CUBA EN LOS DESCUENTOS DE FIDEL
Tomado de
Cuba en los descuentos de Fidel
Los cubanos se debaten hoy entre la esperanza de un cambio y la resignación de que, con o sin el Comandante, todo seguirá igual. La situación económica sigue siendo igualmente precaria y, si bien el “raulismo” no encarna el pasaje a una transición real, sí proporciona parcelas de esperanza.
Por Katia Rodríguez L.
(Desde La Habana)
Fidel Castro. “Hace cinco meses que no lo vemos en la televisión. Eso es algo, un descanso; cualquier cosa es algo cuando uno cree que se acercan los cambios en este país”.
Así me dijo el mesero de un café de La Habana Vieja, mientras yo tomaba foto del cartel oficial que se hizo para los 80 años del líder máximo de la revolución, y en el que, justo encima de su fusil de guerrillero, le desean que cumpla 80 más.
Pero es difícil creer que éste sea el deseo profundo de todos los cubanos. Aun cuando muchos lloran su enfermedad y ruegan por el restablecimiento de su salud, el día a día cubano es otro paciente enfermo de dolencias sociales generalizadas a punto de colapsar. Y el gran deseo pareciera ser la cuenta regresiva, que tiene como único indicador un expectante y críptico silencio.
Las calles del país están desiertas, como si existiera un toque de queda, lo que hasta cierto punto es una verdad innegable cuando no es posible contar con ningún medio de transporte público a partir de ciertas horas de la noche en algunas barriadas no centrales de la capital. El puñado de taxis estatales que funciona contra pedidos telefónicos y la autorización a los viejos autos americanos particulares para circular por las arterias principales de la ciudad, más una limitada red de buses siempre repletos de gente que viaja por más de una hora de pie, son signos visibles de la privación de libertad de la vida nocturna para cualquier ciudad.
Además, como si fuera normal, el país sigue incomunicado con el mundo. Internet, por ejemplo, es inaccesible. Extremadamente controlada, los servidores sólo proveen de conexión a los ministerios o a ciertos centros laborales del Estado que justifiquen el acceso a la información.
El pirateo de conexión, sólo para acceder al correo electrónico, es la única alternativa a mano para unos pocos particulares. Por ello se pagan hasta 20 CUC (la primera moneda oficial de cambio con equivalencia similar en dólares o euros), una suma altísima teniendo en cuenta que un salario medio en pesos cubanos (segunda moneda oficial de Cuba) equivale a 15 dólares por mes.
La televisión, único puerto noticioso que difunde la información oficial, no ha cambiado su línea editorial: de cara al sol por su aliado venezolano y al pie del cañón contra el sempiterno enemigo, Estados Unidos. El 2007 arrancó con la amplia cobertura en todos los medios de la visita de un grupo de pacifistas norteamericanos a la base naval de Guantánamo, para denunciar la ausencia de procesos judiciales y los abusos cometidos contra los 395 prisioneros –presuntamente terroristas– después de cinco años de detención. La campaña informativa de adhesión a los pacifistas no era una noticia anodina.
Casi al mismo tiempo, Amnistía Internacional –la ONG de referencia en materia de derechos humanos– publicó su informe sobre los cinco meses de mandato de Raúl Castro, estimando que el Gobierno ha cambiado sus métodos de represión, reemplazando las condenas de larga duración por otras acciones de menor intensidad, pero sin dejar de remarcar que “se continúa violando el derecho a la libertad de asociación, de expresión y de prensa, la circulación de personas, el derecho de información y de reunión, así como la posibilidad de trabajar libremente fuera de la tutela del Estado y de organizar sindicatos o partidos políticos”.
LOS FRIJOLES DE RAUL
El escenario político cubano está permeado de escepticismo. Imaginar a Cuba sin Fidel sigue siendo un ensayo intelectual sin terminaciones. Un juego de roles, un cambio de vestuarios, un guión de preguntas y respuestas por venir, un experimento musical del “ya viene llegando” del cantante cubano Willy Chirino, que mientras más se acerca, más incrementa la ansiedad y también la incertidumbre.
Sin embargo, la realidad, aunque hable sólo por sus aproximaciones, está por delante de un temblor de tierra y de esta llamada era “raulista” que, si bien no encarna el pasaje a la transición real, proporciona parcelas de esperanza a quienes ven en él a un líder “abastecedor”, lejos de la política exterior y gran protector de sus tropas armadas, signo de un paternalismo necesario a los cubanos. El hermano de Fidel está lejos del idealismo y de la oratoria, pero cerca de la realidad de las familias.
Una señora muy gorda y enferma me lo dijo con palabras muy sencillas : “Raúl no es Fidel. Raúl es un padre de familia. No tiene carisma y es un bruto, pero ha intentado proporcionarnos frijoles. Su línea es dura y nos llama a la disciplina como si fuéramos militares de sus Fuerzas Armadas Revolucionarias, pero este pueblo también se ha embrutecido mucho, y cuando uno se vuelve orfelino nada mejor para reemplazar la pérdida del padre que enviando al hijo al claustro”.
La popularidad del Gobierno de Raúl es dificil de testear. Los sentimientos emergentes de pueblo son encontrados. Las nuevas generaciones temen por el retorno del bastón y la censura, las otras se refugian en el continuismo.
Raúl, mientras tanto, escoge sus palabras para crear un clima de apertura. “De justificaciones estamos cansados en esta revolución. Revolución no es mentir”, como dijo en la octava sesión de la Asamblea Nacional de los Poderes Populares, que tuvo lugar en diciembre de 2006.
Los cubanos, acostumbrados a leer entre líneas y a responder con ejemplos, dicen que lo mejor que ha dicho Raúl al terminar uno de sus discursos es “Viva Cuba libre”, ahorrándoles por primera vez el eslogan de “Patria o muerte” que durante años ha retumbado en sus oídos.
Muchos reconocen que Raúl está imponiendo un cambio de estilo en la dirección del país, pero en el cambio no asoma la intención de transformar radicalmente el sistema político ni la organización de la economía; la gente reclama su rol en el control directo de las finanzas nacionales y en la posibilidad de inquirir a la dirigencia política sin miedos a una sanción, lo que aún está lejos de ser un hecho consumado.
OXIGENO A GOTAS
El libre mercado y la libre iniciativa apenas existen. Las únicas actividades privadas, independientemente de la producción agrícola a través de cooperativas, siguen siendo la gestión gastronómica privada con una autorización de sólo 12 cubiertos para abrir un restaurante, al igual que el alquiler de habitaciones en casas particulares, ambas actividades gravadas por un impuesto de alta tarifa fija.
La situación económica es precaria, aun cuando la ayuda venezolana haya permitido alumbrar la ciudad y se hayan terminado los famosos “apagones” que durante los dos años precedentes dejaron sin luz a municipios enteros, por falta de petróleo para suministrar energía a los domicilios. Y aunque la tasa de crecimiento de Cuba es oficialmente del 12,5%, la traducción de dicha cifra en la vida cotidiana es sencillamente inimaginable.
La calidad de vida de los cubanos aspira a ser mejor que la que hubo antes del período especial (iniciado en 1989, junto con la caída del muro de Berlín y el fin de las relaciones privilegiadas con el comunismo del Este), pero ese nivel está lejos de alcanzarse con la muy incipiente mejoría de la salud, la vivienda y la alimentación (que ha sido posible gracias a la producción de las cooperativas privadas, las que garantizan el 75% de los productos de la tierra en los agromercados).
El impacto de la mejoría no se puede apreciar. Los salarios bajísimos, la existencia de tres monedas convertibles, la ausencia de personal especializado en los servicios de salud y un fondo urbanístico deteriorándose por falta de presupuesto hacen de Cuba un país hundido en sus ruinas.
Los observadores agudos y grupos de intelectuales críticos que intentan expresarse en reuniones privadas no se dejan convencer con un mero lifting de discursos.
La osamenta del régimen cubano está compuesta por una generación de hombres que bajaron de la Sierra Maestra marcados por las armas y la guerrilla. Sólo en los años ’90, un grupo de escogidos herederos ha podido dar oxígeno en gotas a la política con los intentos de reestructuración las últimas dos décadas, aunque los resultados son los mismos.
La experiencia ideológica sigue siendo la de siempre: una amalgama de creencias comunes bajo el banderín del antiamericanismo, la culpa del bloqueo y la necesidad de seguir creyendo en el “socialismo” como único paradigma social posible. El tema de los espías cubanos detenidos en Estados Unidos parece estancarse en un camino sin salida jurídica. Se comenta, a rumor cerrado, que Fidel mismo los delató durante un encuentro con jerarquías norteamericanas a las que advirtió que él sabía todo lo que se planeaba contra su persona gracias a sus agentes fuera de Cuba.
Hace ocho años que los cubanos coexisten con este conflicto, un pretexto más para sustentar la batalla del hombre fuerte de América Latina contra la superpotencia estadounidense.
EL PASADO NO SE OLVIDA
Cuba flota en estas aguas turbias todavía. A casi 50 años de pensamiento único aún no se puede soñar con el pluralismo y menos saber qué lugar tendrán la oposición interna y la disidencia establecida en Estados Unidos, Europa y América Latina. La voz y el voto de los casi tres millones de cubanos fuera de la isla siguen en lista de espera para hacerse escuchar.
El pasado 5 de enero se suscitó el primer “pase de facturas” entre los intelectuales cubanos en pleno “raulismo”. Un cuerpo de reacciones que escogió como lugar de encuentro la Internet hizo trascender la cólera de los intelectuales cubanos, de dentro y fuera del país, ante la aparición en la televisión nacional de un personaje siniestro de los primeros años de la revolución, Luis Pavón, presidente del Consejo Nacional de la Cultura en los tiempos del llamado “quinquenio gris”.
Más que un montón de cartas reunidas en un grito común, éste puede ser el primer plato de lo que será la explosión de la memoria colectiva de los años que vendrán. Una presentación general que revela hasta qué punto el pasado no está invitado al olvido.
La sociedad cubana, que ha funcionado a lo largo de estos 48 años bajo una “política invisible” de transacciones ocultas, tendrá que seguir haciendo prueba de paciencia hasta que los diarios anuncien que el “mañana” ha llegado. LND
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