SOBRE LA IGLESIA EN CUBA
Por Eduardo M. Barrios S.J.
A propósito del artículo La Iglesia de Fidel, de Andrés Reynaldo [Perspectiva, 12 de abril], en Cuba sí se celebra misa por los presos, los fusilados y los muertos en el mar. Tampoco es cierto que los obispos pidiesen oraciones ''por el restablecimiento de Fidel''. Fueron más sutiles y ambiguos: ``Para que Dios lo acompañe en su enfermedad''.
Castro tiene su forma de asfixiar a la Iglesia. Si un clérigo critica al gobierno, ni lo encarcela ni lo fusila; simplemente lo deporta. Y si los obispos piden visa de entrada para reemplazos de sacerdotes y monjas, entonces les niegan el permiso como represalia. Así de simple.
La Iglesia de Reynaldo es la de la doctrina social, la que se pronuncia sobre la moral pública. Esa es la Iglesia que más interesa a los comunicadores, la que habla contra la pobreza y otras injusticias sociales. No interesa tanto la Iglesia que bautiza bebés, que prepara niños para la Primera Comunión y la Confirmación, que reúne grupos de jóvenes para que se desarrollen sanamente y formen familia sobre el Sacramento del Matrimonio, y la que lleva el Viático y la Unción a los enfermos.
Ni interesa la Iglesia que predica el Evangelio en su integridad, con énfasis en vivir en gracia de Dios para alcanzar la vida eterna. Esas prédicas se calificarían de pías monsergas. Y lo de rezar rosario, via crucis, y hacer procesiones, serían concesiones pueriles a la religiosidad populachera.
El arzobispo Pedro Meurice tuvo sus quince minutos de fama cuando denunció la situación de Cuba ante Juan Pablo II en 1998. Pero después de eso, se mantuvo bastante alejado de pronunciamientos críticos.
Los obispos católicos en todo el mundo dejan el activismo político a los laicos. Ahora mismo hay un obispo en Paraguay, de apellido Lugo, que aspira a la presidencia. El Papa lo ha suspendido a divinis.
Nadie espere que los obispos cubanos lideren una contrarrevolución al estilo de clérigos islámicos. El gobierno cubano sabe de sobra que la Iglesia condena el marxismo leninismo, pero los obispos no tienen que recordarlo todos los días, porque ni conseguirían democracia para Cuba ni conservarían el poco margen de acción que tienen para evangelizar y santificar a los fieles, que es su misión primordial.
Eduardo M. Barrios, S.J.
Ebarriossj@aol.com
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