viernes, octubre 27, 2006

LAS VERDADES DE ORIANA FALACCI

Las verdades de Oriana


Por Luis Cino



LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Ha muerto Oriana Falacci. Muere con ella otro pedazo del periodismo, del verdadero, el que se escribe con mayúscula, sin medias tintas ni dobles suelas.

Ha muerto Oriana Falacci, campeona absoluta de la verdad, perdió la batalla contra el cáncer. Espero que no le disguste demasiado la idea de abandonar un mundo que se desvaloriza por minutos para reunirse al fin con Panagulis, el hombre que tanto amó.

Los que sí quedamos en desoladora orfandad con su partida somos sus lectores. Incluso aquellos a los que les chocaban sus duras verdades. Ellos también admiten que, en este mundo, en el que cada vez con mayor frecuencia nos pasan gatos y hasta ratas por liebres, las verdades de Oriana Falacci se van a echar de menos. Sin ella y con tanto periodista preso, sobornado o asesinado, tartufos, hipócritas y fariseos tendrán más fácil la tarea de engañarnos y confundirnos a escala planetaria.

El cáncer ahorró a los santones chantajistas del terror islámico tener que dictar la fatwa contra la infiel Falacci. Los poderosos y hacedores de la historia, los que tronchan vidas para sus empresas grandiosas de cualquier signo cual si cascaran huevos, no tendrán que resistir la riesgosa vanidad de concederle una entrevista a Oriana Falacci.

Alguna vez, Fidel Castro estuvo a punto de sucumbir a la tentación de ser entrevistado por la Falacci. Lo pensó dos veces y no concedió la entrevista. Prefirió que la hicieran Barbara Walters, Frey Betto, Gianni Mina y más recientemente el apologista que estimó definitivo, Ignacio Ramonet. Sus razones tendría el Comandante.

Oriana Falacci escribió en entrevistas a varios de sus protagonistas- Yasser Arafat, Henry Kissinger, Chou En Lai, Norodom Shihanouk- una nada complaciente historia de la segunda mitad del siglo XX. Era desafiante, agresiva, cruda, honesta y valiente. Las mejores medallas a su periodismo fueron los ataques más ruines de sus detractores.

Oriana Falacci se marcha hastiada de un mundo lleno de mentiras que acepta con resignación e indiferencia la tortura, el chantaje, la ilegitimidad y el uso de la fuerza. Ya no arrancará máscaras ni estropeará panegíricos. Tendremos que definitivamente adaptarnos a vivir sin sus verdades.
La Falacci descansa en paz. Nos mostró que la verdad, en cualquiera de las circunstancias, es una sola y no tiene precio. Buena razón para que dios sea benévolo con ella y le permita completar siquiera uno de sus sueños. El de un amor sin final. Ahora tiene toda la eternidad para dedicarla a Panagulis.