EL TERCER EXILIO
EL TERCER EXILIO
“No basta defender la libertad en momentos críticos, sino que todo momento es crítico en la defensa de la libertad”.
Martí
¿Qué caracteriza al exilio? Tanto me preocupa el asunto que lo he analizado en más de un artículo, pues debo confesar que para mí ese tema está cercano a la obsesión. Haciendo gala de una frivolidad grotesca, muchos llaman exiliados políticos a todos cuantos han abandonado el territorio cubano como consecuencia del sistema socioeconómico que se impusiera a nuestra vida nacional desde 1959. A costa de la acusación de arrogante y elitista, en ocasiones anteriores creo haber definido adecuadamente la gran diferencia entre desterrados políticos y emigrantes comunes, diferencia que ya sea por deducción o intuición, estoy seguro es correctamente interpretada por los lectores.
Hoy trataré de establecer el hecho de que aún dentro de la definición de exiliados de Cuba, existen diferencias y matices. El primer exilio lo experimentamos todos los desterrados cuando aún vivíamos en Cuba. Al subvertirse las tradicionales relaciones sociales cubanas, antaño abiertas y espontáneas y de súbito reprimidas y ominosas, enfrentamos la evidencia de una relación antagónica entre nuestra individualidad y el medio ambiente: el lugar donde vivíamos no era ya la patria libre. No se trataba solamente de la ausencia o mediatización de nuestros derechos políticos. Ese mal ya lo habíamos sucesivamente enfrentado, combatido y derrotado. Ahora encarábamos otra situación infinitamente más trágica: la funesta imposición de un régimen de vida totalitario y despótico, establecido sucesivamente por el engaño y la fuerza, del que habíamos leído y oído, pero no conocido de primera mano y del que nunca esperábamos sufrir. Es importante observar que me refiero a un régimen de vida y nó simplemente un sistema político.
Nada conocíamos de la capacidad totalitaria para el mantenimiento indefinido del poder absoluto, en especial cuando la insularidad del territorio brinda a ese poder una inmensa ventaja estratégica. Ese factor, en combinación con una serie de mitos políticos, geográficos e históricos, generó el segundo exilio: el destierro. Durante medio siglo de éxodo, casi tres millones de cubanos han salido del territorio nacional. Durante el mismo período la población en la isla ha crecido con penosa lentitud y envejecido en promedio: de aproximadamente 7 millones de habitantes en 1959, Cuba apenas cuenta hoy con 11.4. Durante el mismo tiempo casi todas las naciones hispanoamericanas del Hemisferio, a pesar de la ineficiencia endémica y característica en sus instituciones político-económicas, han logrado duplicar su población.
Aunque en teoría el éxodo equivale al exilio, en realidad la inmensa mayoría de los desterrados han desenvuelto sus vidas como emigrantes comunes y corrientes. Esta adversa realidad que caracterizara también a todas las emigraciones políticas en la historia moderna, es tan humana como inevitable. Esa actitud de total o parcial renuncia a las actividades libertarias que preservan y honran nuestra nacionalidad, se hace más evidente a medida que arriban al destierro nuevas generaciones de cubanos. Este último éxodo refleja el triste deseo de renunciar a una nacionalidad que por error identifican con la opresión política y la miseria material.
Sin embargo, pocos destierros como el cubano han sido capaces de contar con un núcleo tan sólido de individuos que contra viento y marea durante este medio siglo, mantuvieran una firme actitud desafiante contra la opresión totalitaria. Aquellos para los que sólo la muerte puede finalizar sus esfuerzos por Cuba, representan la quinta esencia del tercer exilio que con justicia ha sido llamado “Histórico”. Aunque estoy convencido de que las virtudes y las faltas son tan individuales como los derechos y que ningún hombre puede reclamar como propio el honor de los héroes que existan entre sus colegas, la simple, humilde membresía en esa legión cubana me honra inmensamente. No aspiro a más distinguido laurel ni mejor epitafio para mi posteridad, que el de desterrado cubano en rebeldía.
Y ¿quiénes son los verdaderos héroes de esta lucha todavía inconclusa? Para enumerar sacrificios y sacrificados no me alcanzarían cien cuartillas. Sin embargo, a nuestro alcance están las obras de los más consistentes cronistas del Exilio Histórico cubano como Enrique Encinosa, entre las que se cuentan “Escambray: la guerra olvidada”, “The unfinished revolution”, “Cuba en Guerra” y “Unvanquished”, las múltiples y autorizadas obras de Enrique Ros y las de Humberto Fontova. O las de otros autores no cubanos, como Grayston Linch, quien en su “Decision for Disaster” describe en dramáticos detalles la traición norteamericana a Cuba libre en Bahía de Cochinos. Lynch es un testigo de excepción. Como operativo de la CIA este héroe de la Segunda Guerra Mundial fue el primer hombre en pisar tierra cubana el 17 de abril de 1961. El sociólogo y antiguo paracaidista de Bahía de Cochinos, Juan Clark, ha definido como nadie la naturaleza misma del régimen castrista y el heroísmo, dedicación y sacrificio de sus verdaderos oponentes. El capítulo de las prisiones de Castro ha sido descrito en toda su infinita tragedia humana por el poeta laureado Armando Valladares, él mismo víctima del Gulag isleño por 22 terribles años.
Sin embargo, la narración que todavía espera escribirse es la de la quienes han sido objeto de la implacable persecución de la tiranía castrista fuera de las costas cubanas. Los asesinados por los esbirros de Castro, a ciencia y paciencia de sus cómplices extranjeros, como José Peruyero, José Elías de la Torriente y Aldo Vera. La odisea de quienes han guardado prisión fuera de Cuba como consecuencia directa de sus actividades en contra del régimen y de las presiones políticas ejercidas por éste contra ellos, como Santiago Alvarez, Osvaldo Mitat y Luis Posada Carriles, este último víctima también de un atentado asesino perpetrado por los esbirros a sueldo de La Habana y del que sobrevivió sólo por verdadero milagro. Esa crónica, cuando se escriba, definirá para la posteridad ese Exilio Histórico, esencia misma de verdadera cubanía.
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