LA URNA DE CRISTAL
Por Aimée Cabrera
LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Cuba y su capital, la más famosa de todas sus ciudades, trata de convertirse en una potencia turística, en nación o punto clave donde se celebren todo tipo de eventos de carácter internacional, pero el método utilizado hasta el momento, parece no ser recomendable.
Nada sencillo y sí muy complejo resulta agrupar a invitados y turistas en zonas especiales y brindarles un sin fin de comodidades, sin que tengan contacto con el pueblo. Lo lógico es que el visitante pueda confraternizar o mezclarse con los nativos, para poder hacer una valoración real del nuevo entorno.
Cuando la celebración de la Cumbre de Países No Alineados en La Habana ocurrió un cierre del tránsito por un sin fin de calles y avenidas, mucho antes de que llegaran las delegaciones, y las zonas aledañas al recinto de reuniones, y las áreas de hospedaje de los invitados de alto nivel estuvieron muy vigiladas.
A los artesanos de la Feria de la Catedral se les prohibió vender durante la semana en que se celebró dicho evento y aún no han recuperado todas esas horas de trabajo, en el momento en que hay un período de baja turística. Esos asistentes, de buen poder adquisitivo, hospedados en la zona, hubieran hecho buenas compras a los vendedores.
A pesar de este síndrome de la urna de cristal, los turistas extranjeros recorren la ciudad a pie, prueban alimentos y bebidas bien baratos, y en algunas ocasiones tratan de coger alguna ruta de ómnibus urbanos o entran en las tiendas para insertarse en los grupos de personas como uno más.
Eso no ha sido fácil de lograr para muchos de ellos, debido a los controles de la policía para cuidarlos, a veces se ven limitados a hacer amistades cuando se acercan a personas decentes que temen pasar la vergüenza de que un policía los llame y les pida identificación.
También quienes eran asiduos turistas ya no lo son, producto de los cambios de moneda extranjeras a la convertible cubana que nada más pueden usar aquí y les deja pérdidas, las que no tienen en otros países del planeta.
Sería idílico pensar en que La Habana volviera a ser el punto obligado de visita de los más famosos del mundo, como sucedía en décadas pasadas, ahora los que atienden su esfera turística se contentan con crear bellas áreas, que no son más que inalcanzables urnas de cristal para asfixiar a golpe de paternalismo a los turistas foráneos.
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