domingo, junio 10, 2007

TEATRO PURO TEATRO

Teatro, puro teatro


Por Raúl Rivero

Tomás Gutiérrez Alea dijo que el socialismo real era un excelente guión con una pésima puesta en escena. El director de Fresa y Chocolate y Memorias del Subdesarrollo no tuvo en cuenta el talento de los propagandistas del Partido Comunista para poner, sobre escenarios naturales, unos dramas capaces de conmover y engatusar a cualquiera.
La tradición comenzó en la Sierra Maestra, en 1957, cuando Fidel Castro le concedió una entrevista al periodista Herbert Matthews y le hizo desfilar una docena de guerrilleros hasta 100 veces por el fondo del campamento. El corresponsal los contó con disimulo mientras tomaba nota. Después, escribió para los lectores del diario New York Times sobre el poderío de la tropa rebelde. Los fidelistas terminaron la actuación extenuados de intercambiar gorras y fusiles y de dar vueltas alrededor del norteamericano desprevenido.
Ya en el poder, llegó el refuerzo de Stalin. Comenzó el camino de la maestría. La perfección. La pasión por la excelencia. El desempeño de escenógrafos tan diestros que, en 1987, le hicieron creer al mismísimo dramaturgo en jefe que presidía la ceremonia de inauguración de una fábrica de cervezas.
Ante cámaras y micrófonos le mostraron almacenes llenos de cajas selladas, la maquinaria en marcha y, estoicos, profesionales, trasmitieron el discurso de seis horas que ponderaba la calidad de la nueva cerveza Tínima, de Camagüey. Todavía la planta no había producido ni una sola botella.
Recuerdo el relato de la poetisa Lina de Feria. Se tragó unos rollos de alambres oxidados para escapar de los suplicios de la cárcel de mujeres. Se salvó y la llevaron amarrada a una camilla al sótano porque venía una delegación extranjera y no querían que una suicida frustrada afeara el ornato y arruinara la obra.
Las planchas de hierro de las celdas tapiadas de una cárcel que conozco muy bien tenían los remaches y el cemento renovados, de colores diferentes a los de la construcción original. Los reclusos viejos me contaron que, en 1998, para una visita, las quitaron y que luego volvieron los tenaces albañiles de prisiones a reponer la armazón de metal sobre las rejas.
Así es que tengo una idea de la función que le ofrecieron la semana pasada a una delegación diplomática española en varios centros penitenciarios del extrarradio de la Habana.
Consignas, himnos, banderolas. Un toque de tambor para Volodia Lenin y todas las deidades del proletariado.
En las otras 300 cárceles del país (quizás ahí debajo, en algún zulo) hambre, golpizas, tuberculosis, piojos, sarna, cegueras, trato degradante y humillaciones para 272 presos políticos que tienen nombre y apellidos, corazón y familia en la vida real.