GORDURA FUERA DE LA LEY
Gordura fuera de la ley
Por Roberto Casin
Y quién dice que las cosas en Cuba no han cambiado. Evidentemente, las malas lenguas. El cambio ha sido tanto que Fidel Castro ya no se va a morir en buenahora de sopetón, como por décadas añoraron sus enemigos y temieron sus allegados. El comandante ya no se irá de un arrebato de cólera o de un soplo telúrico en la yugular.
Va a hacer un año que empezó a morirse a plazos, y por ironías del destino a luchar porque los gusanos no empiecen a roerle los pellejos antes de la extremaunción. Vean si las cosas han cambiado que ya ni calza botas ni viste guerrera. Previsor a toda prueba, el sastre que lleva años cosiéndole se ha deshecho sin mucho aspaviento de telas, tijera e hilo, y ya se agenció clavos, tablas y un serrucho para la próxima hechura.
No hay que llamarse a engaño. Aunque hay quien diga que últimamente ha visto a Castro más rozagante, activo y recuperado, la inesperada y buena estampa no es más que el rostro embustero de la despedida, o como dice mi vecino, un guajiro de Vueltas: alegría de caballo capado.
Pero esa noticia no es ya de titulares. La recién llegada por el cable, y aún fresca, es la de que casi un tercio de los cubanos están obesos. La difundió a bombo y platillos la prensa de la isla, sin ningún recato ni rubor. Otro milagro de la revolución.
( Bodega cubana actual )
De no ser por obra y gracia de la fortuna ideológica, no hay manera de explicar cómo los cubanos pasando el hambre que han pasado con ingenio, voluntad y regocijo revolucionario han podido engordar, y nada menos que hasta la obesidad.
Parece un elogio, pero no lo es. Al gobierno le preocupa sobremanera la salud de los ciudadanos, como al buen pastor, siempre atento a los signos vitales de su rebaño. Según el parte oficial, la prevalencia de la obesidad en Cuba es más elevada que en países como Holanda, una curiosidad dietética, dado que en la isla desde hace décadas se practica resignadamente el ayuno de mantequillas y de quesos.
Otro misterio de las estadísticas: hace ya varias generaciones que los cubanos dejaron de comer carnes, chicharrones, yuca con mojo y buñuelos, y además borraron de sus ingredientes culinarios tradicionales la manteca de puerco y, de acuerdo con la jerga oficiosa, otras malsanas fuentes alimenticias.
Aun así, el reporte de endocrinólogos y nutricionistas da cuenta de gran alarma entre los médicos por la aparición galopante en la población de patologías estrechamente relacionadas con una generosa despensa, como la hipertensión arterial, las cardiopatías isquémicas, la diabetes y ciertos tipos de cáncer.
Nada, que se puede pasar un hambre de faquires e igualmente por otras razones sufrir de obesidad, algo por demás común en cualquier sociedad desarrollada. Queda claro el propósito. Se puede ser muy pobre y hacer el paripé de rico.
El pan de cada día podrá seguir disputándose como botín de guerra entre familias y vecinos, pero la raíz del mal, a la vista de las autoridades cubanas, se ha mudado del comedor a la sala, de la mesa al televisor, y ahora se le atribuye al excesivo tiempo que la gente pasa delante de la pequeña pantalla o jugando con la computadora.
Para ser precisos, el informe se queja de que ya ni en las escuelas los niños hacen ejercicio físico y de que toda la ciudadanía se está volviendo sedentaria, a despecho de los viejos tiempos de constante jaque patriótico, de largas y forzosas jornadas de trabajo agrícola y costosas movilizaciones milicianas.
Los totalitarismos tampoco admiten gorduras mal administradas. De modo que mucho ojo. Si de golpe y porrazo el gobierno instauró una vez el llamado período especial, y también por mandato supremo decidió oficializar a su antojo que lo peor del hambre ya pasó para los cubanos, el próximo decreto bien podría ser para obligarlos revolucionariamente a que dejen de engordar.
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