EL REGRESO DE LOS MUERTOS VIVIENTES
El regreso de los muertos vivientes
Por Miguel Cossio
Hollywood debería prestarle más atención a Evo Morales. Tal vez contratarlo como consultor para argumentos cinematográficos en escenarios amazónicos, que no giren, claro, en torno a temas políticos, como la nacionalización del gas y el cultivo de la coca.
La Meca del cine le haría un bien a Bolivia, sobre todo después del anuncio que Evo hizo del remake de El regreso de los muertos vivientes, la película que a mediados de los 80 se convirtió en objeto de culto del cine fantástico y del horror.
''Estoy seguro'', anunció el boliviano, ''que el primero de mayo [es decir, hoy] el compañero Fidel (Castro) se va a integrar a seguir gobernando Cuba y Latinoamérica''. Si la predicción de Evo no falla esta vez, como en otras ocasiones, veremos una edición en la vida real de la famosa cinta, que inicia con el escape accidental de gas tóxico trioxin en un almacén de esqueletos, prótesis y suministros médicos. Me refiero a cómo comienza El regreso de los muertos vivientes, no a las ventosidades infecciosas expelidas por el vientre del Comandante, que lo han mantenido lejos del trono desde hace nueve meses.
En todo caso, y aunque Castro no reapareció en la Cumbre del ALBA, como predijo Evo, ni durante un crepúsculo o un atardecer, ¿qué significaría el regreso del muerto viviente desde el más allá hospitalario? Sin especular mucho, se puede decir que su reaparición confirmaría el viejo apotegma de El Gatopardo, la obra de Tomasso de Lampedusa: ``Es necesario que todo cambie, para que todo permanezca igual''.
Mientras más se deteriora el castrismo, más se parece a sí mismo. En esencia, nada ha cambiado en Cuba. Lo que hemos visto ha sido la ratificación del inmovilismo; la postergación de las esperanzas de muchos y, por ahora, la invalidación de las conclusiones de algunos politólogos sabiondos de Washington y Miami de que Raúl Castro haría cambios; cambios tibios en la economía; cambios para sobrevivir. Cambios que nadie puede demostrar. Si me equivoco, que alguien cite al menos un ejemplo, por favor. El amigo Oscar Visiedo dice que Fidel está vivo, pero que el Comandante en Jefe ha muerto. Una buena frase que, a mi modo de ver, encierra lo mismo. El castrismo es una especie en prolongada fase de extinción, que agoniza, mas no muere. Un organismo unicelular podrido que fagocita cuanto le rodea. Señores, no hay castrismo sin Fidel o su fantasma, porque el raulismo es el castrismo en su peor versión.
Si ''el gran timonel del ALBA está al mando de Cuba y pensando mucho'', como vocifera Chávez, si escribe cartas y elogia el socialismo chino de mercado, ¿qué hace José Luis Rodríguez, ese hombrecito gris, a cargo de la economía cubana, contrapunteando con el enfermo Comandante? Según él, la Isla no va a cambiar su modelo económico por el chino. El hombrecito gris también adelantó que el gobierno estudia restablecer el sistema de una moneda única. Adiós al peso convertible. Todo es un espejismo, un juego de abalorio cargado de contradicciones.
Si, como se afirma, en Cuba no ha pasado nada, si el mandato de Raúl Castro no ha tenido contratiempos y ha navegado viento en popa y a toda vela; si la sucesión de hermano a hermano está en marcha y en proceso de consolidación; ¿por qué Evo Morales, Hugo Chávez, Mariela Castro, su primo Fidel Castro Díaz-Balart y el resto de los voceros del régimen cubano siguen insistiendo en la recuperación del dictador, y en su regreso al poder, tal vez desde otro Olimpo? ¿Para qué necesitan a un muerto viviente?
En resumen, el gatopardismo está de moda. Allá y acá.
Director editorial y de noticias
América Te Ve, Canal 41
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