CALDERÓN EL EMBARCA’O.
CALDERÓN EL EMBARCA’O.
Por Iliana Curra.
El nuevo presidente de México, Felipe Calderón, está haciendo todos los esfuerzos posibles por acercarse al vejete dictador, Fidel Castro. Dice estar trabajando de forma “discreta” para restablecer las relaciones con la tiranía más nefasta de América. A fin de cuentas, los crímenes, los prisioneros políticos y la falta de libertades pertenecen al pueblo cubano. Su trato sería solo con el régimen.
Calderón, quien ha implementado una guerra sin cuartel contra la delincuencia y el narcotráfico, quiere hacerse amiguito del delincuente y terrorista, Fidel Castro. Una incongruencia digna de estudiar, a no ser que esté respaldada por un antinorteamericanismo enfermizo, típico de muchos gobiernos de la región.
Castro, al parecer, ejerce la misma fascinación que Adolfo Hitler, o quizás, Benito Mussolini. También Francisco Franco en sus tiempos. Y no olvidemos a José Stalin y al mismísimo Lenin. No importa que el vejete haya dicho horrores sobre el presidente anterior, ni siquiera es significativo que intervenga directamente en los asuntos internos de México, y se sabe que es así. La inteligencia mexicana tiene suficiente información para conocer hasta dónde ha llegado la mano de Castro en el país. Pero no hay que preocuparse: Castro es anti americano, y eso es lo que importa.
Calderón lucha por ganarse la simpatía del tirano, mientras que intenta presionar al presidente Bush para que legalice a los millones de mexicanos que han cruzado la frontera. Culpa a los Estados Unidos de la situación por la que atraviesa México, mientras que al vejete le ríe las payasadas y expulsa a todos los cubanos que, huyendo del paraíso cubano, han entrado al país. En fin, exige para él lo que no es capaz de hacer con los otros.
También culpa a EU por la cantidad de narcotraficantes que tiene México, ya que, incuestionablemente para él, los que consumen drogas aquí son puramente norteamericanos, no de ningún otro país.
Pero el resentimiento antinorteamericano se impone por sobre todas las cosas, y Felipe Calderón no tiene más que seguir culpando a su vecino del norte por todo lo que sucede en su país. Es la forma más fácil de quitarse las culpas una sociedad que por muchos años ha permanecido en la corrupción, con una inmensa población que apenas puede lograr sus sueños dentro y tienen que salir a buscar otros sueños, ¿dónde?: En los Estados Unidos de América.
Pero los gobernantes elegidos democráticamente debieran ser más serios en sus mandatos y saber con quiénes se juntan. Ya es obvio su enorme deseo de visitar al pestilente de Castro, y a sus pies, pedirle que, por favor, renueve sus buenas relaciones con México. Va y a lo mejor, Castro le pida a cambio algo conveniente, que de seguro no será nada bueno para su pueblo.
Porque, vamos a estar claros, el vejete dictador no se cede gratuitamente por nada. Algo gana a cambio, y siempre es a favor de su dictadura.
Es una pena que otro gobernante democrático quiera hacer las paces y guiñarle el ojo al dictador que ha encarcelado a miles y miles de cubanos por tantos años, ¿cuántos?: Casi medio siglo. Es una vergüenza que alguien exija libertad de entrada a otro país a los suyos, como es el caso de los mexicanos que pasan a Estados Unidos, mientras que a los cubanos los devuelven a la tiranía, teniendo que ir muchos a la cárcel, gracias a la generosa obra del gobierno de México. Es una burla hablar de democracia y de querer levantar económicamente a una nación, cuando quieres visitar la casa de un tirano que no permite libertades económicas, ni de ningún tipo, a los suyos.
Pero bueno, nos ha tocado a los cubanos tener que lidiar con todos estos hipócritas que se arrodillan ante el dictador y no reconocen el sufrimiento de su pueblo. Ya habrá tiempo para verlos haciéndose los sorprendidos cuando se hagan públicos todos los crímenes que ha cometido el infecto de Fidel Castro.
Lo único que se me ocurre decirle al presidente de México, Felipe Calderón es que, cuando vaya a Cuba, además de llevar espejuelos oscuros para que no vea la desgracia del pueblo cubano, que lleve también una máscara de oxígeno para que no se desmaye por la peste cuando salude a su comandante en jefe.
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