BAYONETAS SUTILES Y USADAS
Tomado de El Nuevo herald.com
Bayonetas sutiles y usadas
Por Raúl Rivero
Madrid -- Luis Milián Fernández en su celda de castigo era invencible.
Joven, fuerte, brillante, enamorado de la vida y seguro de que él es nada más que un hombre decente que lucha por vivir en un país libre, el médico convertía aquel pedazo del infierno en un ámbito de serenidad y reflexión.
Allí, en el primer hueco del pasillo 2, donde dos reclusos comunes se suicidaron y otro salió directo para el paredón de fusilamiento, el santiaguero Milián escribía versos y cartas a su esposa. Dibujaba historietas de animales fantásticos y célibes para sus pequeños hijos que lo miraban asombrados desde una foto de cumpleaños que perdía el color con dos o tres calidades de humedad.
Desde esa cueva, concebida por la ingeniería pervertida de los comunistas criollos para convertir a los seres humanos en una ruina de carne y sentimientos, el doctor Milián les recetaba a gritos a sus vecinos y compañeros de viaje en el tormento. Ya fueran reclusos de su misma causa, un condenado a cadena perpetua o cualquiera de los dos condenados a muerte (Martillo y el Mecánico) que lo acompañaban en aquel año de gracia del 2003.
Luego, cuando pasó a los destacamento con los presos comunes, siguió en esa misma coraza sin capitulación. Los reclusos más peligrosos y violentos lo vieron siempre como un hombre tranquilo, reconcentrado, sin una sola concesión con los abusos de los carceleros. Un tipo silencioso, inmerso en sus libros, que lo mismo compartía el pan de boniato y las espinas de pescado que servían como cena, que daba un consejo de salud y una frase de afecto.
Un tipo cordial sin ser obsequioso. Alguien que disfruta mucho más las alternativas de su mundo interior. Un devoto de la libertad individual, pero que no llega a ser un ermitaño.
( Dr. Luis Milán Fernández y Alexis Rodriguez )
Ahora entra en su cuarto año de prisión (está condenado a 13 desde la primavera negra) y los expertos de Cárceles y Prisiones lo tienen, desde el 2005, en el Departamento de Siquiatría del acreditado presidio de Boniato, en Santiago de Cuba.
Lo que no han podido alcanzar mediante los procedimientos tradicionales del dolor físico y los sitios peligrosos, infectados y lóbregos lo quieren conseguir mediante la otra practica normal de aquellos expertos en las fronteras de la resistencia humana salidos de los cursos soviéticos y entrenados en el español precario de los mandos militares de la isla.
Así es que el doctor Milián comparte su celda con pacientes siquiátricos: obsesivos, esquizofrénicos y neuróticos depresivos. Algunos han hecho intentos de suicidio o se han mutilado frente al médico.
Otros días lo dejan solo. Después, regresan los enfermos de manos de los carceleros en un intento de desestabilizar emocionalmente al preso político que presenta, ya a estas alturas, dificultades para conciliar el sueño, problemas para leer y escribir y frecuentes estados de ansiedad.
El médico sufre también ciertas dolencias, como un enfisema pulmonar, pérdida del oído y un tumor óseo en el húmero izquierdo, que se niega a atenderse porque no confía en los servicios médicos del centro penitenciario.
El paso del tiempo y la obsesión de la dictadura, el odio conque asume las posiciones cívicas de los ciudadanos ponen en riesgo la salud mental de un joven intelectual cubano y, eventualmente, su vida. Como es el caso de otros muchos presos políticos que viven en pocilgas, casi sin alimentos, con deficiente atención médica y sometidos a golpizas y malos tratos.
Es cierto que hay muchos caminos para alcanzar soluciones al llamado problema cubano que, por cierto, tiene nombres y apellidos. Hay muchos caminos, pero todos comienzan, deben comenzar, a la mañana siguiente de que el doctor Milián y todos los otros presos políticos cubanos duerman la primera noche libres en sus casas, con sus familias.
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