jueves, marzo 15, 2007

DOA RÍOS Y RADIO RELOJ

Tomado de Cuba Liberal.org


Dos Ríos y Radio Reloj
Por Alberto Müller, Miami

Desde la muerte misteriosa y casi mística de José Martí en Dos Ríos en 1895 hasta la muerte generosa y predestinada de José Antonio Echeverría en el costado de la que-rida Colina Universitaria en 1957, después de su alocución al pueblo de Cuba desde la cabina de Radio Reloj, se cierra un ciclo de gestación admirable y libertaria en el ser de la nación cubana.

Hoy se cumplen 50 Años de la muerte de José Antonio Echeverría en el marco del heroico Ataque al Palacio Presidencia, aquel 13 de marzo de 1957. Hay hombres que pasan por la historia para dejar signos imperecederos de coraje, de bondad y de amor generoso por su tierra.



Y tal vez, tanto José Martí como José Antonio Echeverría son los dos exponentes más cimeros y preclaros del esfuerzo nacional cubano por lograr que el respeto a la dignidad de la persona humana; el imperio de la justicia; el reino de la libertad; y la confianza en Dios, fundamenten los cimientos básicos de la nación y del ser cubano.

Por eso me parece justo recordar aquella frase de Gabriela Mistral, la insigne poetisa chilena, cuando sentenció que “la persona y la obra de Martí quedaron sin acabamiento”.

Y esta sentencia inolvidable de la Mistral, hoy podemos aplicarla con íntima justicia a José Antonio Echeverría.

Realmente la vida y la obra de ambos, tanto la de Martí como la de José Antonio, quedaron para ser completadas por el pueblo cubano en un proceso posterior.

Cuando escuchamos el eco de las palabras de Martí, “siento que jamás acabarán mis luchas”, nos viene a la mente con emoción singular la frase de José Antonio en su testamento, “si caemos que nuestra sangre señale el camino de la libertad”.

Las dos son frases ontológicas que complementan un compromiso inacabado con la Patria. Al celebrar el cincuentenario de la muerte de todos los combatientes que cayeron en la acción revolucionaria del 13 de marzo de 1957, estamos obligados a reflexionar sobre el ciclo de heroísmo que se inicia y se sintetiza en José Martí, durante las gestas independentistas, y que culmina con José Antonio Echeverría en una República, que a pesar de sus muchas virtudes acumuladas, estaba viviendo una encrucijada de agotamiento por la corrupción pública imperante y por los impulsos autoritarios que venían desde el machadato en 1930 y que renacieron con fuerza en el Golpe de Estado de 1952, que cercenó el curso civilista y democrático de la República cubana.

En este paralelismo entre Martí y José Antonio, que nos envuelve en un embrujo maravilloso de misticismo libertario y de espiritualidad cívica, no podemos prescindir de la entrega desinteresada y de la muerte misteriosa o predestinada.

Martí y José Antonio, previeron sus muertes con infinito sentido de urgencia y de espontánea generosidad. Así lo quisieron.

Cuando la vida humana se entrega por la libertad de la Patria con pureza de intenciones y sin pedir nada a cambio, la reflexión de honra y reconocimiento debe hacerse con profundo respeto imperecedero.

Y es esa entrega por la nación cubana, la que coloca a Martí y a José Antonio en la cima de un proceso sacrifical, cuyo ciclo parece concluido en preparación de otros tiempos de liberación y reinvención.

En ese decursar futuro que ya se vislumbra, una vez que el pueblo cubano pueda superar la encrucijada de terror del comunismo castrista, Martí y José Antonio serán los dos exponentes referenciales básicos para sentar las bases de una democratización duradera y de una nación en andaduras de maduración.

Claro, no seríamos justos si no mencionamos en ese ciclo histórico que se cierra entre Martí y José Antonio, a exponentes de la talla de Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes, entre los mambises; a Antonio Guiteras y Frank País, durante la República, por mencionar sólo a algunos referentes en ambos procesos.

Se impone ante el 50º Aniversario del Ataque al Palacio Presidencial, recordar el ciclo honroso que hemos mencionado entre José Martí y José Antonio Echeverría.

Ambos, Martí y José Antonio, son signos imprescindibles que fundamentarán la reinvención de Cuba en el mundo civilizado, en esa transición ineludible hacia la liber-tad y la democracia.

Descansen en paz los caídos de hace 50 años, y descansen en paz los caídos en el esfuerzo por liberar a Cuba del totalitarismo comunista.

El legado de José Martí y de José Antonio Echeverría está vivo en el corazón del ser cubano. Y en ese legado radica la garantía del futuro luminoso de Cuba.