domingo, febrero 18, 2007

AMOR ES LIBERTAD

Amor es libertad


Por Manuel Vazquez Portal
El miércoles pasado fue otro día del amor. Y aunque cuando se ama todos los días son del amor, el catorce de febrero, ya por tradición, toma significados idealizadores, eleva las nimiedades cotidianas a la condición de símbolo y se acoge como resumen de ese sentimiento.

Luego el día parte con la endiablada premura con que se van todos los días. Pero queda un regusto, un hálito que lo hace particularmente entrañable. Deja un sabor de beso en su partida, un olor de intimidad en su escapada, y por eso se queda como acariciando la memoria, por eso es distinto, memorable.

Se le rinde culto ese día a la nobleza del espíritu. Ningún otro sentimiento es más noble, desinteresado, grandioso. Nadie escapa a su influjo ni a su dulcísima ridiculez. Bienaventurados los cursis, los ridículos de amor. Bienaventurados los que creen en él y dicen todavía deliciosas tonterías sin que les avergüence. De ellos es el reino del amor. Lo merecen más.

No hay piedra preciosa que lo mida, perfume que lo contenga, traje que lo manifieste. A veces es hechizo, embeleso; a veces agonía, dolor; a veces constancia, sacrificio; siempre entrega. Lo sé porque amo, me aman, me han amado y he amado. Sólo se aprende devorándolo, dejándose devorar por él, nadie es sabio en sus dominios. El reina, los demás vasallos.

Si lo veo lo reconozco. Su falta es la asfixia, la grisura y la maldad; su presencia la fiesta, la brillantez y el ofrecimiento. Los amorosos cruzan sobre la filfa sin mancharse. Yo los he visto. Los he visto con estos ojos míos que con amor un día brindaré al olvido, sin miedo ya, sin añoranzas.

María Esther López se lo lleva hasta su celda a Próspero Gaínza y borra las tinieblas que un régimen de horror sembró en ellos hace cuatro años, cuando la primavera de 2003 en Cuba. Cuando levanta al niño que les nació ya con el padre encarcelado está alzando un obelisco al amor. Ni su covacha misérrima inundada por las lluvias, ni las arduas peregrinaciones hasta los calabozos donde lo han confinado, ni las precariedades económicas, la han hecho flaquear. El amor es invencible. No hay dictadura que pueda derrotarlo.

Yamilka Morejón se lo lleva hasta su celda a José Ubaldo Izquierdo. Y le lleva más. Le lleva la sonrisa de otra niña nacida sin su padre en casa porque un mal gobierno le prohibió a Pepito, con quince años de cárcel, defender el amor. El amor es libertad y eso era, y es, lo que defendía y defiende Pepito.

Bárbara Rojo, de la mano de Samuel, que se ha ahombrado en la penuria de ver a su padre prisionero como hijo legítimo de un amoroso, se lo lleva hasta su celda a Omar Ruiz. Y Omar se lo devuelve hecho entereza, ternura, poema. El amor es ternura y entereza.

Laura Pollán se lo lleva a Héctor Maseda hasta su cautiverio. Y ese día, y siempre, son más libres que sus carceleros. Para el amor no hay rejas. El amor es cerril. No aguanta bridas. Laura y Maseda son el amor. Por más que traten de encerrarlos, ellos escapan porque el amor es alas.

Magaly Broche se lo lleva hasta su encierro a Librado Linares y le alivia sus dolores, su soledad y su paulatina ceguera porque el amor es medicina y pone la mirada a ver con otra luz y condena a la soledad a tiritar de envidia.

Bertha de los Angeles Soler se lo lleva hasta su prisión a Angel Moya y es una fiesta divina, celestial, una reunión de dicha, una sublevación de arcángeles redentores. El amor es redención. Bertha y Moyita se redimen amándose, amando a su patria, con locura.

Todavía hay entre rejas 59 de mis compañeros, 59 de aquellos 75 que nunca dejarán de ser 75, aunque la muerte ya haya tachado a Miguel Valdés Tamayo; 75 fuimos los arrastrados por la ola de odio, 75 somos, 75 seremos para blasón nuestro y baldón de los que han hecho de Cuba una inmensa mazmorra. El gobierno cubano todavía padece la deshonra de haber encarcelado a los hijos más amorosos de Cuba. Hace cuatro años ellos no pueden regalarles una alhaja, una rosa, un perfume a sus esposas. Pero ni así ha podido el régimen reducir o empañar el amor de esas mujeres que un día se vistieron de blanco y comenzaron a hacer del amor una bandera. Porque el amor es eso. La bandera que con más ahínco se defiende.