miércoles, noviembre 01, 2006

LA ENSEÑANZA DE LOS AMISH

La enseñanza de los Amish



Por Alberto Muller



La noticia corrió por los teletipos noticiosos y dejó perpleja a toda la nación norteamericana y al mundo exterior civilizado: un asesino con frialdad pasmosa puso a diez niñas en fila en una escuela de la comunidad Amish de Nickel Mines en Pennsylvania y comenzó a dispararles sin misericordia.

Murieron cinco de las niñas y las otras cinco quedaron gravemente heridas. Una vez concluí­da la masacre y en medio de su festí­n sangriento, el asesino Charles Roberts, se suicidó de una tiro en la cabeza.

Para caracterizar el escenario de este evento sangriento, hay que decir que a la comunidad Amish no le deslumbran los adelantos técnicos. Ellos prefieron vivir al estilo cristiano antiguo sin ostentaciones materiales y con poca atención a los impulsos sensuales de la televisión y a la obsesión informativa de la Internet. Para ellos el sacrificio de la sangre de Cristo sintetiza una obligación a imitar en la vida cotidiana.

Un tí­pico hombre Amish estará siempre bien afeitado mientras permanezca soltero, pero al casarse dejará que su barba crezca. Los bigotes generalmente están prohibidos por ser vistos como sí­mbolos de la persecución polí­tica y religiosa que sufrieron en Europa durante los siglos XVI y XVII. La mayorí­a de las familias Amish hablan un dialecto conocido como ¨Pennsylvania Dutch ¨, una mezcla de alemán con holandés.

Aunque el mensaje de tradición estricta y de paz interior de la comunidad Amish parezca discordante a algunos, no deja de ser un tema de reflexión interesante en el mundo de hoy, más dado al predominio de las las batallas militares y de los actos de terrorismo salvaje.

Por eso cuando algún ciudadano Amish comete un delito, la preocupación de sus autoridades, más que eliminarlo del grupo social, es reinsertarlo por medio de la educación, el arrepentimiento y el perdón.

En eso se diferencian en grande de las autoridades chinas, que anualmente fusilan a 15 mil delincuentes delante de sus familiares para sembrar en la población el terror a delinquir. El ¨ojo por ojo y el diente por dienteâ ¨ en China es una práctica cotidiana.

Sumida en este doloroso escenario humano casi incomprensible del asesinato de cinco de sus niñas, la comunidad Amish primero oró con fervor ante el horror del hecho criminal, en busca de la misericordia de Dios para entender lo ocurrido, y después pidió luz al Creador para reaccionar humanamente ante un cuadro tan desolador y aniquilante.

Y Dios los iluminó, según ellos, en una dirección de amor puro infinito: ¿Qué podrí­amos hacer para ayudar a la familia del asesino-suicida? Ese fue el primer pensamiento predominante de la comunidad Amish ante el sanginario acontecimiento.

Inmediatamente después vinieron otras preguntas de similar importancia: ¿Qué hacer para ayudar a las familias de las ví­ctimas y a los estudiantes compañeros de las niñas asesinadas ?

Si algo enseña el sentimiento de humanidad, que se encarna en el corazón de esta comunidad Amish con su preocupación por la familia del asesino, es que la conducta de amor al otro no puede tener componentes de limitación ni pretextos de grandezas ni racionalizaciones excluyentes.

La humildad, como expresión de la naturaleza humana, no cree en superioridades y si comete esa debilidad, pide perdón inmediatamente con entereza de espí­ritu.

La comunidad Amish de Nickel Mines en Pennsylavania, que recientemente tuvo que padecer ese schock inimaginable a la luz de la razón humana, ha dado una lección maravillosa de humildad al mundo contemporáneo plagado de terroristas rabiosos y de asesinos carcomidos por el rencor.

También la lección puede aplicarse en especial, a las naciones del mundo actual, que en ocasiones priorizan la confrontación de la guerra y el autoritarismo del poder a la esperanza del entendimiento y a la conveniencia de los consensos y de la participación.

Ninguna de las niñas le habí­a hecho ningún daño o agravio al asesino Charles Roberts. Entonces, ¿cómo se explica, tanto odio y agresividad contra estos seres inocentes?

El rencor en el corazón del ser humano es la única explicación posible de estos crí­menes. La comunidad Amish nos deja una lección de perdón y de amor infinito hacia el prójimo, que independientemente de coincidencias o reservas por parte de algunos, tiene un valor humano.

Perdonar es mejor que odiar, definitivamente, aunque en ocasiones emocionalmente sea difí­cil su puesta en práctica.