viernes, mayo 04, 2007

EL NÚMERO DE FOCA

El número de foca


Por Andrés Reynaldo

La ausencia de Fidel Castro en los festejos del 1ro de Mayo acaso sea la definitiva señal de que la sucesión tiene carácter permanente. Quedaría por saber si es una señal que se desprende naturalmente de las circunstancias o si es una señal orquestada con todo protocolo.

En esta jornada, el leit motiv fue Luis Posada Carriles y la lucha contra el terrorismo. El discurso principal, a cargo de Salvador Valdés Mesa, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, se desvió un poco para desearle un pronto restablecimiento a Fidel, con las alabanzas al uso. No podía ser de otra manera en una nación donde los obreros carecen del derecho a huelga, por decir algo.

La inmovilidad es el estado ideal de las dictaduras. Sin embargo, en el vacío dejado por un dictador que dictaba el largo del uniforme de las enfermeras y elevaba un doméstico cambio de bombillos a la categoría de revolución tecnológica universal, las estructuras del Estado han comenzado a funcionar con su particular dinámica. Como ya sabemos, el sistema no da para mucho, aun cuando funcione sin la disparatada intromisión del caudillo. Pero una ola de alivio tiene que haber recorrido los despachos ministeriales. Sin Fidel de por medio, es muy poco probable que a los agrónomos se les ocurra plantar frutos de invierno en zonas templadas y aplicar teorías energéticas de campamentos de beduinos a grandes conglomerados urbanos.

De su enfermedad, en rigor, seguimos sin saber mucho. A menos que confiemos a ciegas en los partes oficiales, y en esos lamebotas sucedáneos de los partes oficiales que son las declaraciones de Hugo Chávez y Gabriel García Márquez. Saltan a la vista algunas incongruencias. Por ejemplo, es sospechoso el énfasis en asegurar que sus facultades intelectuales siguen intactas. Para tratarse de una crisis intestinal se ha hablado demasiado, y a veces con patente nerviosismo, del estado mental del enfermo. Si uno se deja llevar por esta gente acabaría creyendo que el cerebro y el colon son órganos contigüos e interdependientes.

''¿Y cómo va el culín del Comandante?'', pregunta la prensa acreditada en La Habana.

''Ah, de lo mejor, si usted lo viera. . . No ha perdido un ápice de su habitual brillantez'', responden a coro los funcionarios de la dictadura.

Bueno, pudiera ser que en el caso de Fidel estemos en presencia de una conexión excepcional entre ambos órganos. En un futuro democrático (porque Cuba tendrá un futuro democrático) para hacer la crítica de estos cincuenta años de aparatosa y deliberada decadencia bastará con acudir a los discursos del dictador. Una masa amorfa y grotesca de contradicciones, estupideces y retruécanos demagógicos, articulados con una lógica de guapetón infantil que, si acudimos a la sicología, nos abre un rico panorama de fobias, complejos y represiones. Para ser tan malo hay que ser muy débil. Para exigir un pedestal tan alto hay que ser muy bajito.

Su última entrega a la prensa habanera no tiene desperdicio. Bajo el título de Lo que se impone de inmediato es una revolución energética, el Autor en Jefe alcanza su cumbre reflexiva. Aquí van algunos fragmentos.

• ``No voy a culpar a Lula y a los brasileños de las leyes objetivas que han regido la historia de nuestra especie''.

• ``Puede afirmarse que, debido a la inmensidad aparente de nuestro planeta, en muchos casos se desconocía la existencia de una u otra civilización''.

• ``Lo que se impone de inmediato es una revolución energética que consiste no sólo en la sustitución de todas las luminarias incandescentes, sino también en el reciclaje masivo de todos los equipos domésticos, comerciales, industriales, transporte y de uso social, que con las tecnologías anteriores requieren dos y tres veces más energía''.

Yo imagino que, a puerta cerrada, Raúl Castro se tiene que tronchar de la risa al leer esas monsergas que mezclan el etanol y la Revolución de Octubre con la Zafra de los 10 Millones y la transpiración de los cortadores de caña de Pernambuco. Tampoco deja de regocijarme que ahora Fidel se haya convertido en la foca del espectáculo concebido para hacerlo parecer un león. Lástima que la arena de ese circo esté anegada por las lágrimas de tres generaciones de cubanos.