LA IZQUIERDA MASOQUISTA SE PAVONEA // CRÍTICA Y MEMORIA // IRA POR LA REAPARICIÓN DE CENSORES CULTURALES
Tomado de Cuba Encuentro.com
La izquierda masoquista se pavonea
Por José Prats Sariol, México DF
miércoles 10 de enero de 2007 17:36:00
"Perversión sexual de quien goza con verse humillado o maltratado por otra persona" —dice el mataburros—. ¿Gozarán mucho los escritores que ahora, con toda razón, denuncian el renacimiento de los Luis Pavón, Serguera y Quesada por la TV oficial?
"Métete con la cadena, nunca con el león", me aconsejó una tarde de 1997 en Ciudad de México el hoy director de la Academia Cubana de la Lengua. ¿Acaso la mayoría de las protestas contra la resurrección de los subcomandantes sigue disciplinadamente las moralejas de la picaresca advertencia?
Por favor, ¿peras al olmo? —para terminar con Sancho Panza—. Salvo en una de las justas protestas —de una talentosa narradora— no parece observarse la más mínima intención de juzgar al león, ni al hermano, a los que nunca se han arrepentido públicamente de cometer aquel Congreso Nacional de Educación y Cultura en abril de 1971, tras el desastre de la zafra de los 10 millones y la consiguiente sumisión al Moscú del comunismo científico y el realismo socialista.
¿Pensamiento crítico en el 2007 por parte de los mismos que clausuraron la revista Pensamiento crítico y el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana? ¿Ingenuidad o miedo de algunos de los que hoy acusan a la TV —tan totalitaria como en la "década negra"— de cumplir una orden —descendida del Partido— similar a la de entonces?
¿Será que lo dan por tácito, sobrentendido, implícito? Esperemos que así sea… Lo que no se transparenta o insinúa, en la retórica aristotélica de las denuncias contra el homenaje mediático a los pavones, es, sencillamente, si ya han perdido la poca fe que les quedaba en la cúpula del Poder. Ahí está, al parecer, lo que se elude.
¿Cuál cargo ocupaba Luis Pavón antes de ser designado presidente del Consejo Nacional de Cultura? ¿Acaso no era director de la revista Verde Olivo, es decir, un cuadro muy cercano, de la absoluta confianza de Raúl Castro? ¿Quién pudo nombrar al ex fiscal Papito Serguera en el Instituto Cubano de Radio y Televisión? Y a propósito: ¿De qué se ocupaba Armando Hart —entre otros dirigentes con poses liberales— en aquellos años?
Ah, la memoria. Propongo una campaña para recolectar "almohadillas de olor". Como yo no la he perdido —ni la quiero perder—, recuerdo con nitidez el discurso de Fidel Castro en la clausura del estalinista Congreso de Educación y Cultura. El mismo desprecio a los intelectuales es el que demuestran los vices al empezar 2007: la prueba se encendió en la pantalla chica.
Coincido en general con el artículo de Duanel Díaz. Quizás lo preocupante no sea la pose de críticos de la cadena que ahora asumen algunos masoquistas, sino el mensaje que tales resurrecciones trae consigo. ¿Hay otra vuelta a la tuerca que se ha mantenido edulcorada? ¿Habrá cambios en los funcionarios que dirigen la política cultural del gobierno? ¿Asistimos al reinicio de la represión desembozada contra artistas y escritores que el Poder sabe disidentes? ¿Se acabó el limbo?
En cualquier caso: mal síntoma, la polarización siempre es un síntoma pésimo, que presagia violencia. Las próximas semanas nos dirán, porque lo evidente es que los halcones han salido de sus jaulas. Esperemos que la vejez y los achaques en el lado derecho —ellos son la verdadera derecha— les impida volar.
Por Duanel Díaz
Madrid
miércoles 10 de enero de 2007 15:17:00
Ha llegado a mi buzón electrónico una carta pública donde Desiderio Navarro critica la reciente aparición de Luis Pavón en un programa de la Televisión Cubana que ha exaltado su contribución a la cultura nacional. Además de sumarme al merecido repudio de ese oscuro censor cuya obra literaria carece de toda importancia, me gustaría ahora compartir un par de reflexiones sobre la propia denuncia de Navarro; señalar, sobre todo, los límites de su posición, que son, básicamente, los de quienes a estas alturas de la partida afirman que la libertad de crítica y el socialismo cubano no son incompatibles.
Al colocar casi toda la culpa en el funcionario, por importante que este sea, Navarro libera en gran medida de ella al gobierno revolucionario. "Cierto es que Pavón no fue en todo momento el primer motor, pero tampoco fue un mero ejecutor por obediencia debida. Porque hasta el día de hoy ha quedado sin plantear y despejar una importante incógnita: ¿cuántas decisiones erróneas fueron tomadas "más arriba" sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministradas por Pavón y sus allegados de la época, sobre la base de sus diagnósticos y pronósticos de supuestas graves amenazas y peligros provenientes del medio cultural?", afirma, colocando en el origen —en la "base"— del entuerto al director de Verde Olivo, y atribuyendo así las erradas decisiones de la cúpula a los "datos" suministrados por él.
Pero no fue Pavón quien inventó el estalinismo, ni quien decidió seguirlo en Cuba: esas valoraciones, que son las que fundamentan la doctrina del realismo socialista, ya habían presidido la obra crítica de las cabezas pensantes del Partido Socialista Popular: Carlos Rafael Rodríguez, Mirta Aguirre, Juan Marinello, José Antonio Portuondo, Nicolás Guillén.
En un principio enfrentados con los partidarios de otras posiciones estéticas que reivindicaban para sí la originalidad de la Revolución, estos intelectuales estalinistas fueron adquiriendo más importancia en el dictado de la política cultural a medida que el gobierno revolucionario, declarado marxista-leninista desde 1961, fue estrechando sus lazos con el bloque soviético y los límites de la legalidad revolucionaria.
Navarro afirma que la impronta de Pavón "condicionó el resentimiento y hasta la emigración de muchos de aquellos creadores no revolucionarios, pero no contrarrevolucionarios, cuya alarma había tratado de disipar Fidel en Palabras a los intelectuales", como si entre este discurso de Castro y los dictámenes del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura hubiera una simple solución de continuidad.
La memoria que propugna en su carta no alcanza, pues, a recordar que fue el propio Castro quien pronunció el discurso de clausura de ese congreso, consagrando elocuentemente todos sus dictámenes; tampoco recuerda que Pavón, en tanto director de la revista Verde Olivo, estaba directamente subordinado a Raúl Castro. Las causas de las cosas que Navarro invoca en su cita de las Geórgicas llevan, entonces, directamente hasta ese Comandante en Jefe de cuya convalecencia todos están pendientes, y hasta aquel otro Castro que lo ha sustituido en sus funciones.
Preconizar la necesidad de ir a las raíces y quedarse en las ramas es, así, la contradicción medular de la crítica que ya en el ensayo In media res publicas ofrecía Desiderio Navarro. Allí apunta: "La suerte del socialismo después de la caída del campo socialista está dada, más nunca que antes, por su capacidad de sustentar en la teoría y en la práctica aquella idea inicial de que la adhesión del intelectual a la Revolución —como, por lo demás, la de cualquier otro ciudadano ordinario— 'si de veras quiere ser útil, no puede ser sino una adhesión crítica'; por su capacidad de tolerar y responder públicamente la crítica social que se le dirige desde otras posiciones ideológicas —las de aquellos 'no revolucionarios dentro de la Revolución' a quienes se refería la célebre máxima de 1961".
Ante esta reivindicación del derecho a crítica para los revolucionarios y los no revolucionarios de "dentro", cabe preguntarse dónde está el límite en que comienza la "contrarrevolución", quién establece el "afuera" sino ese Máximo Líder en cuyo dictum de 1961 estaban ya, in nuce, las determinaciones de 1971.
Lo cierto es justo lo contrario de lo que dice Navarro: la existencia misma del socialismo, antes y después de caerse el Muro, depende de reprimir la crítica de fondo, pues esta lo derretiría como un trozo de hielo expuesto al mediodía cubano. La Revolución no admite "conciencia crítica". Para criticarla de verdad, hay que situarse "fuera del juego". Salir de su propia lengua: pasar de "Fidel" a "Castro". Mientras exista "Fidel", no ya sólo en tanto ser físico sino en tanto concepto proveedor de legitimación, la simetría entre "políticos" e "intelectuales" que sugiere Navarro resulta falsa; de hecho, en Cuba no hay "políticos", puesto que no hay partidos ni parlamento.
Tampoco creo que una mayor resistencia de los intelectuales hubiera cambiado mucho la cosa en los setenta: más hubieran sido reprimidos, pues el sistema era una eficaz máquina de producir represores. Más criticables que los que en aquella coyuntura callaron o colaboraron, me parecen esos que, entonces marginados, se han convertido luego de rehabilitados en grandes adalides del régimen.
En una cosa sí estoy de acuerdo con Navarro: hay que tener memoria. Es por ello que echo de menos, en su enérgica crítica al gremio, una autocrítica, pues no olvido que, aunque le hayan censurado escritos propios y prohibido la publicación de algunos ajenos, él no dejó de ser uno de los cómplices de esa misma política con la que ha quedado identificado el nombre del teniente Pavón.
Como si se tratara de un colaborador de la revista positivista Cuba Contemporánea súbitamente montado por el espíritu de Zdanov, Desiderio Navarro escribió: "En modo alguno el sistema directivo de la sociedad socialista podría permitir que la cultura llegara a ser ese factor histórico que una vez fue abandonado a la espontaneidad y al libre curso y gracias a su capacidad de acción inversa sobre los demás factores sociales, introduciría en masa lo aleatorio, el desorden, la desproporción y la discordancia en todo el organismo social" ("El papel conductor del Partido marxista-leninista en el terreno de la cultura", La Gaceta de Cuba).
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La inesperada reaparición pública de ex funcionarios cubanos vinculados a purgas en el sector cultural de los años 60 y 70, ha desatado la ira de intelectuales y artistas dentro de la isla.
Wilfredo Cancio Isla/ El Nuevo Herald/ Las reacciones que circulan en la internet desde comienzos de año incluyen a varios ganadores del Premio Nacional de Literatura, y reclaman una respuesta urgente de las autoridades gubernamentales ante el ''error político'' que presupone una reivindicación del oscuro pasado estalinista.
La controversia surgió luego de la presentación de Luis Pavón Tamayo, ex presidente del Consejo Nacional de Cultura (CNC), en el programa Impronta del canal Cubavisión, el pasado 7 de enero. Pavón se identifica como el ejecutor de la política cultural que marginó y censuró a cientos de escritores y artistas cubanos a comienzos de los años 70.
El programa televisivo --dedicado a quienes han dejado una huella en la cultura cubana-- exaltó la figura de Pavón, mostrando medallas y fotos suyas junto a altos dirigentes del país.
''Allí estaba, vestido de blanco, el gran parametrador de importantes artistas'', escribió en una carta el escritor Antón Arrufat sobre el programa donde apareció Pavón. ``El que los persiguió y expulsó de sus trabajos, el que los llevó ante los tribunales laborales, los despojó de sus salarios y de sus puestos, quien los condenó al ostracismo y al vilipendio social''.
Arrufat es partidario de que la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC) pida a la dirigencia del Instituto Cubano de Radio y TV (ICRT) una disculpa pública por lo acontecido.
Al frente del ICRT se encuentra el teniente coronel Ernesto López, ex director de los Estudios Fílmicos de las Fuerzas Armadas (FAR) y hombre de la total confianza del general Raúl Castro, gobernante interino desde el pasado 31 de julio.
''La Televisión y sus responsables ... han dado un paso alevoso, despectivo hacia el padecimiento de los protagonistas de la cultura cubana que fueron sumergidos en el desprecio y condenados al ostracismo en un período cuyas torceduras todavía no se han curado'', consideró el novelista y ensayista Reynaldo González.
En la lista de mensajes de respaldo aparecen también Miguel Barnet, Desiderio Navarro, Arturo Arango, Enrique Pineda Barnet, Jorge Angel Pérez, Senel Paz y Sigfredo Ariel.
El caso Pavón es el colofón de otros incidentes relacionados con figuras y acontecimientos del llamado ''quinquenio gris'' de la cultura cubana (1970-1975).
El 13 de diciembre apareció como entrevistado en el programa nocturno La diferencia, el comandante Jorge Serguera, ex fiscal de los juicios revolucionarios que determinaron la condena a muerte de decenas de opositores al régimen de Fidel Castro, a inicios de los 60.
Partidario del ''arte comprometido'', Serguera fue luego presidente del Instituto Cubano de Radiodifusión (antecedente del ICRT) y eliminó el espacio televisivo del entonces joven trovador Silvio Rodríguez, en 1967.
Meses atrás en el programa Diálogo Abierto, del Canal 2, había sido entrevistado Armando Quesada, un subordinado de Pavón que se encargó en aquellos años de ''purificar'' el movimiento teatral cubano.
Ayer trascendió extraoficialmente que un grupo de intelectuales fueron convocados a plantear sus preocupaciones en una reunión con el Ministro de Cultura, Abel Prieto, y la dirección de la UNEAC.
La controversia tiene lugar pocas semanas después de que fuera aceptada la renuncia de Carlos Martí como presidente de la UNEAC. Al parecer Martí renunció por problemas personales, pero fue repuesto al no hallarse un sustituto inmediato.
Entre los candidatos para sustituirlo aparecen el actual director de la Biblioteca Nacional, Eliades Acosta, considerado un hombre de ''línea dura''; Omar González, presidente del Insitituto de Cine (ICAIC); y Fernando Rojas, presidente del Consejo Nacional de Casas de Cultura.
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