jueves, febrero 01, 2007

PERSISTENCIA DEL TERROR EN LA RETINA

Persistencia del terror en la retina


Por Soren Triff

Acaba de cerrar sus puertas la exhibición Territories of Terror en la Universidad de Boston con una muestra de artistas rusoamericanos al cuidado de la eminente intelectual Svetlana Boym. Estas bellas, estilizadas y conmovedoras instalaciones que los bostonianos observaron con ingenua curiosidad podrían despertar el recuerdo del terror en muchos cubanos. Sus similitudes con las obras de artistas isleños permiten contar una historia paralela de cómo los últimos han abierto un espacio cívico que les permite dejar atrás el miedo, recuperar la memoria, desmitificar la historia y encontrar nuevamente su lugar en el mundo moderno.

Las instalaciones se hallan unidas por la poesía, la sensibilidad individual de los artistas y cierta experiencia histórica compartida; huyen del sentimentalismo y la nostalgia. Pero a un nivel más profundo uno tiene la sensación de que imágenes, símbolos y metáforas son sólo formas insuficientes de enfrentarse a las emociones más profundas y primarias del reino animal: el terror, el pánico, la claustrofobia y el ostracismo.

Las obras de Grisha Bruskin, Vitaly Komar, Alexander Melamid, Irina Nakhova, Leonid Sokov, Eugene Yelchin, y Vadim Zakharov hablan de la experiencia del terror, la explicación del mismo y la persistencia del trauma en dos generaciones posteriores a las víctimas del gulag soviético. Por desgracia, los cubanos pueden sentirse unidos a la humanidad por la experiencia universal del terror compartido con millones de personas.

El efecto del terror como la claustrofobia, el encierro, de Yelchin, tiene un extraño parecido con la obra del ex prisionero político cubano Angel Delgado. El ostracismo, el exilio del Nueva York de Nakhova aparece en la obra de Arturo Cuenca. Unas instalaciones lidian con la explicación del terror, la recuperación de la memoria, y miran al pasado soviético como algo absurdo (Bruskin) que recuerdan las ruinas de Carlos Garaicoa; otras desmitifican la historia y los símbolos del socialismo (Sokov) como Magín Pérez Ortiz. Ambos toman como referencia la máquina voladora de Vladimir Tatlin.

Gracias a los artistas aprendemos el alcance profundo del terror en la cultura y la sociedad cubana. Pienso que ese terror tiene una larga tradición desde la esclavitud, la reconcentración de Valeriano Weyler, la matanza de negros a principios del siglo XX, el terrorismo estudiantil, y se institucionaliza a partir de 1959 en los fusilamientos y las tumbas sin nombre, las deportaciones masivas internas y externas, el sistema carcelario, los pogroms, conocidos como actos de repudio, y la exportación de trabajo esclavo conocida como ``internacionalismo proletario''.

De la misma manera con la que los artistas muestran la persistencia del horrible pasado, también se empeñan, con la misma tenacidad, en recuperar la memoria de la cultura moderna cubana. La gran paradoja del siglo es que existen armas de exterminio masivo, pero son inútiles. La gente ya no muere como solía morir antes porque siempre queda alguien vivo que decide recordar. Al final, ese individuo que dedica su vida a la memoria de los otros ha sido quien ha desarmado la maquinaria totalitaria en el mundo, y persuade, incluso a los peores, de que no hay otra solución que la convivencia.