jueves, agosto 02, 2007

DE CASTRO EN CASTRO

Tomado de El Nuevo Herald.com

De Castro en Castro

Por Daniel Morcate

Ajuzgar por el sombrío discurso de Raúl Castro el pasado 26 de julio, su hermano moribundo se prepara para continuar gobernando a Cuba desde la tumba. El junior descargó con su habitual opacidad y deslucimiento. Pero su mensaje de continuismo fue tan contundente que sólo le faltaron la barba y el histrionismo de rigor. Chocho, incontinente y bisbisante, Fidel Castro habló por la boca del ave tonta de su hermano menor. Dijo que en la isla nada ha cambiado ni cambiará mientras los cubanos soporten la dinastía que ha fundado. No en balde los apologistas del castrismo perdieron su acostumbrada elocuencia y se limitaron a elogiar el ''discurso práctico'', ''realista'', ''a lo Denx Xiaoping'' del heredero.
Para variar, la ''sangre nueva'' del poder en Cuba planteó los males incurables de la isla en el marco del diferendo con Estados Unidos. La vieja impostura tiene un doble propósito siempre actual. Por un lado elimina del panorama a los valientes opositores, activistas de derechos humanos y periodistas independientes que a diario se juegan la vida haciéndole resistencia al régimen. De hecho anula a todos los cubanos que calladamente ansían libertad, democracia y prosperidad, que son la inmensa mayoría, si se tiene en cuenta la obstinación con que el régimen les niega voz y voto. La impostura también excita a los fundamentalistas del antiyanquismo, sobre todo en América Latina, donde el gran proyecto político del momento es engendrar gorilas rojos como Castro.
Más de lo mismo fue la cínica propuesta de ''diálogo desde posiciones de respeto'' al sucesor del presidente George W. Bush, inevitable mendrugo para quienes se ganan la vida defendiendo a la dictadura en el exterior. El objetivo inconfesable es mantener abierta la posibilidad de mendigar oxígeno económico en Washington, cuando la ineficiencia acabe por secar la ubre petrolera de la Venezuela de Hugo Chávez o se disipe la modesta camaradería china. A cambio, Castro II haría gestos simbólicos a Estados Unidos que no alteren la esencia depredadora de la dictadura. Su hermano, cadáver que ahora escribe en el cementerio noticioso de Granma, perfeccionó la táctica. La utilizó en diálogos secretos con distintos gobiernos norteamericanos que luego filtró a los medios cuando le convino.
Continuismo e inmovilidad rezumó también el patético mensaje económico del ''gobernante interino''. Confesó que el país lleva 16 años en período especial (yo hubiera jurado que eran 48), algo que nunca han dudado los famélicos estómagos de los cubanos, y pidió nuevos sacrificios al pueblo. En recompensa prometió aumentar los salarios, cuyo promedio equivale a $19 mensuales, y restaurar el vaso de leche que hace más de cuatro décadas desapareció de la dieta de los cubanos mayores de siete años. Solicitó asimismo más inversiones de capitalistas extranjeros, con la previsible advertencia de que continuarán subordinadas al estado, como ha ocurrido desde que se esfumaron los subsidios soviéticos.
Acorto plazo, el inmovilismo que bosquejó el heredero en su discurso aumentará las escandalosas desigualdades entre la familia Castro, sus secuaces y el resto de los cubanos. Esto a su vez intensificará el sálvese quien pueda, con su principal secuela, que es el éxodo por cualquier vía de la isla. No en vano su más notable decisión de estado ha sido ordenar el regreso sorpresivo de 220 atletas cubanos antes que terminaran los Juegos Panamericanos en Brasil, para evitar que desertaran en masa (cuatro se adelantaron a la orden). A largo plazo, Castro II aumentó con su arenga continuista las posibilidades de que los cubanos le exijan cambios de manera violenta. Riesgo natural para quienes se afanan en consolidar una dinastía familiar en pleno siglo XXI.