jueves, julio 19, 2007

CASTRO UNA VICTORIA POSTUMA Y SARAMAGO

Tomado del blog El Tono de la Voz, de Jorge Ferrer

Castro: una victoria póstuma, y Saramago

miércoles 18 de julio de 2007 2:31:44

Por bJorge Ferrer

Los comunistas rusos se proponen sacar a pasear a Chávez, Castro y Lukashenko en la próxima campaña electoral, avisaba ayer Penúltimos días. Estandartes de un nuevo socialismo. Héroes resistentes al avance imperialista.

La compra ayer por Coca Cola del célebre kvas, una bebida que es el aceite de media literatura rusa de dos siglos, hunde a los restauracionistas rusos en desolación de la que aspiran a redimirse con esos caretos que aluden a la disidencia.

¡Vaya divertida paradoja! Los comunistas postsoviéticos imprimiendo carteles con los rostros de Chávez, Castro y Lukashenko, llenando las ciudades con la más exitosa marca ideológica de lo que llevamos del s. XXI : ¡Otro mundo es posible!

Una talentosa investigadora que huyó de Bielorrusia me regaló hace un par de años una “biografía política” del déspota bielorruso. La historia de cómo un apparatchik de medio pelo consigue auparse a la presidencia de un país segregado de la URSS y perpetuarse en el poder mediante ardides varios y represión constante. “Este no ha durado más de dos años en ningún trabajo”, dijo alguna vez la esposa de Lukashenko. Pero la presidencia se le va dando de perlas. Y Cuba, me luce, está llena de Lukashenkos.

Por cierto, la edición que tengo (Moscú, Referéndum, 2005) trae un magnífico epílogo que bajo el epígrafe «Testigos y Cómplices» recoge los nombres de quienes han visto ascender y afianzarse en el poder a Lukashenko, quienes creyeron en él o lo apoyaron por miedo, quienes, por fin, se hicieron los desentendidos cuando fueron reprimidos ellos mismos y después lo ayudaron a construirse coartadas y una ideología tremendista y funcional.

Con su casi medio siglo de existencia, el régimen de La Habana requeriría tomo con epílogo de esa índole. Un tomazo que contenga las «Palabras a los intelectuales» y mil páginas de nombres: los fusilados, los presos, los exiliados, los presos que después sirvieron de coartada, los exiliados que prefirieron llamarse inmigrantes, los que convirtieron el exilio en plataforma de apoyo a la dictadura, los intelectuales orgánicos, los que vindicaron ese «patriotismo radical» al que alude Fernando Martínez Heredia en la última y decepcionante conferencia del ciclo sobre el mal llamado «quinquenio gris» –¿dónde ubicar a Fernando Martínez, por cierto?–, los que cotizaron a la UNEAC, los que firmaron cartas infames u honrosas… Un Libro rojo, un Libro negro… Un catálogo –“logos cuesta abajo” fue traducción que propuse alguna vez– que ponga a cada uno en su sitio pasado, cuando se inaugure el país de los sitios nuevos.

Pero lo que interesa de ese paseo eslavo de Castro y Chávez es la constatación de que el nuevo socialismo que propugna el venezolano tiene un hueco en la llamada cuna del socialismo. Asunto episódico y, en apariencia, menor, el giro que produce esa campaña publicitaria es indicio de una suerte de vuelco –o kehre– con el que soñó el castrismo en los sesenta, antes de arriar la bandera de la independencia.

Es victoria pírrica, porque se produce cuando ya no quedan más que ruinas del imperio soviético, pero es victoria dulce. Es la primera victoria póstuma de Castro I.

Se constata que los perfiles cheek-to-cheek de Marx, Engels y Lenin, omnipresentes hace décadas, ya no sirven para movilizar el voto de las izquierdas. Los dos teóricos del socialismo y el gangoso asesino hábil con la pluma han pasado definitivamente a la historia. Ahora, la izquierda, también la postsoviética, blasona de contar con el ánimo de nuevos líderes, dos de ellos venidos del Sur. La inspiración llega desde el horror periférico. De “el Sur también existe” a “el Sur también engaña”.

El mundo se ha dado la vuelta. Y Castro I, que fue inspirador guerrillero para el gris espacio soviético, y después rémora dictatorial en un mundo que se asomaba a las libertades, es ahora carita antiimperialista que podría atraer los votos de los marginados del protocapitalismo ruso.

La última y reciente visita de Chávez a Rusia fue paseo de mono de feria. Una feria de extraordinario éxito. Como la mujer barbuda que era Castro para quienes aplaudían sus visitas a la Unión Soviética, el gorila venezolano es ahora motivo de admiración y alborozo. Le negaron el pleno del Parlamento, pero hubo parlamentaria comunista, cuenta la prensa rusa, que se vistió de rojo bolivariano y le dio besos que ni la angelinajoliesca libia de ayer a su previsible coronelito. Zhirinovski, líder de la extrema derecha rusa, participó gustoso de la adulación a Chávez.

A la vez, Ernesto Guevara, llamado «Che», sirve de inspiración a la derecha pragmática rusa, porque les sirve para propugnar una estatización de la economía con aires diz disidentes.

Castro y Guevara se enfrentarán en las urnas postsoviéticas. Dos disidentes en un mundo normalizado. Dos brutos, Chávez y Lukashenko, se suman a la liza.

Vivir para ver. Y para decir, como vecino de Flores en La Habana sovietizada ante rubio con sandalias y escarpines: ¡Qué raros son estos bolos, chico!