martes, julio 11, 2006

CALDERONAZO A FIDEL CASTRO


Calderonazo a Castro


La victoria del PAN y el futuro de las relaciones México-La Habana.

< --- José Prats Sariol, México DF


lunes 10 de julio de 2006 6:00:00








El candidato oficialista mexicano Felipe Calderón es el virtual ganador de las elecciones presidenciales, según el Instituto Federal Electoral (IFE). La victoria del PAN (Partido Acción Nacional), aunque por un angosto margen, asegura un nuevo sexenio favorable a los intereses de Cuba.

La alegría de un poco más de la tercera parte de los mexicanos que votaron por Calderón y su programa, debe ser compartida por cada cubano deseoso de un movimiento a la democracia tras 47 años —ocho sexenios, en argot mexicano— de castrismo.

Las posiciones sostenidas por Vicente Fox, desde que tuviera de canciller a Jorge Castañeda y visitara La Habana con él, establecieron transparentemente que se trataban de relaciones con un gobierno, no con el fantasma de una revolución fenecida desde alrededor de 1970. Ingenuidades torpes aparte —"comes y te vas" [que le pidiera Fox a Castro durante la Cumbre de Monterrey]—, los hechos demuestran que la política panista hacia el caudillismo-leninismo caribeño ha sido de extrañamiento, lógica separación, adiós.

Pronto el equipo de gobierno —en particular Luis Ernesto Derbez, el actual canciller— comprendió que no trataba con personas decentes, honradas. Los sucesivos incidentes diplomáticos y las ramplonas intervenciones en los asuntos internos de México, junto a encubiertas incitaciones subversivas, argumentan de sobra la falta de escrúpulos.

La alianza de Castro con Chávez, las chapucerías de este ex golpista contra la democracia en la Cumbre de Argentina, sus injurias contra Fox, representan un "valor agregado". Si un mexicano no perdona algo en política, es no ya la intromisión en sus asuntos, sino la falta de modales. Además de su figura, el discípulo venezolano añade una ambición hegemónica continental, apoyada en el petróleo, contra la geopolítica mexicana.

Felipe Calderón, Presidente elegido --- >

Aunque hubiera ganado el PRD, y aun el PRI, la composición actual de las fuerzas políticas mexicanas, la tripartición de los votantes, los grupos de poder en las dos cámaras, hubieran impedido cualquier acercamiento entusista al rizoma cubano, al viejo estilo del medalleo, el ninguneo y los pactos de camajanes celebrados en Tropicana o en Varadero.

¿Hay que recordar el silencio de La Habana en 1968 cuando los sucesos de Tlatelolco?, para no citar ejemplos menos lejanos vinculados a Chiapas, la discriminación racial a indios o negros, las políticas migratorias…

La furia del comandante

Dos pruebas de cuántas patadas debe estar lanzando Castro están en el artículo que publicara Granma antes de la elecciones y en el de un amanuense en el periódico digital La Jiribilla —que allá dentro llaman cariñosamente La Jorobadilla—.

El texto en Granma merece advertir que Castro gusta en redactar y con toda seguridad en revisar cuánto allí se publica de real importancia. Se trata, como se recordará, de una diatriba contra los seis años de la administración Fox, es decir, contra la posible elección de Felipe Calderón. Sus iracundos argumentos indican cuánto le duele el alejamiento de México, cuánto supuran las votaciones del águila azteca a favor del respeto a los derechos humanos en la tierra de José María Heredia, el poeta exiliado que muriera aquí.

La furia del comandante es una excelente señal de su anacronismo. La cancillería mexicana le hizo el caso del perro. Los medios de comunicación apenas dieron la noticia. Ninguno de los cada vez más insignificantes adictos, pudo defender lo que constituye una revelación de que la caricatura que resta del antiguo revolucionario nunca respeta lo que exige, de que se mete donde le da la gana, aunque ya se le mezcle el ridículo grotesco con sus cada vez menos efectivos métodos mafiosos.

Por su parte, el artículo del empleado castrista —amigo personal de otro derrotado en las anteriores elecciones mexicanas— verifica el definitivo velorio del viejo matrimonio intergubernamental. Su análisis de la situación mexicana se apoya en lugares comunes, en graves problemas que ni uno sólo de los cinco candidatos a la presidencia ha dejado de denunciar, de proponer soluciones.

Cuando se refiere a las relaciones con Cuba, se atreve hasta afirmar que la revolución cubana aún existe, con lo que —es obvio— añade un fanatismo descalificador a sus objeciones. Pasa por alto que nunca durante el sexenio panista se ha dejado de votar en la ONU contra el embargo. Pasa por alto el refugio de Carlos Ahumada en La Habana, con todo lo que simboliza. Pasa por muy alto que si alguien violó la soberanía de una nación hermana fue el embajador cubano en México, que le trajo hasta la expulsión, y después, en signo de benevolencia, su readmisión en aras de no dar excusas para confrontaciones.

Buen regalo azteca

Los cubanos que deseamos una transición pacífica hacia las engorrosas aventuras democráticas, que la sabemos cercana, debemos estar contentos con los resultados de las elecciones en México. En el capítulo final de nuestra tragedia nacional, sabemos que pronto el tema migratorio no será un diferendo entre nuestros dos países, que nuestros desesperados balseros e inmigrantes ilegales no tendrán que ser deportados de nuevo a la Isla, en fea contradicción con lo que se le exige a Estados Unidos con los mexicanos.

Sabemos con optimismo, no hay más que ver el pataleo del comandante. Buen regalito azteca —chile bien picoso— para su 80 cumpleaños. Pero sobre todo buena experiencia —en disímiles sentidos— para cuando nos toque reiniciar en Cuba los delicados, espinosos trabajos para unas elecciones libres.