS
Los dioses vencidos: Causa I
Juan González Febles
El Ministerio del Interior quedó descabezado y absorbido por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Los dioses del silencio y del poder omnímodo cayeron estrepitosamente de su pedestal. Los playboys de gafas polarizadas y relojes vistosos mordieron el polvo. Regresaron por sus fueros los peleadores de gallos de valla y guateque selecto. Comenzó un nuevo ordenamiento en las estructuras de poder militar en la Isla.
<-- Arnaldo Ochoa a la izquierda; Fidel Castro, su victimario, a la derecha
Siguiendo el patrón en estos casos, a los caídos se les vinculó con sórdidos episodios de corrupción.
Cuatro oficiales fueron supliciados, dos por el Ministerio de las Fuerzas Armadas y dos por el Ministerio del Interior. Por las Fuerzas Armadas fueron ejecutados el general y Héroe de la República de Cuba Arnaldo Ochoa Sánchez y el capitán Jorge Martínez Valdés. Por el Ministerio del Interior, el coronel Antonio de La Guardia Font y el mayor Amado Padrón.
El resto de los encartados fue condenado a penas diversas de cárcel. La plantilla del Ministerio del Interior fue renovada. Los jefes fueron sustituidos por oficiales de las FAR que disfrutaban de la confianza de Raúl y Fidel Castro.
Aunque la información pública brindada se centró en la participación de los presuntos implicados en actividades de tráfico de drogas, quedaron algunos cabos sueltos que minaron la credibilidad de esta posición oficial.
A fin de cuentas, a algunos de los encartados se les ocupó dinero en grandes cantidades que no trataron de poner a buen recaudo de las autoridades. A ninguno de los implicados se le ocurrió siquiera escapar. Extraña conducta en narcotraficantes. Tanto la Causa I, como la Causa II, abierta poco después contra el finado ex ministro del Interior, José Abrantes abrieron grandes interrogantes
Sobre ella han escrito cubanos y extranjeros. Los periodistas Oppenheimer y Rosenthal, entre otros, dejaron una pintura de tonos sombríos sobre aquellos sucesos. Ileana de la Guardia, la hija del fusilado coronel Tony de la Guardia, denunció en su momento interesantes aristas del caso.
Su esposo, el hijo de Jorge Ricardo Masseti, un icono del revolucionarismo latinoamericano, destapó el verdadero carácter de sus actividades, como miembro de la Inteligencia castrista. Quedó clara la índole terrorista en la actividad internacional del gobierno cubano. Pero sin embargo, la nomenklatura de poder obtuvo lo que quería.
La clase militar es poco probable que se pronuncie por cambios o se aparte un milímetro de la ortodoxia oficial. Al menos en vida de Fidel Castro. Un discurso pronunciado por el hombre # 2 en aquellos días e increíblemente televisado, mostró al mundo los rostros aterrorizados de una clase militar que optó por vivir, hacerlo con prebendas y pagar el costo que se les exigió.
El saldo más importante de la Causa I, es que marca el punto de no retorno entre el final del sueño y el despertar a la realidad. Desde una supuesta revolución a la realidad de una dictadura militar personal. Del servicio desinteresado a Cuba, al servicio de utopías ajenas al interés nacional de los cubanos.
Queda aún en la memoria colectiva, una efímera racha, de bienestar material, allá por los 80. No pocos se la achacan a las actividades del binomio Ochoa-La Guardia. Cierto o no, el imaginario colectivo así lo asegura. Aquél fue el momento en que el cubano de a pie pudo comprar un reloj de pulsera sin pulsearlo en una asamblea. O que pudo adquirir en moneda nacional un blue jean, llamado pitusa a nivel local.
Cada día resultan menos creíbles las versiones oficiales en Cuba. Pocos creen que los fusilamientos y la crisis de 1989 estuvieron dados por la supuesta participación no autorizada en narcotráfico de aquellos oficiales.
Se impone la convicción de que hubo algo más. En algún recodo del futuro cercano, abriremos archivos y se despegarán labios hoy sellados, que revelarán la verdad sobre uno de los episodios más sórdidos de la historia cubana más reciente. Historia que debemos conocer, para que no se repita.
A 10 años del caso Ochoa
Norberto Fuentes
Publicado el domingo, 11 de julio de 1999 en El Nuevo Herald
En horas del amanecer del 13 de julio de 1989, fueron fusilados en Cuba el general de división Arnaldo Ochoa, el militar más condecorado de la historia cubana contemporánea, el coronel del Ministerio del Interior Antonio de la Guardia y los oficiales Amado Padrón y Jorge Trujillo. Fueron condenados por el llamado Tribunal Militar Especial en la Causa No. 1 de 1989, encausados por el delito de "alta traición a la patria y a la Revolución''. La sanción, respaldada por todos los integrantes del Consejo de Estado y por la alta oficialidad de las fuerzas armadas, alegaba que los condenados habían traficado con grandes cantidades de cocaína.
Sin embargo, muchos analistas de la realidad cubana sostienen que los cargos de narcotráfico encubrían acusaciones más graves: según esta tesis, Ochoa y De la Guardia fueron fusilados porque eran vistos como los líderes en potencia de unas fuerzas que podrían disputarle el poder absoluto a Fidel Castro.
13 de julio, 1989. La Revolución Cubana se acaba un poco antes de las 02:00 AM. Arnaldo Ochoa, Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez han sido fusilados por seis hombres al mando del coronel Luis Mesa en un potrero cercano a la base aérea de Baracoa, al oeste de La Habana. Se llevan con ellos la última posibilidad que tuvo un pueblo americano de existir en la historia como hombres indómitos, aunque fuese a su propia medida.
Ahora, con los cadáveres de los cuatro compañeros que han sido fusilados, todavía insepultos y botando humo, estamos en el plano inclinado que conduce al país del que nunca escaparemos, de nuestras fleteras baratas y alardosos buscavidas, y Fidel Castro, el hombre que una vez estuvo sentado en el trono milenario de Haile Selassie, mientras las tropas desfilaban en su honor, convertido en una caricatura de él mismo, criminal desnudo.
Los habían arrestado un mes antes, el 12 de junio. Arrestado Arnaldo Ochoa a las 08:30 PM en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y los mellizos Antonio y Patricio de la Guardia, con un intervalo de minutos de separación, hacia la misma hora, en el Ministerio del Interior.
No habrá amanecer para esta noche que ha comenzado.
La última llama, que, con la perfección simétrica del hilo, saja la luz de las tinieblas, la nada del todo, se apaga.
Estas tres criaturas, tres hombrecitos ahora cabizbajos, el mentón clavado en el pecho, aún enfundados en sus uniformes verdeolivo de mangas cortas y siendo conducidos entre toscos y reconocibles guardianes en Ladas sin rótulos hacia los centros de procesamiento. Mustios ahora para siempre y callados como muertos mientras escuchan los indicativos de las plantas Yaesu que parecen apoyarse en oleadas de ruido parásito, no tienen la menor capacidad para reconocer que el poder ha sido trasladado a ellos, que ha escapado de las manos de Fidel Castro porque ya Fidel Castro no es más la Revolución Cubana y que en una suerte de desplazamientos telúricos de las fuerzas de presión y cambio ejercidas desde adentro de los procesos revolucionarios, ellos lo poseen, todo el poder, todas sus posibilidades.
Pero enseguida quebraron la voluntad de Arnaldo, haciéndolo aparecer contrito y bovino en el ``Tribunal de Honor''. ``Les prometo a todos que mi último pensamiento será para Fidel'', dijo. Después Fidel visitó a Tony en Villa Marista y lo comparó con el samurai al cual el Shogún le pide su honor, pero le garantizó la vida a cambio de su inculpación.
Estuvieron advertidos, no obstante, y tuvieron tiempo para pensar sus coartadas e incluso escapar. Yo mismo avisé.
Era perceptible, bajo la gruesa capa de su altanería, que habitualmente le servía a Ochoa para su trato con los demás hombres, que sus músculos comenzaban a tensarse, a la defensiva mientras le contaba que Raúl Castro me había mandado el recado de que me apartara de él y de Tony.
--Además, hay 200,000 dólares de los nicas que están perdidos, y Raúl dice que tú los tienes.
Arnaldo bajó intuitivamente la pierna izquierda del muro de piedras. Yo retrocedí. Quizá un paso. Los dos brazos de Arnaldo Ochoa se desplomaron a ambos lados. Quiso decir algo. Yo pensé que no me había entendido.
Creo que soy el único hombre que tuvo la oportunidad de ver a Arnaldo Ochoa palidecer y que los labios por un instante le temblaran, al igual que su voz.
-¿Qué tú dices?
-200 mil dólares, los nicas, Raúl dice que tú los tienes.
-¿Te dijeron eso?
Y los brazos desplomados.
Se recuperó a medias, aún con la vista en ninguna parte, y él mismo ausente, y dijo algo que sólo se oye en las películas.
--Estoy perdido.
Yo quedé contemplando a aquel hombre que había soltado amarras y que parecía haber abandonado el contacto con la tierra, y al que sería difícil ver sonreír una vez más, y cuya habitual conducta, franco y bromista, el tipo campechano, era historia pasada, y que de hecho no volví a ver más a no ser en los fragmentos de videotape editados por la televisión cubana del juicio que estaba a punto de celebrarse y del cual nosotros, desde luego, no teníamos idea.
-Arnaldo, ¿qué pasa?
-¿Dónde tú dices que fue eso, quiénes estaban delante?
-Raúl, Aldana, y Alcibiades, en el Comité Central, el lunes. Menos de 72 horas.
-Yo no soy hombre de $200 mil.
Comencé a asentir, maquinalmente.
--Esos $200 mil --dijo Arnaldo--. Eso no es lo que cuenta aquí. Y yo tampoco soy un hombre de $900 mil. Ni de $1 o $2 milloncitos de dólares. Yo soy un hombre de no menos de $900 millones. Que ésos son los negocios que se están haciendo aquí. Todos esos negocios que hacen tus amigos --una referencia a Tony y su gente-- son cosas de muchachos, negocios miserables.
Parecía recuperar el viejo aplomo.
--Pero óyeme lo que te digo. Oyeme bien. Aquí se están haciendo negocios de muchos millones. Y tus amigos están fuera de todo. Ellos creen que están adentro. Pero no lo están. Aquí la jugada es de altura, socio. Y es en el juego que había que estar. Y yo sé quiénes lo están haciendo. Negocios de $900 y $1,000 millones. Mínimo.
Miró hacia su izquierda y comprobó que su chofer aguardaba, dentro del carro. Ochoa me estaba apuntando con el índice.
--Los negocios que yo quiero hacer son de no menos de $900 millones de dólares. Me tengo que ir.
No recibí ninguna expresión de gratitud, como esperaba.
Estuvimos caminando. Llevábamos un paso cansino. Como deshaciéndonos de las armaduras después del combate.
Arnaldo fue arrestado el 29 de mayo en la oficina de Raúl Castro, cinco días después de esta conversación. El sábado le dijeron que cogiera su Land Rover y se fuera a Holguín, su tierra natal, y aprovechara para ver ``las transformaciones de la Revolución''.
Queda la esperanza de que faltara a su promesa de pensar en Fidel cuando lo pegaron al palo. Que no se hubiese puesto a esa hora con esa bobería. Sé que rechazó la venda y que le ataran las manos y que extendió los brazos como un crucificado y entonces se encogió de hombros como diciendo y ahora qué falta y que sacó el pecho, erguido como la proa de un acorazado que bate un mar de galerna, para que le encajaran bien las balas.
Norberto Fuentes
Escritor cubano. Autor de Condenados de Condado, Cazabandidos, Hemingway en Cuba y, de próxima aparición en EU, In the Jaws of the Wolf, sobre la causa de Ochoa, que publicará WW Norton & CO. Como corresponsal de publicaciones cubanas, Fuentes acompañó al general Arnaldo Ochoa en misiones al extranjero.
©Copyright (spd) 1999 by Norberto Fuentes
Copyright 1999 El Nuevo Herald
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Periodista cubano dice KGB quiso derrocar a Castro
OLANCE NOGUERAS
Publicado el sábado, 27 de junio de 1998 en El Nuevo Herald
Una investigación realizada en Cuba por un equipo de inteligencia de la KGB entre 1987 y 1989 formaba parte de una acción encubierta de la ex Unión Soviética para derrocar al gobernante cubano Fidel Castro, dijo a El Nuevo Herald en Miami Raúl Martín, periodista que trabajó durante más de 10 años en la agencia Prensa Latina.
Martín, que aseguró haber participado en el Plan a través de la agencia periodística Nóvosti, dijo que el sondeo permitió evaluar la opinión y el estado de ánimo de los principales mandos militares en la isla.
``Ese trabajo fue parte de una acción encubierta de la KGB a instancias de las aperturas lidereadas por Mijail Gorbachev'', enfatizó Martín durante una entrevista en El Nuevo Herald. ``Estaba destinado a promover urgentes cambios en Cuba bajo un equipo de oficiales de la KGB, probados en la lucha por la perestroika''.
Según el periodista, el estudio se realizó bajo la cobertura de un proyecto de ``recopilación histórica'' sobre la colaboración militar soviético-cubana, que posibilitó visitar unidades y escuelas militares, y casas de recreación para oficiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) y el Ministerio del Interior (MININT).
``Fui reclutado por la dirección de Nóvosti, después de que la embajada soviética en La Habana reconoció que yo era uno de los periodistas más allegados a los militares cubanos, y que había demostrado mis simpatías por el proceso de apertura de la perestroika y el glasnot'', puntualizó Martín.
A finales de 1987, Martín escribió una carta Gorbachev. En la misiva, enviada a través de la antigua embajada soviética en La Habana, pidió ``esfuerzos para cambiar el rumbo del desastre cubano'', y acusó a Castro de ser el factor desestabilizador de los principios del socialismo democrático.
``La carta tuvo su repercusión'', aseveró. ``El 10 de diciembre de 1987 me entrevisté con el oficial de la KGB Igor, que dominaba cuatro idiomas y era el nuevo director de Tass-Nóvosti''.
También se entrevistó con representantes de la sección de prensa de la Embajada de la Unión Soviética.
Un ex militar cubano en la disidencia declaró desde La Habana que Martín era colaborador de la sección de prensa y cultura de la Casa de Oficiales del Ejército Occidental, situada en un antiguo convento católico del reparto El Calvario, en las afueras de La Habana.
Aseguró que Martín mantenía buenas relaciones con altos oficiales del ejército occidental, y que probablemente brindó a los soviéticos ``análisis valiosos de sus contactos'', entre ellos informes sobre los militares procesados en el caso del general Arnaldo Ochoa.
``Fue uno de los tantos cubanos que quedaron profundamente impactados por el proceso de renovación que trajo la perestroika'', manifestó la fuente.
En Miami, Domingo Amuchástegui, ex oficial de la inteligencia cubana y antiguo instructor político del Estado Mayor Nacional, aseguró que el proyecto era imposible de ejecutar dentro del contexto de las relaciones soviético-cubanas de esa etapa.
``Las relaciones estaban en un estado de crisis absoluta'', argumentó Amuchástegui. ``Estaban tan polarizadas las tensiones, que inclusive se dañaron los vínculos del gobierno cubano con la KGB y hasta con las fuerzas armadas soviéticas''.
El militar, que arribó al exilio en 1994, manifestó que nunca tuvo acceso a informes sobre el estudio de marras, y señaló que la contrainteligencia cubana estaba ``superinstruida'' sobre cómo debían ser vigilados los asesores y militares soviéticos.
Expertos en el exilio han cuestionado la necesidad de una acción encubierta de la KGB, debido a que en esa fecha existían experimentados asesores en las principales bases militares de la isla, que estarían en una posición estratégica para brindar informes más técnicos y precisos.
Sin embargo, Amuchástegui rechazó esa tesis y alegó que debido a las tensiones los asesores soviéticos eran férreamente supervisados por los servicios de contrainteligencia de Cuba.
``En ese período Fidel Castro estaba frenético con todo lo que viniera de allá'', apuntó. ``Por esa fecha él [Castro] había roto los acuerdos tripartitos que existían respecto a la guerra de Angola, y había realizado declaraciones contra los reformistas rusos encabezados por Gorbachev''.
Durante esa etapa, la oposición al poder del Partido Comunista en la antigua URSS se había propagado a través de importantes medios electrónicos e impresos. También comenzaron a tolerarse los intercambios académicos y culturales con sus vecinos europeos.
Martín, que escribió artículos para la revista cubana Prisma Internacional, destacó que entre los datos que le fueron revelados, llamaba la atención que alrededor del 80 por ciento de los militares de la FAR ansiaban estar en alguna misión dentro de la isla, bajo las órdenes del general Ochoa, y que más del 50 por ciento de los militares activos en Cuba estaban descontentos con el rumbo que llevaba el país.
Ochoa fue fusilado en la madrugada del 13 de julio de 1989 junto a su ayudante personal, el capitán Jorge Martínez; el coronel de la inteligencia, Antonio de la Guardia, y el mayor Amado Padrón, condenados en la Causa no.1 de ese año.
El periodista señaló que recibió los datos en el verano de 1980, a través de un presunto corresponsal de Nóvosti que nunca se identificó.
Agregó que desde entonces optó por callar, hasta exiliarse en 1996 para escribir el libro Yo conspiré con la perestroika contra Castro.
Según las fuentes consultadas, a finales de la década pasada los militares en Cuba estaban descontentos por el alza de la corrupción entre los altos mandos de gobierno y las quejas de una red de narcotráfico montada con el visto bueno de las autoridades. También existía disgusto por el atraso tecnológico del país y la muerte de cientos de cubanos en guerras internacionalistas en Centroamérica y Africa.
Copyright © 1998 El Nuevo Herald
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